“Sola, como quería", y con varios achaques se acerca a su cumpleaños número 90

Brigitte Bardot no se da por vencida

Fue un ‘sex symbol’ de los años ‘70 y conquistó a miles de espectadores desde la pantalla grande, pero ahora pelea contra “la pereza de la vejez”. “Todos quieren más de mí”, se lamenta.

Mientras se acerca a sus noventa años, Brigitte Bardot se confiesa con Le Monde y hace un balance de su vida, aislada, con varios achaques, pero orgullosa de su soledad, completamente deseada, y de cómo reacciona ante la vejez.

"Les diré -avisa quien fue el sex symbol del cine en los años ‘60- que nunca me quejo. Mis huesos me juegan malas pasadas y me impiden moverme sin mis dos bastones, pero me las arreglo bastante bien dadas las circunstancias". Y agrega: "cuando uno se queja, a todos les molesta escucharlo y los dolores no se van. Entonces, mejor no quejarse nunca. Vivo normalmente, como cuando era joven, pero con algún inconveniente".

BB cumplirá noventa años a finales de septiembre (el 28), pero no está obsesionada con la edad o con cómo ha cambiado su apariencia. "La vejez me ha llegado poco a poco, día a día, sin que me preocupe. Si soy vieja, no lo sé y no quiero saberlo. Continúo viviendo según mis posibilidades".

"No puedo agacharme porque mis huesos se rompen”, admite. “Esto es un inconveniente, pero sobre todo no es algo práctico. Pero no me importa, hay gente que está peor. Hay personas con cosas horribles, yo soy afortunada. Y además, me mantengo bien erguida".


Repite que tiene "otros problemas" y, por lo tanto, no pasa la vida mirándose en el espejo "para contar las arrugas o los cabellos blancos". Dedica mucho tiempo a su cabello, justamente: "lo tengo largo hasta la cintura" -dice- y "esencialmente sigue siendo del mismo color, castaño claro, con algunas canas". Un metro y cincuenta centímetros de "extraordinaria cabellera" que lava "sola" en el lavabo del baño: "no me causa esfuerzo, pero es un verdadero trabajo".

LA PEREZA
En la larga entrevista con el periódico, Bardot explica que combate "la pereza de la vejez" trabajando cada día para sí misma, mantiene sus relaciones y dirige la fundación defensora de animales que lleva su nombre.

Evita estar rodeada de mucha gente, prefiere su soledad: "el aislamiento para mí es una elección -insiste-, es un lujo. El silencio. Estar tranquila, solo con unas pocas personas. Tener paz. Sin una multitud desatada alrededor, sin estar en el escaparate. La soledad, tal como yo la quería, siempre ha sido mi sueño. Y ahora reivindico ese sueño. Mi condición actual me gusta muchísimo".

Y cuenta cómo es un día de su vida actual: desayuno y un cigarrillo, las palomas vienen a saludarla en la terraza. Luego, la mañana la quiere para sí misma, para el contacto con la naturaleza, sus gatos, sus perros.

"Después me pongo a hurgar, a hacer orden, sin prisa. Lo hago para mí. No necesito nada. Así como estoy, tengo todo lo que necesito. No quiero nunca más de lo que tengo. Me preparo mi plato para el almuerzo con cosas naturales. Soy vegetariana, lo hago en un momento. Y luego, uso la misma ropa de cuando tenía cincuenta años, tengo la suerte de haber mantenido la misma figura".

Alrededor de las 18, Bardot "cierra". Y explica: después de esa hora "no hablo más. Todo lo que digo es lo que pienso. No tengo mil cosas que contar, aunque siempre se espera sacar más de mí. Todos siempre quieren más".