Algo más que un momento histórico

Declarar la independencia es un acto que afirma y define la existencia de la Nación, es un momento histórico que no se agota en sí mismo, la independencia de los pueblos es algo más profundo, más rico que un momento histórico. La independencia es poder ser dueños y artífices de su propio destino.

El contexto político en el cual se produjo la declaración de nuestra independencia no fue el mejor, no sé si alguna vez hubo en la Argentina un contexto óptimo para la toma de decisiones difíciles y no debemos mirar muy lejos en la historia para comprender que las decisiones más trascendentales, en general, no se toman en un contexto calmo. El 9 de julio de 1816 es un día que se enlaza con el proceso histórico abierto el 25 de mayo de 1810.

¿Qué pasó? En Buenos Aires se dio el mismo proceso que en todo el Imperio Español. Prisionero el Rey, las comunidades asumieron temporalmente el poder, creando juntas. El fenómeno histórico del juntismo estaba en las raíces de la gran tradición hispánica y remite a la vieja España. Cuando el gobernante es tiránico o es destituido por una fuerza invasora- como ocurriera en España durante la invasión francesa- las juntas de gobierno comunales brotaron en la España peninsular y en la América Española al mismo tiempo.

¿QUÉ POSIBILITÓ DAR ESE EN NUESTRA TIERRA?

Deberíamos recordar que poco tiempo antes las milicias del Virreinato del Río de la Plata habían derrotado dos invasiones inglesas en 1806 y 1807. En una ciudad de 40 mil habitantes había 7 mil hombres en armas, una impresionante unidad entre Ejército y Pueblo. Y se había hecho solamente con nuestras propias fuerzas.

El problema para nosotros no era España, sino el absolutismo centralista que dejaba a los pueblos y comunidades del Imperio, tanto en la península como en América, en una condición de debilidad e insignificancia política.

Es en este marco y ante los hechos consumados de su época determinados por el absolutismo de la Santa Alianza, Belgrano y San Martin consideraron que lo conveniente era preservar a la región del Plata a través de la declaración de su independencia y del establecimiento de un modo de gobierno monárquico moderado que pudiera ser reconocido por la mayoría de las potencias europeas. Del mismo modo suponía que tal tipo de gobierno monárquico mantendría, como ocurría con Brasil, unificada a la enorme extensión territorial de las provincias liberadas, que habían integrado el antiguo virreinato rioplatense.

Nos aclara este tema el doctor Antonio Caponnetto en su libro ‘Respuestas sobre la Independencia’: “Realistas eran casi todos o todos los que pugnaban entre sí. No diré fernandinos o proborbones -que los hubo, y sobre todo entre los liberales vernáculos más exaltados- , pero sí favorables a mantener un sistema monárquico. La diferencia mayor era otra: o se respetaba o se conculcaba el principio de intangibilidad americana; ese privilegio americano de pertenecer al monarca legítimo, y no a cualquier sustituto colocado por un déspota o devenido en marioneta del Clan Bonaparte. Nuestra pertenencia era a la potestad regia castellana, no a los mercaderes de Cádiz, los pescadores de León, o a las arbitrariedades de un dipsómano instalado por el complot inicuo de los renegados de España. O se respetaba o se conculcaba ese pacto de vasallaje recíproco. Ahí está la diferencia sustancial de los bandos en pugna”.

Es importante destacar un hecho que muchas veces pasa desapercibido y tiene importancia fundamental, para entender cabalmente la importancia de los hechos: El 19 de julio, en sesión secreta, el diputado Medrano hizo aprobar una modificación a la fórmula del juramento, con la intención de bloquear algunas opciones que se contemplaban en aquel momento por las que se pasaría a depender de alguna otra potencia distinta de España. Donde decía «independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli», se añadió: "...y toda otra dominación extranjera".

El acta original, firmada por todos los miembros del Congreso, fue redactada en el libro de Actas de las sesiones públicas de dicha asamblea, pero ese libro se ha perdido. Algunos historiadores consideran que fue depositado en 1820 en la Legislatura de Buenos Aires, de donde posteriormente habría sido sustraído. En el Archivo General de la Nación Argentina se conserva una copia, realizada por el secretario Serrano a fines del mes de julio de 1816 (ver: Crónica Histórica Argentina, Tomo II, p 183-184, 1968, Ed. CODEX).

Por ello la Independencia que concebimos y resaltamos es la que defiende no anula la Hispanidad. Y para ello volvemos al doctor Caponnetto: “Si yo puedo defender una independencia que no expulsa a la Hispanidad sino que la supone como condición sine qua non, es porque esa Independencia y esos independentistas existieron. Aunque fueron derrotados, insisto. Y los triunfadores nos inventaron una patria en la cual no queda ni la terra patrum ni el don de Dios. Queda ese ‘lodo, lodo, lodo’ que repetía el recordado Padre Castellani. Bien entendidas las cosas, Hispanidad e Independencia se suponen necesariamente la una a la otra. Por eso llamo a la Independencia un acto legítimo pero doloroso. Lo primero, en tanto ese acto revistió las formas de la resistencia clásica contra una tiranía que pone en riesgo la existencia misma de la sociedad política. Lo segundo, esto es, lo doloroso, porque nunca es grato tener que llegar al límite de poner en práctica el ius resistendi. Pero entiéndase que nuestra noción de patria y nuestra práctica del patriotismo no declaman sólo una hispanofilia. Obliga a una hispanofiliación, como decían Goyeneche y Anzoátegui”.

Y a partir de esta Independencia defendida heroicamente en el cielo, mar y tierra, por más de dos siglos, siempre las FF.AA. defendimos nuestra patria.

Y no podemos dejar de señalar que la Guerra de las Malvinas fue un episodio más de nuestra lucha por la Independencia: los cuerpos de nuestros soldados que se funden con la turba de las Malvinas, los cuerpos de nuestros pilotos de la Fuerza Aérea y de nuestros Marinos que están en los mares helados del Sur, son semilla sembrada que un día fructificará, cueste lo que cueste y tenga que pasar el tiempo que tenga que pasar -porque la vida de las naciones se mide por escalas muy distintas de la vida de los hombres, esas semillas un día van a fructificar en una Patria nueva, van a fructificar en una Patria distinta, van a fructificar en aquella Patria que soñaron y por la cual se sacrificaron.

Los ejemplos de coraje y de heroísmo son fundacionales para las naciones y nosotros no lo podemos olvidar.

Tenemos que ser fieles, es un compromiso para los estamos vivos, es algo que tenemos que enseñar a nuestros hijos, porque a los niños se los educa enseñándoles los grandes principios, pero sobre todo se educa poniéndoles delante de la vista el buen ejemplo. El ejemplo de los santos y el ejemplo de los héroes. Y de esa manera, alimentada por el ejemplo vivo de los santos y de los héroes que son capaces de encarnar el ideal de Dios y el ideal de la Patria, así entonces y sólo así van a crecer argentinos nobles.

No podemos olvidar ese sacrificio de los que lucharon por la Patria porque todo gran sacrificio es sagrado.

Especialmente el sacrificio de los combatientes: silencioso y oculto.

No podemos olvidar que en esta Argentina lamentablemente acostumbrada al «no te metás», hace pocos años revivió el espíritu de nuestras luchas por la Independencia en un gesto heroico, y que ese gesto heroico fue compartido por todo un pueblo, por todos aquellos que se sentían argentinos; y que ese gesto heroico fue acompañado y admirado por todas aquellas naciones a las cuales nos unen lazos de sangre, de tradición y de idioma.

Esa América nuestra como dice Rubén Darío «que tiene sangre hispánica y que aún reza a Jesucristo y que aún habla el español». No podemos olvidarlo.

Hay un mensaje de los que entregaron su vida por la Patria a lo largo de su existencia. Y este mensaje está dirigido a nosotros, a los que todavía vivimos en el suelo de esta Argentina. Y ese mensaje significa para nosotros un deber, una obligación y todo un compromiso. Nosotros no podemos traicionar, no podemos olvidar estas palabras. Nosotros no podemos olvidar el sacrificio ni la sangre derramada por la Independencia.

La Patria, que es de aquellos que han muerto y la entregaron en nuestras manos y nosotros tendremos que entregarles un día a nuestros hijos una Patria de veras. Una Patria virtuosa.

* Cnl My (R) - Director del Instituto ELEVAN.