Al rescate de la historia argentina no contada

Osvaldo Gatto y su hijo tienen uno de los 6 talleres en el mundo dedicados a reproducir armamentos del pasado. Desde Rosario, hacen replicas exactas de armas y le venden a Hollywood y Europa. Su local es fuente de orgullo con una colección de 450 ejemplares utilizados en hechos históricos como las Invasiones Inglesas.

En el Taller de Osvaldo Gatto, en la ciudad de Rosario, lo que abunda en cada rincón es la historia argentina, pero no la que tradicionalmente se enseña en las aulas.
Su colección de 450 armas utilizadas en distintos hechos bélicos, como las Invasiones Inglesas, o en las hazañas históricas de Manuel Belgrano y José de San Martín pululan por doquier.
Pero lo sorprendente de esta extensa colección es que no todos son objetos originales, sino que se encuentran replicas exactas copiadas hasta en el menor detalle que han colocado a Gatto en el centro de atención de directores y estrellas de Hollywood.
Los comienzos de este emprendimiento no surgieron de forma fácil. Osvaldo trabajaba como docente de Historia cuando, a raíz de la crisis del 2001, decidió que su hobbie podía volverse una salida laboral rentable.
“Yo era un fanático de ir a los museos y admirar las armas expuestas por el arte y tecnología con que fueron fabricadas. Para mí un arma antigua, una pistola, resume toda la sabiduría del hombre que las construyó contenida en ese objeto”, explicó este hombre apasionado por las armas antiguas que se dedica desde los 12 años a estudiar de forma autodidacta el proceso de fabricación de estos objetos. Esta curiosidad lo impulsó a construir réplicas de modelos históricos.
El proyecto creció y se sumó su hijo Martín, quien también dejó su trabajo para volcarse al oficio de su padre. Los modelos que ambos fabrican son anteriores a 1870, una fecha significativa debido a la legislación global que considera que las armas producidas antes de ese año no representan un riesgo para la seguridad nacional. Esto se debe, entre otras razones, a la lentitud del proceso de carga previo al disparo, ya que estas armas se cargaban por la boca. Además, empezaron a fabricarse también cañones navales o de campo a escala o tamaño natural.

EL GRAN CAMBIO
Cuenta Gatto que un día en el año 2003 un llamado desde Miami les cambió la vida. Un argentino que vivía en esa ciudad quería comprar y exportar los modelos de cañones navales que fabricaban padre e hijo. Durante los siguientes cinco años, lograron vender 1.800 cañones de 22 modelos distintos. La alta y repentina demanda provocó que compraran el taller e invirtieran en máquinas. También sumaron más personal porque ellos dos no daban abasto con el trabajo.
En tanto, el revendedor en Estados Unidos tenía un circuito itinerante donde exhibía los cañones argentinos para su venta. Durante una de las ferias, atrajo la atención de una comitiva de Disney que buscaba materiales para la producción de Piratas del Caribe 2. “Los cañones que ves disparando en la película colocados en la baranda del barco son nuestros”, señaló orgulloso el profesor de historia.
Pero no fue la única película que utilizó armas compradas en el taller. “Vas a ver algunos de nuestros productos en ‘Capitán de Mar y guerra’ en la que actuó Russel Crowe. Una anécdota que tenemos con él es que nos llamó al taller y nos compró por teléfono desde Australia para su rancho uno de los cañones que nosotros vendíamos a Estados Unidos”, recordó con entusiasmo.
Hace pocos tiempo también se pudo ver su trabajo en dos películas argentinas. En “Belgrano” de Juan José Campanella se utilizaron varias de las armas creadas por Gatto. “Campanella vino con los actores al taller para el diseño de las réplicas”, señaló el artesano. También participó con su trabajo en “Revolución, el cruce de los Andes”.

ORGULLO
El participar con su trabajo en varias películas y documentales enorgullece a los empleados del taller. Ver sus réplicas en la pantalla grande es algo emotivo para ellos. Para Osvaldo también lo es, pero como todo artesano al que le gusta el detalle, a veces, ver una recreación histórica, en la que no participa, le provoca cierto enojo por la inexactitud. “En la película Frankenstein en 1994, que protagoniza a Robert De Niro, aparece la historia situada en 1800 y muestra un arma que se inventó en 1830. El director Kenneth Branagh erró por 31 años. Se me desdibujó la película”, confesó el armero.

CONTRATIEMPO
En 2008, la crisis financiera en los Estados Unidos repercutió en el trabajo del taller. Los pedidos cesaron y tuvieron que reducir el personal que los ayudaba. Para aquel momento la esposa y el padre de Osvaldo quedaron en el emprendimiento y, junto a su hijo Martín, lideraron la producción de los pedidos que llegaban cada vez más desde otro mercado: Europa.
Así, de la alta demanda de cañones se pasó a las pistolas como protagonistas. Trabajar para clientes europeos ha permitido a los rosarinos ganar una mayor reputación a nivel internacional. Este reconocimiento es tan notable que incluso han sido contratados para restaurar armas valoradas en más de 70.000 euros para museos en Berlín.
“He construido armas para museos españoles. Un ejemplo es un mosquete de mecha construido para el museo de Valladolid, España, país a donde hemos exportado una cantidad interesante de réplicas de armas de todo tipo”, explicó el historiador.
Simultáneamente, los pedidos no dejaban de llegar. “El Ayuntamiento de Bruselas nos compró un cañoncito de 40 kilos para obsequiarle al jefe del Estado mayor de la OTAN, que se retiraba y le pasaba la posta a otro comandante”, recordó el armero.
"Lo que el europeo nos pide es algo más artístico. Soy el único artesano armero latinoamericano homologado en todos los bancos de prueba de Europa”, destacó Gatto.
Luego agregó que “hay muchísimas obras nuestras en Europa. Pero ¿qué pasa? El arma llega a España, a Italia, a Alemania, a Inglaterra o a Francia, y no se la entregan directamente al cliente. Va a lo que se conoce como un banco de prueba donde le hacen un testeo de tormento, la desarman, le hacen sobrecarga y le revisan la construcción. Y si todo va bien, que hasta ahora siempre fue así con nuestros productos, le colocan un sello de aprobación. Luego se fijan en quién la fabricó y queda asentado en un libro y a mí me mandan un certificado. Nosotros estamos homologados en el banco de prueba de Birmingham, en el de Lieja, en el de Saint-Etienne, de Francia, en el de Nuremberg, de Alemania, entre otros”.

CABALLERÍA
Pero no todos los pedidos son de grandes producciones, museos u organismos. También muchos coleccionistas o aficionados a la historia lo han contactado con algún pedido que no siempre es fácil de cumplir.
“Si una pistola, fusil o rifle no lo tengo porque no lo conseguí, tengo coleccionistas amigos que me facilitan, a veces, el ejemplar que yo busco”, señaló el historiador.
Pero aún a este armero reconocido en el mundo le ha tocado una búsqueda compleja que terminó en una de las anécdotas más emotivas que siempre resguardará en su memoria.
“Un hombre checoslovaco nos contactó pidiendo una replica de una pistola Lorenz de caballería, modelo 1859, y no teniendo yo la original, fuimos al Museo de Armas de la Nación para consultar si la tenían en su colección. Un coronel, que era en ese momento el director del museo, nos reconoció de una feria de armas realizada en el 2005 en que había visto los cañones y todo lo demás que nosotros hacemos. Así que para nuestra visita dio la orden de cerrar el museo y le dijo a la curadora del lugar que fuéramos a la sala donde estaba la Lorenz 1859. La sacamos de la vitrina y durante ese tiempo en que nos quedamos le hicimos una copia radiografiada completa. Fue increíble la experiencia de estar ahí y, lo mejor, es que pudimos hacer la réplica a la persona de Checoeslovaquia”, dijo el artesano orgulloso.
Consultado sobre cómo se utilizan las nuevas tecnologías para replicar este tipo de armas de difícil acceso por su antigüedad Osvaldo señaló a su hijo Martín como el