POR ANTONIO LAS HERAS *
En el pueblo donde vivía una persona muy creyente, al parecer de muchísima fe en Dios, hubo una imprevista, repentina y rápida inundación. Las calles se anegaron en minutos en tanto continuaba lloviendo que el Diluvio Universal parecía estar repitiéndose.
En esas condiciones la población inició la partida tan rápido como cada uno pudo, de la manera que tuviera a su alcance y llevando casi lo puesto. Lo que importaba era salvar la vida.
Un rato después de empezada la inundación el pueblo quedó deshabitado. Menos por una persona. Quedó alguien que, aferrado a una columna y en la terraza de su casa, orando y clamando a Dios por ayuda se negaba a irse.
En esas condiciones llegó una lancha del servicio de guardacostas ofreciéndole embarcar y marcharse. La persona se negó arguyendo que era muy creyente, tenía toda la fe puesta en Dios y que ƒl habría de protegerlo.
Poco más tarde pasó un bote de remos llevando una familia que escapaba del desastre natural, quienes se ofrecieron igualmente a recogerlo. Una vez más aconteció la negativa del creyente quien invocando la certeza de la protección divina decidió seguir aferrado a la columna de aquella terraza a merced de las cada vez más rigurosas inclemencias climáticas.
Tuvo una tercera oportunidad. Fue cuando lo sobrevoló un helicóptero de rescate. También se negó.
Finalmente, entrada la noche en tanto seguía implorando a Dios por su salvación, la tormenta, el frío, el hambre, el cansancio extremo, pudieron más que su fuerza de voluntad y cayó a las aguas muriendo ahogado.
El alma del muerto llegó enseguida ante Dios y frente a Su presencia le dijo:
"Dios mío desde que tengo uso de razón soy fiel creyente, sabes que mi fe es total y absoluta, ¿cómo es posible que me hayas hecho morir?"
El Creador mirándolo con dulzura y expresando una serenidad extrema, respondió:
"Querido mío, primero te mandé el barco de guardacostas; después un bote de remos, finalmente un helicóptero; a ninguno accediste esperando que Yo fuera en persona a salvarte. Estas aquí y te ha tocado morir porque tú mismo así lo elegiste".
Este breve relato es de mucho interés para quienes nos ocupamos de la reprogramación psíquica y el desarrollo del pensamiento en positivo. En primer término nos hace notar que siempre tenemos que estar atentos a las oportunidades que la vida nos provee pues éstas no llegan como uno puede prejuzgar de antemano, sino de las maneras menos esperadas. También remite a la importancia de la humildad, entendiendo por esto la capacidad personal de situarse en el lugar que a cada uno le corresponde habida cuenta de sus verdaderas realizaciones y no de lo que uno supone que merecería.
Aquí encontramos a alguien muy creyente que por serlo presupone que Dios tiene que ir "en persona" a rescatarlo. Es un acto de Hybris, inflación de la consciencia, se dice en Psicología Junguiana. Y los muchachos del café expresan: "es un agrandado" con la sabiduría habitual que el pueblo tiene. Un paso esencial para la vida en Armonía es ser capaz de situarse en el lugar que uno en verdad merece ocupar. Ni más arriba, ni más abajo. En ambos casos se trata de un error que debe corregirse.
QUEJAS Y ACCION
También esta historia pone atención a aprender de lo que hacen los demás. En este caso el hecho de que cada uno se aleja de la desgracia de la manera que tiene a su alcance. Lancha, bote, helicóptero. Es importante entender a carta cabal que ninguna persona inteligente permanece aferrada en el sitio donde se desencadena un diluvio.
Esto mismo hace a la vida cotidiana. ¡Cuántas personas se quejan y siguen quejándose de las situaciones por las que atraviesan y -empero- nada hacen para modificar! Inclusive se molestan cuando alguien -con afecto y buena actitud- buscar informarle sobre lo debiera hacer o dejar de hacer para salir de la situación que lo trastorna. Hemos conocido personas que cuando alguien les explica cómo debieran actuar para resolver, se les contestó con un: "¡Deja de reclamar!" Tal es la actitud mental negativa y la Hybris de esa persona que ni siquiera pudo entender que nada se la reclamaba ni se le pedía; sino que -por el contrario- se le estaba otorgando un beneficio.
Así como las Escrituras afirman que "muchos son los llamados, pocos los elegidos" en la vida cotidiana podemos decir que prácticamente todas las personas tienen a su alcance muy buenas oportunidades para vivir de manera intensa, plena, con afectos sanos, proyectos importantes, actitudes proactivas y todo esto que conduce a una existencia en Armonía. Mas la cuestión es que. ¡casi todos las convierten en oportunidades perdidas! Unos pocos, en cambio, las aprovechan con notable éxito. No es suerte. La suerte llama a quien ya está preparado, afirma un antiguo refrán. Es estar dispuesto a aprender, a modificar, a rectificar, a indagarse uno mismo, a pedir ayuda cada vez que sea necesario.
* Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo y escritor. Correo electrónico: alasheras@hotmail.com.