Espectáculos
LA OPERA DE GLUCK VOLVIO AL COLON DESPUES DE MAS DE MEDIO SIGLO CON UNA PRESENTACION DESLUCIDA
"Armide" no tuvo demasiada suerte
Ficha técnica: "Armide", tragedia lírica en cinco actos. Libro: Philippe Quinault. Música: Christoph Willibald von Gluck. Cantantes: Klara Csordas, Gustavo López Manzitti, Graciela Oddone, Silvina Sadoly, Alejandro Meerapfel, Víctor Torres, Alejandra Malvino, Carlos Ullán, Leonardo Estévez y Raquel Winnica. Escenografía: Margarita Jusid. Vestuario: Alicia Gumá. Iluminación: Félix Monti y Alfredo Morelli. Coreografía: Oscar Aráiz. Regie: Carlos Sorín. Compañía de Danza del Instituto Universitario Nacional de Arte, Coro (Eduviges Picone) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Carlos López Puccio). En el teatro Colón.
Sería agradable decir que esta nueva presentación de "Armide" resultó de primer nivel, pero lo cierto es que no fue así. Después de cincuenta y dos años de ausencia, la exquisita ópera de Christoph Willibald von Gluck, con su notable trasfondo psicológico, se volvió a dar el martes en el Colón, en una función (la séptima de gran abono de la temporada lírica oficial), que realmente hizo agua por casi todos lados. Afectada por una suerte de rigor estilístico musical casi siempre ausente y con una puesta en escena que no pasó de ser un escarceo, una mera tentativa de aproximación que está obligada a pagar toda la comunidad, esta "tragédie-lyrique" de 1777 con mucho de "divertissement", paradigma de la reforma que su autor impuso en el melodrama en su gloriosa etapa parisina, se volvió por ello por momentos tediosa, y pareció despojada de unidad dramática y de su incomparable encanto.
Al frente de la orquesta estable, en la que pese a su tamaño reducido abundaron las desprolijidades (y aun las desafinaciones) estuvo Carlos López Puccio, maestro estudioso de la producción de Gluck, cuya concentración y loable esfuerzo no alcanzaron para redimir una versión que no quedará precisamente en los mejores anales de nuestro coliseo (en las anteriores de 1943, 1945, 1948 y 1952 estuvieron Rose Bampton y Delia Rigal, Panizza, Kinsky, Calusio y Martini, Raoul Jobin, Martial Singher y Lydia Kindermann).
Caracterizada por tiempos por instantes de asombrosa velocidad, la suya no fue por cierto una traducción a la francesa, sino más bien una exposición de corte italianizante, en la que el elemento rítmico predominó sobre el despliegue melódico, sobre todo a través de un continuo de incoercible y permanente presencia.
VOCES EN CONFLICTO
La primera defección en el cuadro de solistas vocales fue la de la mezzo Klara Csordas (protagonista), cuya imperfecta dicción y su falta total y absoluta de comunicatividad, empalidecieron la lozanía de su registro y su estupendo color. Algo débil en el sector grave, cuya escritura es muy importante en esta ópera por sus efectos expresivos, y especialmente monocorde como consecuencia de una proyección hacia y desde los resonadores que carece de toda reverberación, la cantante húngara aplanó la dimensión de su personaje, que en su envergadura teatral ha sido comparado nada menos que con los de Kundry, Didon y Elektra.
A su lado, Gustavo López Manzitti (Renaud) se mostró muy incómodo y con continuas rigideces de emisión en el pasaje alto (no fue la suya una labor de tenor heroico, ni de tenor lírico), mientras que las sopranos Graciela Oddone (Phénice) y Silvina Sadoly (Sidonie) resultaron prácticamente inaudibles, lo que deslució obviamente sus partes (la delicada página inicial de esta última, "Vous troublez-vous, d"une image légre", sin ir más lejos, pasó completamente inadvertida).
En papeles de menor relieve, pareció en cambio muy apropiada la labor de Alejandro Meerapfel (Hidraot), Víctor Torres (Ubaldo) y Leonardo Estévez (Aronte), y también la de la mezzo Alejandra Malvino (el Odio), quien cantó con acentos de certera elocuencia, pese al forzamiento de las notas del sector agudo que ha venido poniendo en evidencia en tiempos recientes. De cualquier modo, fue sin duda la actuación del tenor Carlos Ullán (Artémidore y el Caballero Danés) la que reflejó la mejor fidelidad estilística de toda la noche.
PUESTA CINEMATOGRAFICA
Preparado en esta oportunidad por Eduviges Picone, el coro estable cumplió un desempeño muy apagado, por cuanto fue indebidamente ubicado en el foso, y tuvo asimismo ostensibles fallas de ensamble.
En cuanto a la puesta, realizada por el director de cine Carlos Sorín, sólo puede afirmarse que se trató de un muestrario de escasas ideas y soluciones improvisadas por parte de quien, según ha dicho públicamente, ""no tiene ningún mérito para hacer de "régisseur" de una ópera en un teatro como el Colón"" y
""no tengo idea sobre el ámbito"", según también señaló el realizador de