Baja de la pobreza: la economía empieza a darle la razón a Macri
Siete días de política. En octubre el gradualismo probó ser la estrategia electoral adecuada para consolidar políticamente al gobierno. La semana última demostró que también sirve para recuperar la economía.
Con una larga trayectoria profesional y una no menos dilatada experiencia periodística, el economista Juan Carlos de Pablo, reconoció días atrás que los datos de baja de la pobreza e indigencia entre 2016 y 2017 difundidos por el Indec eran “contundentes”. Agregó que eran una “gran noticia para el presidente y para los argentinos”.
La opinión del economista tiene dos rasgos destacables. Primero, que proviene de un experto con una larguísima observación de la desconcertante economía criolla. Es a la vez un pragmático, no de un dogmático.
Segundo, que el mismo experto había profetizado apenas cuatro meses antes que “si seguimos así, chocamos” y en noviembre de 2016 había avalado declaraciones no menos ominosas de Roberto Lavagna. El ex ministro de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner había profetizado sobre el plan de Mauricio Macri que “ajuste y endeudamiento terminan en colapso”. Para ilustrar su diagnóstico comparó el plan del actual presidente con los usados por el general Videla y Carlos Menem.
La reducción del número de pobres en casi dos millones, más la los indigentes en varios cientos de miles tuvo distintas causas, pero las principales fueron el aumento de la actividad económica, del empleo, la inversión y el consumo. En el caso de la indigencia hay que añadir el más eficiente manejo de la ayuda social.
La inflación, que sigue siendo la bestia negra de Cambiemos, no pesó tanto como podría haberse esperado. Estos son los datos concretos de la economía real. En tanto en el opinódromo de los medios y la política cualquiera puede seguir diciendo casi cualquier cosa, aunque los más sensatos, como se ve, recalculan el rumbo cuando registran que se comieron la primera curva.
La situación generada durante los dos primeros años de la administración Macri tiene un par características centrales. La primera es que la receta aplicada se sale de los moldes de los últimos cincuenta años. No hubo un duro recorte fiscal, ni una serie de prohibiciones (precios máximos, cepo, dólar fijo, pacto social, inflación cero, etcétera) que en gobiernos tanto militares como peronistas o radicales terminaron en violentos estallidos y se comieron el crédito inicial que tiene todo nuevo presidente.
Macri no es radical, ni peronista. No es político, es un pragmático cuya única bandera es defender su propio éxito y que no se lo lleve la marea. Por eso es desconcertante. Por eso el que gobierna supuestamente para los ricos (como dicen los que dejaron 32% de pobres) está consiguiendo bajar la pobreza de manera sustancial. Por eso parece que no va a haber un nuevo ciclo de “stop and go”, sino un proceso lento, pero en la dirección deseada.
En segundo lugar, el gobierno no ignora que uno de los pilares de su política económica, el endeudamiento para pagar la política social y la no reducción drástica e inmediata de la burocracia aumentada durante décadas por los que manejaron el estado, no es ni puede ser eterna. Que tiene un plazo. Que está corriendo contrarreloj.
No se necesita ser un Lavagna para entenderlo. El asunto es que, si Macri aguanta por el actual camino hasta 2019 (y nada autoriza a creer que no lo hará), la oposición peronista y la “progre” van a volver a sufrir las consecuencias, pero en esa ocasión perderán por una diferencia mayor.
Lo que en esta oportunidad parece estar ocurriendo es que una crisis a punto de estallar como la que dejó el peronismo de Cristina Kirchner no sólo no estalló, sino que está corrigiéndose sin grandes estragos sociales. Hubo un año, el 2016, en el que la inflación se disparó por la devaluación, pero con consecuencias adversas relativamente atenuadas.
En 2017 el barco volvió a enderezarse y los resultados estadísticos están comenzando a aparecer ahora. Lo que hace el Indec es explicar por qué Cambiemos tuvo un desempeño electoral que no previó ningún experto, salvo el optimista profesional de Durán Barba.
Otro dato relevante de la semana que pasó fue que el Central se vio obligado a vender 2 mil millones de dólares para que la cotización no superara los 20, 50. Para que la inflación no se desmadre Macri usa como ancla el dólar. En eso no se diferencia de Kicilllof que tuvo que poner el cepo, terminó fumándose las reserva y pidiendo la hora. Pero Macri tiene 60 mil millones en el BCRA. ¿Cuánto gradualismo financian? Ahí está una de las claves del próximo proceso electoral, salvo imponderables.