“Con la salida del cepo también podría haber ingreso de capitales”
La medida podría atraer divisas y con eso balancear el impacto de una salida de dólares del sistema, considera Camilo Tiscornia. El Gobierno evitará el riesgo de una devaluación a toda costa. La economía marcha al compás de la lógica libertaria.
El Gobierno va, poco a poco, desmalezando el camino. Le pone orden a las cuentas públicas bajo el irrenunciable paradigma de recortar el gasto, contener la emisión monetaria, defender el superávit fiscal y continuar bregando por una inflación que, para sorpresa de muchos, ya está en un dígito.
Podría decirse, sin embargo, que la merma del proceso inflacionario es un logro atado con alambre. Todavía restan actualizarse las tarifas de los servicios y, sobre todo, quitarle el candado al cepo cambiario. Allí radica el mayor desafío de la gestión Milei, sostiene el economista Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos.
-¿La inflación encontró un piso difícil de perforar?
-Creo que es muy importante distinguir entre lo que se llama la inflación núcleo y la inflación total. La total es la que incluye movimientos de precios estacionales y precios regulados. Entonces, ¿qué ocurre? Como el Gobierno todavía tiene pendiente ajustar varios servicios públicos porque hay precios que están atrasados, hay un componente dentro de la inflación que va a ir moviéndose al compás de cómo el gobierno lo vaya decidiendo. Ellos, por necesidad fiscal, deberían aumentar un poco más rápido los servicios públicos y eso provocaría más inflación, pero cuando ven que las cosas no vienen bien con algunas cuentas por ahí postergan los aumentos. Puede pasar que la núcleo estuviera bajando pero de golpe ese mes ejecutan un aumento de tarifas y la inflación total termina subiendo. Creo que de hecho el Gobierno maneja un poco las cosas así. Por ejemplo, en el mes de julio no dieron muchos aumentos de tarifas porque es un mes que tiene habitualmente un poco más de carga por el componente estacional de las vacaciones de invierno. En agosto metieron más aumentos de transportes. Entonces, cuando uno tiene que seguir la evolución de la inflación total, es un poco complicado. Acá la pregunta más importante es si la inflación núcleo, que es la que saca todo eso de lado, sigue a la baja o no. Creo que ahí está el tema. Y estamos viendo que ahí la baja está más lenta.
-Cuesta atravesar determinadas barreras en la lucha por bajar la inflación.
-Uno podría pensar que en cada país, en función de varias cosas, es como si tendiera a haber una inflación de base del sistema, por llamarlo de alguna forma. La pregunta siempre es cuál es ese nivel. ¿El Gobierno a qué apuesta? Apuesta a que con todo lo que ha hecho ese nivel debería estar más cerca del 2%, que es el movimiento del tipo de cambio oficial. Hoy en día la inflación núcleo está levemente por encima de 3, entonces el gobierno cree que hay margen para que esto siga cayendo al 2%. Y yo creo que hay margen para que pase eso pero evidentemente no es algo sencillo y el proceso puede ser medio lento. Una vez que se va bajando la inflación, seguir bajándola es cada vez más dificultoso. Era más fácil bajar de 20 a 10 que de 10 a 5, y tal vez que de 5 a 2,5.
CUESTA ABAJO
-¿Cómo viene agosto?
-Me da la sensación, por lo que estamos viendo, que la inflación núcleo no va a bajar mucho pero la total podría ser menor que la de julio. Tal vez la inflación total pueda llegar a empezar con 3 pero me parece que no habrá un gran movimiento en la inflación núcleo, que es lo más importante. Hemos detectado que hubo movimientos bastante fuertes en algunos rubros de alimentos que pegan en la inflación núcleo, pero hubo bajas muy fuertes en verduras, que son un producto estacional y no está en la núcleo. En julio habían aumentado mucho. Hay un juego permanente entre la inflación total y la núcleo.
-¿Cómo proyecta que será el cierre del año en términos de inflación?
-La inflación debería seguir bajando, con lo cual podría llegar a aproximarse al 120% a fin de año. Acá hay un tema muy importante, clave para poder elaborar cualquier tipo de pronóstico: va a depender crucialmente de si el gobierno puede seguir moviendo el dólar al 2% o en algún momento hay un salto o algún tipo de corrección. Esa esa la especulación que existe desde hace unos meses, si el Gobierno puede o no sostener eso. Si se produce una corrección más fuerte de acá a fin de año, ese pronóstico del 120% no va a andar.
-¿Con una devaluación se retrocedería algunos casilleros en materia de desinflación?
-Exactamente. Pero hago una nota al pie: incluso si pasara eso, creo que con toda la otra parte de la política económica que hay, que es el control fiscal y monetario, no debería ser un episodio demasiado grave en consecuencias sobre la inflación. Sería un traspié, habría algunos meses con más inflación pero luego todo debería volver a estabilizarse. Ahora da la sensación, por todo lo que está haciendo el Gobierno, que esa bandera no la quiere entregar por nada del mundo. Creo que si tuviera que apostar, estamos casi terminando agosto y quedan cuatro meses, tendería a pensar que el Gobierno va a mantener el 2% de devaluación del dólar oficial. En ese contexto y con todo lo que han venido haciendo a nivel monetario pienso que la inflación puede seguir bajando. Ahí se aproximaría al 120% en el año.
-¿Acuerda con la estrategia de que para bajar la inflación hay que ir por el control del gasto y la baja emisión monetaria?
-Totalmente. Lo que pasa es que conceptualmente está bien, estoy de acuerdo, pero se está haciendo en un contexto que arrastra algo que no es genuino: el cepo. De alguna forma es como que los resultados están de alguna forma condicionados a que existe el cepo. Es como si le quitara algo de autenticidad. Porque la pregunta es qué ocurriría si se libera el tipo de cambio. ¿Se comportaría igual? Si la respuesta es que no, quiere decir que la inflación tendría una trayectoria distinta.
CANDADOS
-Hay muchas opiniones en torno a cuándo y cómo salir del cepo cambiario. ¿Usted cómo lo ve?
-Es difícil. ¿Qué sería ideal para salir del cepo? Una cosa clave sería tener una brecha más chica. Creo que el Gobierno lo que viene haciendo son cosas para que la brecha se achique primero antes de pensar en salir del cepo. Están trabajando en eso pero no es fácil, por lo que estamos viendo. Tenemos días en los que los dólares bajan y se tranquilizan, y hay días en los que suben. Pero seguimos con una brecha del 40%. Para decir ‘me juego a abrir el cepo y que el sobresalto sea lo menor posible’, una brecha del 40% da un poco de desconfianza. Acá hay que entender lo siguiente: así como el cepo ayuda a que no salga plata y es como que da una seguridad, también impide que entre plata. Entonces uno dice: yo abro el cepo y corre el riesgo de que haya una salida de capitales, pero también puede haber una entrada de capitales que me compensara esa salida. Podría ser una salida en la que la situación queda más o menos tranquila. Evidentemente el Gobierno no quiere saber nada de correr ese riesgo.
-Recibir algo de dinero de un organismo de crédito multilateral como el Fondo Monetario Internacional sería una alternativa ¿Vislumbra que puede ocurrir eso?
-Ese es el tipo de cosas con las que el Gobierno está especulando. También creo que le ponen algunas fichas al tema del blanqueo. Si uno pensara esto estratégicamente para tratar de analizar cuál sería el mejor momento para salir del cepo, idealmente querría ver una brecha bien baja porque me daría una señal de que si yo lo abro no tendría mayores sobresaltos en principio. Ahora, si eso no lo logro porque no termino de convencer, tendría que encontrar un momento en el cual yo creyera que si abro tendría buenas probabilidades de que entraran bastantes dólares como para eventualmente compensar. Con lo cual ahí uno empieza a pensar en los momentos de las cosechas. Tal vez, con esta perspectiva, un buen momento podría ser la cosecha de trigo. Ahí entran un poco más de dólares en el verano y se podría hacer el movimiento ahí.
-¿Hay alguna línea de esperanza en el resultado de las elecciones en los Estados Unidos? ¿Una victoria de Donald Trump es clave para las aspiraciones del gobierno argentino?
-Ese es otro factor pero tampoco está muy claro. Si no gana Trump no creo que haya ningún factor de esperanza. Y ahora la perspectiva está un poco más complicada. Pero en la lógica que mencioné antes, si no es en el verano el próximo hito podría ser la cosecha de soja del año que viene, en marzo y abril. Ahí uno puede decir: acá me juego porque por más que haya una brecha yo sé que si abro van a entrar dólares. Si el tipo de cambio empieza a flotar, los productores van a tener incentivos para liquidar. Ese sería otro momento para pensarlo.
-¿Le preocupa que el precio de la soja esté en baja?
-Y, sí. Creo que la caída de la soja y la devaluación de Brasil complican bastante. Aunque ahora en Brasil se está revirtiendo. Hay una perspectiva favorable que tiene que ver con que si baja la tasa de interés en los Estados Unidos seguramente fortalezca otras monedas como el real. Eso compensaría lo que pasó últimamente. Son muchas cuestiones. Yo, desde lo intuitivo, desde lo conceptual, estaría dispuesto a jugármela y correr el riesgo de abrir el cepo. Ahora, me falta información que el Gobierno tiene si es que están negociando cosas. Si me voy a jugar, sería mucho mejor hacerlo si tengo un préstamo que me de u$s 10.000 millones para las reservas. Pero yo no manejo esa información. Creo que se debería correr el riesgo porque también está la posibilidad de que entren capitales. Se despejaría un factor porque, en el fondo, pagamos un costo por no abrir el cepo, que es toda esta especulación. El costo de no abrir el cepo también va de la mano de sopesar si el dólar está atrasado o no y hay un montón de cosas que están frenadas por eso, a la espera de que en algún momento el dólar encuentre un nivel de equilibrio. Se paga un costo por ese lado. El Gobierno compensa esos costos potenciales con el riesgo de que si abre pueda generarse una estampida. La decisión no es fácil, definitivamente.
MENOS GASTO PUBLICO Y RECORTE DE IMPUESTOS
Se impone la lógica libertaria
-El Gobierno ensaya un cambio de lógica para el presupuesto 2025: si sobra plata, se bajan impuestos; si falta, se ajusta más el gasto.
Ahí habrá una prueba en el Congreso. El Gobierno no tiene los números para poder aprobar eso. A mí me parece lo más razonable del mundo para un país como la Argentina, sobre todo. Acá hay que poner todo en contexto. ¿Es necesario tener siempre superávit fiscal? En un país más normal, no. El poder recurrir al déficit fiscal ante determinadas circunstancias es una herramienta lógica de política económica. Lo que pasa es que en la Argentina hemos abusado tanto que ahora sobreactúan. Creo que en la Argentina hay que privarse de esa posibilidad, al menos en principio. Ese planteo de Milei me parece adecuado, al menos en este momento. El punto es si consigue apoyo político para eso. Si lo consiguiera, sería una señal muy fuerte para inversores porque nos estaría hablando de un sistema político que empieza a incorporar esas ideas. Eso es clave para los que tienen deuda del gobierno y así podría bajar un poco más el riesgo país. Sería una señal muy fuerte. Ahora, hemos visto que el intento del Gobierno de pasar cosas por el Congreso fue complicado. Como ya estamos con el resultado ajustado, el Gobierno ya pagó un costo político por cerrar el déficit fiscal, en lo que se trata ahora en realidad es de mantener lo que tienen. Políticamente tal vez sea más fácil que ir otra vez al Congreso y proponer recortar nuevamente las jubilaciones, que no es el caso. Por ahí la discusión se le hace más fácil. El superávit no es un tema de imagen, es la esencia del plan económico. Sin el anclaje fiscal no podríamos hablar de una inflación en baja. Estaríamos en un escenario mucho más complicado.
Dólares bajo el colchón
-Todos los Gobiernos implementan un blanqueo de capitales que encuentra adherentes. ¿Qué nos dice esto de la Argentina y de los argentinos?
-Esa es la historia de la Argentina. Cuando uno ve la historia larga del país hay algunos hitos muy importantes para entender este tipo de cosas. Está la inflación como un fenómeno recurrente que ha llevado al extremo de que la gente haya dolarizado su cartera. Eso explica claramente la preferencia por los dólares. Pero después también hemos tenido experiencias muy graves como el Plan Bonex, que reestructuró los depósitos, y el Corralito y el Corralón, que fueron prácticamente lo mismo. Después a lo largo del tiempo ha habido un aumento en la presión impositiva. ¿Esto qué nos dice? Ya no solamente no podés tener activos en pesos sino que no podes tenerlos en la Argentina porque los pueden confiscar o empiezan a cobrar impuestos y termina siendo muy gravoso. La conclusión es clarísima: el que puede se los lleva y los deja afuera del sistema. No es una perversión exclusiva de los argentinos, es una reacción defensiva.