Buena Data en La Prensa

Al gran pueblo argentino ¡salud!

 

La vara es demasiado alta. Según se cita en el Preámbulo de su Constitución de la Organización Mundial de la Salud, “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Si la salud fuera lo que la OMS pretende, no sería aventurado pensar que no existe humano sano sobre la tierra. ¡Qué levante la mano quien se encuentre en un estado de plenitud absoluta en lo que respecta a su cuerpo, su psiquismo y su ambiente!

IMPERATIVO

El diseño humano ha sido creado con un regalo incluido. Aquello que quiere fomentarse, para mantenerse con vida, viene acompañado de placer: dormir cuando se tiene sueño, comer con hambre, beber con sed, moverse libremente o jugar vienen de la mano de un “aliciente” para el bien individual y de la especie.

Resulta que en los últimos tiempos se ha impuesto una especie de imperativo kantiano, de obsesiva obligación de hidratarse, respetar dietas que incluyan colores variados y entrenamiento físico. Incluso hasta se utilizan aplicaciones que indican cuánto y cuándo beber, qué cantidad de calorías tienen los alimentos o cuántos pasos se realizan en el día.

¡Qué paradójico que en una época en la que se habla tanto del disfrute y de los placeres sensibles, aquello que de por sí produce placer se imponga como mandato!

ADITIVOS ALIMENTARIOS

Prácticamente todos los productos alimenticios industrializados, contienen "aditivos alimentarios". Estos forman parte de la letra chica que figura en las etiquetas y envoltorios.

La página de la OMS dice que "Los aditivos alimentarios son sustancias que se añaden principalmente a los alimentos procesados, o a otros alimentos producidos a escala industrial, con fines técnicos, por ejemplo para mejorar la inocuidad, aumentar el período de conservación o modificar sus propiedades sensoriales”.

En Argentina se utilizan los números INS. Esta enumeración está asignada por el Codex Alimentarius, para identificar a cada aditivo alimentario. Los números INS generalmente corresponden con los números E (utilizado por la Unión Europea) para el mismo compuesto. Por ej. el INS 102 es la Tartrazina que es también el E 102.

El sitio web https://www.aditivos-alimentarios.com/ da cuenta de la existencia de 752 elementos, calificando a 262 de alta toxicidad, a 124 de media toxicidad, a 237 de baja toxicidad, mientras que 129 figuran en revisión.

Entre los aditivos de alta toxicidad publicados, podemos mencionar a modo de ejemplo: la nombrada Tartrazina INS 102, que se utiliza en algunos dulces, golosinas, postres, helados, galletas, etc., el Glutamato Monosódico INS 621, que se utiliza en algunos productos salados, sazonadores, sopas en polvo, etc., el Dióxido de Titanio INS 171 que se lo utiliza como blanqueador y puede encontrarse en chicles, bebidas en polvo, yogures, etc., como también el Benzoato sódico INS 211 que se lo utiliza en algunas gaseosas, bebidas energéticas y mermeladas entre otros.

LOS SELLOS

Sin embargo, estos datos están ausentes o con una presencia tan minúscula que difícilmente puede ser tomada en cuenta. Los sellos nada dicen de otros agregados en los alimentos industrializados que, acumulados, podrían ser aún más peligrosos.

La ley 27.642 de etiquetado frontal, promulgada en 2022, dice promover la alimentación saludable mediante avisos en los envases de los productos, poniendo en evidencia aquellos que tienen exceso de azúcares, grasas y sodio, pero puede hacer creer a muchos que con esa información ya se conoce todo sobre el producto. Los hexágonos negros asaltan al posible comprador que queda absorto delante de la góndola pensando en que mejor sería dejar de comer. Ni que hablar para aquellos que tienen trastornos de la alimentación.

PATOLOGIZAR LA PERSONALIDAD

Cada vez es más frecuente la utilización de términos técnicos provenientes de la psiquiatría para referirse a costumbres o características de la personalidad medianamente normales. Por ejemplo, decir que tiene un TOC (trastorno obsesivo compulsivo) una persona detallista y minuciosa, que alguien desconsiderado es un psicópata o que es un depresivo alguien que simplemente está triste. Este supuesto diagnóstico hecho por legos fue confundiendo y borrando, en el habla coloquial, los límites entre las conductas normales y las que no lo son.

MEDICAR LO SANO

En la misma línea de patologización de lo sano se da la medicalización de procesos normales. Si bien es posible regular la fecundidad por métodos naturales efectivos, los anticonceptivos hormonales -sustancias destinadas a alterar un sistema reproductivo que «funciona bien»- se han masificado. Cumplen su función, alterando un proceso normal.

“Medicar lo sano” se traduce también en el uso de bloqueadores de la pubertad utilizados en niños trans para evitar los cambios normales del crecimiento, alterando el tiempo de natural de maduración sexual del cuerpo en su pasaje de la niñez a la adultez, aun cuando se sabe que la inmensa mayoría de los niños que padecen de inconformidad con su sexo, terminan aceptándolo pasada la pubertad.

En fin, ante propuestas culturales que dicen cuidar, pero no cuidan, viene bien abrir el camino con estas reflexiones deshilachadas, recordando, como decía el escritor colombiano Gabriel García Márquez, “No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad”. Para ella fuimos creados.

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