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¿Batalla cultural o batalla espiritual?

Cuando hablamos de la batalla cultural que se viene librando en los últimos años (o más precisamente, que se hizo evidente en los últimos años), vemos que uno de los temas recurrentes es el de cuestiones que tienen que ver con la sexualidad de las personas.

Quizás algunos podrían pensar que es casi una obsesión, pero si consideramos que la sexualidad es un aspecto básico de nuestra personalidad, un modo propio de ser, vivir, pensar y amar entendemos por qué es una dimensión que cala en lo más profundo de cada ser humano, y por lo tanto, de la sociedad.

MUY REVOLUCIONARIA

Recordemos que la perspectiva de género considera que la feminidad y la masculinidad son productos culturales por lo tanto no existe relación entre estas y la biología. En palabras de Judith Butler, pionera de la teoría queer, “el género es una construcción cultural; por consiguiente no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo…Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino".

 

En realidad, esta perspectiva adquiere tal importancia porque es verdaderamente revolucionaria. Siendo contraria a la razón y al sentido común, solo es posible imponerla en la sociedad a través de métodos de coerción totalitarios.

UNA VERDAD EVIDENTE

Uno podría preguntarse por qué la ideología de género resulta tan revolucionaría y qué la hace tan potente como para ubicarse en el centro de la escena como herramienta de cambio cultural.

Es simple. Ataca directamente a la verdad más básica y evidente que cualquier hombre común puede comprender y asumir: que nacemos como varones o como mujeres de la unión procreadora de un varón y una mujer. Esta es una verdad básica y evidente que no requiere ser demostrada. Está ahí a disposición para quien quiera verla.

Cuando esta verdad se pone en duda o se cuestiona, todo comienza a desmoronarse.

Si esa premisa que la inmensa mayoría de la población, considera producto de la naturaleza, fuera una construcción de la sociedad podría deconstruirse; desarmarse para armar otras formas posibles. Eso es lo que pretende la ideología de marras.

Necesita derribar tres pilares que sostienen a nuestra sociedad tal y como siempre la conocimos: la familia, la relación varón-mujer y su vínculo con el amor y la vida. La agenda del progresismo y el ahínco con que se tratan de instalar mediáticamente estos temas, lo confirman.

PRIMER PILAR

La perspectiva ideológica de género busca deconstruir a la familia heterosexual y monogámica.

Si la familia basada en la unión de un varón y una mujer que mantienen un vínculo permanente y exclusivo no fuera natural, cualquier otra opción de familia sería igualmente deseable: entre personas del mismo sexo, entre personas trans, de hombres o mujeres solas que han decidido alquilar un vientre para cumplir sus deseos de ser padres, familias multiespecie con “hijitos” perrunos o gatunos o poliamorosas, versión posmoderna de las viejas poligamia y poliandria.

SEGUNDO PILAR

La segunda deconstrucción apunta a romper con el dimorfismo sexual. Esta teoría intenta convencernos de que no hay dos polos excluyentes varón- mujer sino una inmensa variedad de puntos intermedios que pueden combinarse con diferentes orientaciones sexuales y expresiones en el vestir y el comportarse. De allí que se promueva la diversidad sexual como una riqueza y se hable de no binarismo o sexualidades disidentes.

TERCER PILAR

La tercera es la deconstrucción del vínculo entre sexualidad-amor-vida. No es casual que los temas de la agenda de género también apunten a quebrar las uniones entre amor y vida (aborto voluntario), entre sexualidad y vida (anticoncepción y maternidad subrogada), entre amor y sexualidad (relaciones casuales, sexo virtual y pornografía).

¿SOLO CULTURAL?

Lo que está en juego es el corazón mismo del hombre. La sexualidad no es meramente genitalidad. La incluye y la supera. La condición de macho y hembra en el humano es elevada a la categoría de varón y mujer, mutuamente complementarios. Y por ser tan excelsa cuando se desnaturaliza cae profundo. La corrupción de lo mejor es lo peor.

Llegados a este punto entendemos claramente que la oposición férrea a la ideología de género es uno de los puntos más relevantes de la batalla cultural, pero también podemos preguntarnos si esa batalla es solo cultural.

En occidente la batalla cultural toma la forma de batalla espiritual porque el ataque se dirige a la visión cristiana del hombre. Y al hombre como imagen y semejanza de Dios. Corroborando lo feroz de este ataque, dice Ernesto Alonso en “Sexualidades libres”: “A fin de que la victoria fuese completa, era preciso también abominar de la obra excelsa de Dios, y esto consistió en desnaturalizar al hombre. Allí, en la intimidad del hombre, en su condición sexuada, había que poner la fuerza disolvente de la picota revolucionaria”. La batalla está en curso.

¿Por qué si no, a pesar de tan orquestados planes, presiones mediáticas y cuantiosos billetes provenientes del exterior, la ideología de género aún provoca resistencia?

 

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