El latido de la cultura

Callos en la lengua (II)

No solo los conductores de noticieros (muchos de los cuales no son periodistas sino tan solo eso, conductores), también los panelistas de programas de chimentos (que desde luego tampoco son, en su mayoría, periodistas) perseveran en su afán de deformar y ensuciar el lenguaje con expresiones y modismos baratos, de pésimo gusto. Tomemos, por caso, el vocativo "chicos". Los panelistas de los programas de las cuatro de la tarde lo utilizan para referirse a sus compañeros. Los entrevistados lo emplean para referirse al panel. ¿Acaso de trata de una mera señal de inmadurez por parte de los hablantes? ¿O es más bien la huella inconsciente que aflora desde la verdadera comprensión de la situación, suerte de "deschave" o "fallido" que da cuenta de lo infantil de los temas tratados?

Otra expresión detestable es "no está bueno". Hay cierto tono soberbio y solemne -aplicado con ironía pedagógica- en su utilización. Y que al ser pronunciado recuerda la figura de un analista sesudo reclinado hacia atrás en su sillón. "No está bueno que te refieras a tal tema de esa manera" o "no está bueno que digas que..." La primera cuestión que resulta llamativa es que la expresión se apoye en la negación de lo bueno en lugar de la afirmación de lo propiamente malo. Lo segundo, que emplee el verbo "estar" en lugar del verbo "ser". Por último, que reduzca toda posibilidad de adjetivación al ámbito de la moral.

IRRITANTE

"Tipo" y "nada" son dos muletillas irritantes. La primera trabaja por aproximación, por acercamiento. Sin embargo, es como si apuntara para errar. Ejemplo: ""Tipo, le decís.."". El "tipo" sobra: ¡diga, hable directamente!. Otro ejemplo: "Margarita, tipo, se compró una casa". ¿Se compró una casa o "casi", "algo así como" o "una especie" de casa?

La palabra "nada", en tanto, es una muletilla que puede reemplazar el uso de la anterior como también complementarlo y conformar así la demoníaca "tipo nada", que representa la nada misma. Naderías lingüísticas que muchas veces son el reflejo de lo insípidos que pueden llegar a ser ciertos individuos.
Sorprende también el uso incorrecto de adjetivos como "obvio" y "perfecto". En ocasiones, al escuchar la explicación de un interlocutor, el individuo responde "obvio", a la vez que asiente. Otras veces, en similar situación, en lugar de cerrar una conversación con el vocablo "macanudo" (¡palabra simpática, sonante, campechana y amigable si las hay!) el sujeto asiente pronunciando "perfecto" (en contraste con el paréntesis anterior, "perfecto" es voz rígida, infalible, hermética, redonda). ¿Cuánto hay de perfecto en lo que el otro está diciendo?, ¿no será que la cosa sencillamente "está bien" o que el hablante simplemente está "de acuerdo" con lo que está escuchando?

La defensa de ciertos debates ideológicos que integran la agenda mediática han puesto sobre el mantel términos como "empoderar" o "deconstruir", que de tanta exposición terminan cansando. El "empoderamiento" de una minoría, la "deconstrucción" de la masculinidad. Un "colectivo" o un individuo debe "empoderarse". Como si a determinadas situaciones, objetos o fenómenos no hubiera que estudiarlos, comprenderlos o apreciarlos. Mucho menos desguazarlos, demolerlos o desarmarlos. El concepto es un aporte de Jacques Derrida, pero no aplica a la mayoría de las circunstancias en las que se o utiliza.

Y llegado este punto me corrijo a mí mismo: "aplica a" es préstamo de la voz inglesa applies to. Debería haber dicho "no (se) corresponde". Fácil, directo y en español.