SUS IDEAS DE DESTINO, PREDESTINACIÓN Y LA INFLUENCIA DEL PSICOANÁLISIS
Aniversarios de Jean-Paul Sartre
El 21 de junio de 1905 –en pleno solsticio de verano– nacía en París Jean-Paul Sartre. Se están por cumplir 120 años de aquel acontecimiento. Falleció (también en París) el 15 de abril de 1980. Estamos próximos a los 45 años de ese acontecimiento. Tiene, entonces, sentido volver a su legado para extraer aquellas consideraciones filosóficas que siguen siendo de valía cuando estamos concluyendo la primera cuarta parte del siglo XXI.
Hay dos frases que –con sólo oírlas– ya recordamos que remiten directamente a Sartre. Son las conocidas: "Estamos condenados a ser libres." “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.
La idea completa se encuentra en su obra El existencialismo es un humanismo (1946) donde explica: “(…) el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.”
Aquí aparece un Sartre al cual puede entenderse como convencido de que cada una de las cosas que la persona hace es producto de su propia decisión. No habría elementos ajenos intervinientes y condicionantes. Ya veremos que, a sus 70 años pensaba diferente y hasta admitía una “destinación”, llamémosle.
EL NOBEL
También es recordado por haber rechazado el Premio Nobel de Literatura, que recibió en octubre de 1964 “por su obra que, rica en ideas y llena del espíritu de libertad y la búsqueda de la verdad, ha ejercido una influencia de gran alcance en nuestra época.”
Sartre afirmó toda su vida que un intelectual no debía poseer nada propio (siempre vivió en departamentos alquilados) y no aceptar premios de ninguna índole, pues estas cosas habrían de condicionar su libertad en la toma de decisiones.
En un primer momento, afirmó que no hay un destino preestablecido, y que somos libres para elegir nuestros caminos, así como crear nuestro propio significado en la vida.
Pero, ¿qué pensaba este filósofo cuando ya había cumplido los setenta años de edad? ¿Cómo entendía el proceso para que un humano pudiera ejercer esa libertad que lo llevara a convertirse en quién él mismo debía ser?
En los diálogos que dieron lugar al libro Autoretrato a los 70 años (Situaciones X) encontramos útiles datos al respecto. Sobre todo, para indagar en relación a su idea del concepto de “destino.” ¿Hay una real posibilidad del ejercicio pleno de la libertad personal… o estamos condicionados por aspectos que resultan invariables y anteriores a cualquier decisión consciente?
“En cierto sentido –explica Sartre– todos nacemos predestinados. Somos llevados a cierto tipo de acción desde el origen, por la situación en que se encuentran la familia y la sociedad en un momento dado.”
Y agrega: “… considero que no somos libres –por lo menos provisoriamente, hoy– porque estamos alienados. Nos perdemos siempre en la infancia: los métodos educativos, las relaciones padre-hijo, la enseñanza, Etc.; todo esto otorga un yo, pero un yo perdido.”
Esto implica que Sartre considera que la libertad humana, en cuanto absoluto, es algo del orden de lo imposible. Existe una “predestinación.” Y ese concepto está muy vinculado a las lecturas que –durante años– realizó de las obras del psicoanalista Jacques Lacan, como él mismo lo admitiera.
“Esto no quiere decir que tal predestinación –explica Sartre– no admita ninguna elección, pero se sabe que al elegir no se realizará lo que se ha elegido; es lo que llamo la necesidad de libertad.”
LA INFANCIA
Y ya nos adentramos en un pensamiento sumamente influenciado por el Psicoanálisis cuando nos dice: “Todo viene de la infancia, pero en un sentido mi proyecto actual no tiene ya nada que ver con el que tenía entre los doce y los quince años, cuando quería ser novelista y estaba influido por el arte por el arte, vagamente teñido de humanismo, de mi abuelo.”
Muy diferente a lo expresado en otros tiempos cuando sostenía que los procesos mentales inconscientes no pueden ser decisivos en la vida humana y señalaba: “Un ser humano adulto no puede ni debe estar defendiendo sus defectos en hechos ocurridos durante su infancia, eso es mala fe y falta de madurez”.
Lo mismo se advierte cuando señala: “El que quiere ser célebre no es eso lo que quiere: lo quiere todo.” O lo que es lo mismo, regresa a los deseos de la infancia cuando se ilusionaba en que sus padres podrían otorgarle todo cuánto ese niño pudiera desear. El autor va más lejos en su precisión: “Creo que uno llega a ser célebre si se lo propone, no por dones o disposiciones innatas.”
Al comentario: “En el fondo, las personas por las que siente gran estima, ¿no son las que tienen una ‘sed de absoluto’, como se decía en el siglo XIX?”, Sartre responde de manera concluyente: “Si, por cierto. Los que quieren todo. Es lo que yo mismo he querido. Naturalmente, no se lo alcanza, pero hay que quererlo todo.”
En lo que hace a su historia personal, la resume así: “Todo aquello con lo que soñé de chico, en cierto modo lo he conseguido. Pero lo que deseaba era otra cosa; no sé demasiado bien qué. Y eso no lo tengo…”.
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, magister en Psicoanálisis, filósofo, historiador y escritor. Email: alasheras@hotmail.com