Un año activo y variado para establecer parámetros indicativos, ha sido el de los conciertos y recitales. Bien es cierto que una ausencia, por atendibles razones, fue la de Martha Argerich con su anunciado festival, pero hubo muchísima actividad en estas tipologías que deberemos resaltar.
Por cierto que el teatro Colón siguió manteniendo la atracción con sus conciertos de abono, como el tradicional de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, que comenzó con una sesión a cargo de la directora ateniense Zoe Zeniodi, designada en el nuevo equipo del Colón a cargo de la OFBA para la próxima temporada. Fueron numerosas sesiones las cumplidas, con rotación de diversas batutas e instrumentistas, que fuimos comentando oportunamente en estas páginas.
Y también la propia Orquesta Estable del primer coliseo, siempre a cargo de la ópera, se convirtió en protagonista de varios eventos, como el homenaje al centenario de Puccini, con la dirección del español Moreno Valiente y, más adelante, el esperado retorno de nuestro compatriota Alejo Pérez en una festejada y brillante versión de la 8va. Sinfonía de Gustav Mahler , conocida como ‘Sinfonía de los mil’, un calificativo que no le agradaba al propio autor.
En cuanto al cierre del ciclo, con la directora invitada de origen canadiense Keri-Lynn Wilson, significó otro lucido momento con la emblemática Sinfonía Nº 9, Coral, de Beethoven,con solistas y el Coro Estable dirigido por Miguel Martínez.
LA SINFONICA
Los conciertos en el Auditorio Nacional del Palacio Libertad, que sumaron veinticuatro encuentros por parte de la Orquesta Sinfónica Nacional, con catorce obras de compositores argentinos, gozaron -como siempre- de una numerosa asistencia de público y con la rotación de varios directores.
La función de cierre, dirigida por el maestro suizo Emmanuel Siffert, que destacamos en esta sección, con el exigente ‘Requiem de guerra’, de Benjamin Britten, dio lugar a una encomiable versión integradora con el Coro Polifónico Nacional dirigido por Antonio Domenighini y el de Niños, por Maria Isabel Sanz, y destacados solistas de nuestro medio.
Párrafo aparte merece la Orquesta Juvenil Nacional Libertador San Martín, cuya dirección ejerce el maestro Mario Benzecry con su experiencia y autoridad. De sus numerosos conciertos cabe recordar su intervención en el oratorio ‘Elías’, de Mendelssohn. con dirección de Eugene Rogers. con solistas invitados y dos coros estadounidenses, el TWC The Washington Chorus y el University of Michigan Chamber Choir, que junto al Coro Nacional de Niños entregaron una versión de notoria calidad. Pero además esa labor se expandió con su reciente viaje a Japón en un festejo de los tres decenios de actividad provechosa para esa tarea formativa y didáctica.
MOZARTEUM
También habrá que mencionar en este balance al Mozarteum Argentino, en su siempre calificada temporada en el Colón (esta vez la número 72 de su trayectoria) donde, tomando un ejemplo explicito, la ejecución del oratorio ‘El Mesías’, de Haendel, dio lugar a una soberbia versión con el Gaechinger Cantorey y la orquesta de la Academia Bach de Stuttgart, dirigida por Hans Christoph Rademann, y solistas especializados.
Y no olvidamos entre las orquestas extranjeras, como un verdadero deleite, la visita de la Orquesta Petrobras de Brasil conducida por el afamado director paulista Isaac Karabchevsky a sus ochenta y nueve años, deleitándonos con las partituras de Heitor Villa-Lobos.
También a manera de una síntesis muy escueta pasamos a los recitales de cantantes líricos, haciendo punta con la originalísima propuesta de la gran mezzosoprano estadounidense Joyce DiDonato, a quien tanto hemos admirado aquí, y en escenarios del exterior.
Su nueva experiencia, también propiciada por el Mozarteum Argentino, con el conjunto Il Pomo d’Oro, que la acompaña frecuentemente con gran empatía, resultó verdaderamente fascinante. Lo hizo con el titulo de ‘Edén’, subrayando el reencuentro del ser humano con la naturaleza y, además, con una mirada hacia la educación musical en la niñez. Inolvidable.
SORPRESAS
Siguiendo con los recitales, para el caso, de piano, el de la pekinesa Yuja Wang fue de alto vuelo y sorprendió realmente con un inesperado cambio de programa. Terminó seduciendo al público con su digitación virtuosa y su imagen singular, en tanto que la vocalista surcoreana Hera Hyesang Park también logró adhesión pero en base a una metodología propia, una suerte de show con diferentes ángulos y repertorio.
En resumidas cuentas: conciertos, recitales, música de variada impronta, que fue también extrapolándose a entidades oficiales y privadas, partiendo de las numerosas propuestas del ISA del Colón, la UNA y la Facultad de Derecho de la UBA, y esfuerzos privados como el de festivales, tal el caso del Chopiniana y el Konex, y la Fundación Beethoven, entre otras entidades. Resulta imposible referirnos a todos pero cabe agradecer su participación en nuestra órbita musical.