Contra todos los pronósticos Javier Milei ha conseguido fortalecer la gobernabilidad desde una posición de notoria debilidad institucional.
Ayer los activos argentinos volvieron a volar, el riesgo país cayó a 750 puntos y la brecha cambiaria se redujo al 6%. Esto ocurre porque los agentes económicos confían en que Milei mantendrá el rumbo y porque el peronismo está en un callejón sin salida.
Esto último, en buena medida, es producto de la fosilización del kirchnerismo. No puede dejar de ser lo que es como el famoso escorpión del cuento.
El principal problema del PJ es de liderazgo. Cristina Kirchner, obstruye cualquier renovación, rechaza cualquier cuestionamiento, es alérgica a la menor autocrítica. “No me van a hacer arrepentir de nada de lo que hice”, prometió hace 48 horas en Santiago del Estero.
Jura una y otra vez que repetirá lo que hizo que el peronismo perdiera hace un año el balotaje por paliza. Parece que los discursos se los escribiera Santiago Caputo, porque no puede haber mejor espectáculo para el gobierno que su principal opositora proponiendo como futuro un pasado de pesadilla.
La aventura de Alberto Fernández fue calamitosa no sólo por la incapacidad del presidente, sino por el esquema de poder en que se asentaba. Cristina Kirchner quiso gobernar a través de una marioneta, lo que dio como resultado la parálisis y el deterioro de la gestión. No sólo las ideas económicas eran caducas, la estrategia del presidente teledirigido terminó en desastre. Milei es hijo de ese desastre.
La imagen de CFK está, asimismo, manchada por la corrupción. La condena en la causa vialidad y su indecorosa actitud respecto de la pensión presidencial son dos clavos más de esos de los que hablaba metafóricamente Milei. Tan poca chance tiene de volver a la Casa Rosada que la Corte Suprema avisó que no se pronunciará en el corto plazo sobre su inhabilitación legal. En otras palabras, nadie intenta proscribirla porque no hace falta. El kirchnerismo está fosilizado y difícilmente el hecho sea reversible.
El kirchnerismo está fosilizado porque el discurso populista, victimista y estatista que la dos veces presidente le endilgó a los santiagueños pudo haber tenido algún atractivo cuando ella era joven en los años 70 del siglo pasado, pero, más allá de su falacia inagotable, hoy resulta anacrónico.
Lo que hoy se ve es, por dar sólo dos ejemplos, el desastre patrimonial que le causó al Estado argentino la confiscación de YPF y la apropiación de Aerolíneas Argentinas por parte de la Cámpora y los sindicatos del sector. Además, la comparación de la actual conducción económica con la de Martínez de Hoz no sólo es un sofisma; exige ser explicada a los menores de 50 que no registran la referencia y que fueron los que hace un año echaron al peronismo del poder para reemplazarlo con un “outsider” que agitaba una motosierra en medio de gritos convulsos. El problema del peronismo es que sigue sin hacerse cargo de la derrota. Cuando lo haga podrá deshacerse de Cristina Kirchner y de su discurso caduco y estará tal vez en condiciones de competir por el poder presidencial.
Ayer los activos argentinos volvieron a volar, el riesgo país cayó a 750 puntos y la brecha cambiaria se redujo al 6%. Esto ocurre porque los agentes económicos confían en que Milei mantendrá el rumbo y porque el peronismo está en un callejón sin salida.
Esto último, en buena medida, es producto de la fosilización del kirchnerismo. No puede dejar de ser lo que es como el famoso escorpión del cuento.
El principal problema del PJ es de liderazgo. Cristina Kirchner, obstruye cualquier renovación, rechaza cualquier cuestionamiento, es alérgica a la menor autocrítica. “No me van a hacer arrepentir de nada de lo que hice”, prometió hace 48 horas en Santiago del Estero.
Jura una y otra vez que repetirá lo que hizo que el peronismo perdiera hace un año el balotaje por paliza. Parece que los discursos se los escribiera Santiago Caputo, porque no puede haber mejor espectáculo para el gobierno que su principal opositora proponiendo como futuro un pasado de pesadilla.
La aventura de Alberto Fernández fue calamitosa no sólo por la incapacidad del presidente, sino por el esquema de poder en que se asentaba. Cristina Kirchner quiso gobernar a través de una marioneta, lo que dio como resultado la parálisis y el deterioro de la gestión. No sólo las ideas económicas eran caducas, la estrategia del presidente teledirigido terminó en desastre. Milei es hijo de ese desastre.
La imagen de CFK está, asimismo, manchada por la corrupción. La condena en la causa vialidad y su indecorosa actitud respecto de la pensión presidencial son dos clavos más de esos de los que hablaba metafóricamente Milei. Tan poca chance tiene de volver a la Casa Rosada que la Corte Suprema avisó que no se pronunciará en el corto plazo sobre su inhabilitación legal. En otras palabras, nadie intenta proscribirla porque no hace falta. El kirchnerismo está fosilizado y difícilmente el hecho sea reversible.
El kirchnerismo está fosilizado porque el discurso populista, victimista y estatista que la dos veces presidente le endilgó a los santiagueños pudo haber tenido algún atractivo cuando ella era joven en los años 70 del siglo pasado, pero, más allá de su falacia inagotable, hoy resulta anacrónico.
Lo que hoy se ve es, por dar sólo dos ejemplos, el desastre patrimonial que le causó al Estado argentino la confiscación de YPF y la apropiación de Aerolíneas Argentinas por parte de la Cámpora y los sindicatos del sector. Además, la comparación de la actual conducción económica con la de Martínez de Hoz no sólo es un sofisma; exige ser explicada a los menores de 50 que no registran la referencia y que fueron los que hace un año echaron al peronismo del poder para reemplazarlo con un “outsider” que agitaba una motosierra en medio de gritos convulsos. El problema del peronismo es que sigue sin hacerse cargo de la derrota. Cuando lo haga podrá deshacerse de Cristina Kirchner y de su discurso caduco y estará tal vez en condiciones de competir por el poder presidencial.