BOXEO: EL EX CAMPEON ARGENTINO DE LOS PLUMAS FALLECIO EL PASADO MES DE JULIO

Bunetta, radiografía de un gladiador

El púgil rosarino se calzó en dos oportunidades la corona, pero más allá de sus éxitos es recordado por los siete combates que protagonizó junto a Ricardo González, "Gonzalito", en el Luna Park.

Por Gustavo García ------------------- La Prensa Se murió en el mismo lugar donde nació, en esa Rosario de Monumento a la Bandera, río y costanera. De ahí era Alfredo Bunetta y ahí expiró el pasado mes de julio, a los 70 años, ícono deportivo de la Chicago argentina. Se forjó como boxeador en los lejanos cincuenta, a los golpes contra pesos plumas con puños de hierro. Los números dirán que hizo 62 combates oficiales, que ganó 39 -22 por nocaut-, perdió 15 y empató 8. El recuerdo de quienes lo vieron pelear se encargará de resaltar su guapeza, el temperamento que lo llevaba a salir como una fiera herida en los primeros rounds de cada duelo, dispuesto a destrozar al adversario. Cuántas cosas cobijará el arcón de la memoria: los pantalones blancos, el corte a la americana, el cuerpo erguido. Siempre les hizo frente a los rivales, aunque muchas veces la suerte le fuera adversa. Sus guantes probaron la resistencia de púgiles de renombre. Cucusa Bruno, Manuel Alvarez, Amorindo Amicuzzi, José Casas, Vicente Vezzoni y Manolo García, entre otros, midieron la intensidad de sus golpes. Alfredo Bunetta nunca fue campeón del mundo, pero se ajustó el cinturón argentino de los plumas la noche del 19 de marzo de 1955 tras noquear a José Cucusa Bruno, una leyenda de los cuadriláteros, en el Luna Park. El reinado se prolongó hasta el 14 de abril del año siguiente. Manuel Sixto Alvarez le arrebató los sueños, venciéndolo por puntos en el mismo escenario donde poco antes se había bebido toda la gloria. Un capítulo aparte fue el clásico nacido al calor de los duelos con Ricardo González, Gonzalito. Siete veces se toparon sobre la lona del Luna, y en seis oportunidades el rosarino mordió el polvo de la derrota -dos por nocaut-. En la tercera Bunetta se dio el gusto de ganar. La vida quiso que, después de algunos años de peleas disputadas a sangre y sudor, volviera a ser campeón cuando la Federación Argentina de Box le otorgó el título que le había quitado a González, argumentando que el púgil porteño rehusaba poner en juego la corona. El correntino Aldo Gamboa se lo sacó en la velada del 6 de agosto de 1960. El 29 de abril de 1961 noqueó a Pedro Miranda y entonces colgó los guantes, de una vez y para siempre. "ERA UNO DE LOS MEJORES" Se puede conocer a Alfredo Bunetta tomando el camino del archivo, las notas publicadas, sus fotografías. Se lo puede abordar también desde la memoria de su archirrival, un contrincante sobre el ring, un amigo en la vida cotidiana. "Era uno de los mejores. Tenía muy buena técnica y velocidad. Apenas se iniciaba la pelea era difícil que no me tuviera mal en los primeros rounds", cuenta Ricardo González, solitario sobreviviente de este duelo color sepia. Fueron siete combates fabricados con la misma matriz. "Me tiró en varias peleas en los primeros rounds, aunque después yo ganaba. Mi trabajo consistía en quitarle velocidad y eso lo lograba a medida que pasaban los rounds. En la tercera me ganó él, pero yo ya me había quedado con las dos primeras. Era un clásico en el Luna Park y una noche dejamos a cinco mil personas en la calle." Como una espina, Gonzalito tiene clavado en el recuerdo el combate que perdió: "Ese siempre me viene a la memoria, aunque en la siguiente pelea le gané por nocaut. Más allá de los enfrentamientos teníamos una buena relación; éramos rivales en el ring pero amigos afuera". Ricardo González, porteño, era local en el Luna Park. Multitudes, entre ellos Juan Domingo Perón, entonces presidente de la Nación, se acercaban para verlo. Bunetta, en cambio, atraía como un imán decenas de colectivos provenientes de Rosario. En el epílogo de sus carreras tuvo lugar el hecho burocrático. Gonzalito perdió la corona por no presentar batalla frente al retador Bunetta, y éste se transformó en campeón. La situación, incómoda, no dejó asperezas en su relación: "El no tenía nada que ver. Cuando pasó el tiempo me invitaron a Rosario e hicimos una exhibición en una cancha de fútbol. Quedamos bien".