La mirada global

¡Ay, Kamala!

¡Qué singularmente bien cabe la canción española, apropiada por los Republicanos durante la Guerra civil 36/39 (¡Ay, Carmela!), cuando se observa a Kamala Harris, la postulante presidencial norteamericana que ha venido a parar al estrellato de la mano de la increíble y oportuna decadencia neuropsíquica de su predecesor Biden. Increíble, porque es más que chocante que quien trastabilla física y espiritualmente todo el tiempo haya podido permanecer a la cabeza de uno de los países más poderosos demostrando que para este sistema que se dice democrático vale más el maquillaje que la realidad.

Y oportuna porque permitió, por lo grotesca, que gran parte de su pueblo aceptara con llamativa tolerancia a esa dama de repuesta rápida pero esquiva para todo lo que no sea su firme impulso al aborto, que se ríe todo el tiempo a carcajadas frente al complicadísimo panorama donde puede tocarle ser protagonista. ¿Qué causa tanta gracia?, ¡Ay, Kamala!

No es novedad señalar cómo se han ido desnaturalizando étnicamente ambas costas del “gran país del Norte”. Pero volverlo a comprobar esta vez en California, como me acaba de pasar, resulta verdaderamente chocante. Casi no se encuentran ahí personas pálidas, altas, rubias como nos mostraba Hollywood. Lo más parecido, en su lugar, son los mejicanos que se están tomando venganza de la invasión anglosajona a fuerza de transcurrir períodos de ilegalidad ciudadana, pero de criar hijos a la vez.  Y lo que llama la atención es la gran cantidad de asiáticos y de musulmanes que pulula también por la costa Oeste. Otra gente, otra idea incompatible, salvo en el afán económico, con el sueño americano.

¿Serán ellos quienes hagan la diferencia de votos que necesita Kamala? Porque, mientras tanto, lo que se oye es que los verdaderos americanos están atrincherados en el Medio Oeste esperando que, a pesar de su costado caricaturesco, Trump los represente otra vez.

Claro que Estados Unidos no es exclusivo en esta invasión. Véase al laborista Starmer, permeable a los regalos, en Londres. O al completamente permeable Macron en París, donde todavía pretenden justificar la demostración LGTB que inundó a los Juegos Olímpicos de “tolerancia”. O a la reconquistable España por los moros que dirige Sánchez.

REACCION DERECHISTA

Por una parte, es imposible no entender la reacción mal llamada “derechista” que se enciende en gran parte de Europa. Sobre todo, sería ignorancia o interés no querer ver que el sistema falsamente representativo que arrancó mintiendo con la Revolución Francesa va camino a su fin; pero que desgraciadamente ese final no parece vaya a llegar sin inusitada y técnicamente sofisticada violencia, como la que ya se vive en por lo menos dos frentes bélicos.

Si lo que sucede en el resto del mundo es o no menos hipócrita resulta difícil de definir porque nos es mucho más ajeno. Y como los argentinos venimos desde largo tiempo haciendo lo posible para que entre nosotros reine la hipocresía, no nos salva descubrir -¡ahora!- que nos gobernó cuatro años un mentiroso compulsivo enredado en sus propias mentiras y a los pies de otros/as tan inmorales como él.

La solución para el país, una nación que tiene muchas capacidades para sobrevivir a pesar del caos mundial, no es sólo económica. Eso debería entenderlo un gobierno que, salvo un amago verbal de inicio, todavía no ha hecho nada para diferenciarse de la destructiva cultura inmoral del resto. Donde, encima, sus principales figuritas parecen tan frágiles en materia espiritual como las de gran parte del mundo.

¡Ay, Kamala! No vaya a ser que termines representándonos.