Homenaje a Juan Manuel de Rosas a 148 años de su paso a la inmortalidad (14-03-1877)

Al consolidador de la soberanía nacional


“Hay que estar vacunados contra la enfermedad política que se llama Revolución, cuyo término es siempre la descomposición del cuerpo social”, dijo Juan Manuel de Rosas a Josefa Gómez, el 5 de agosto de 1868.

“Cómo argentino me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos, efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en qué pocos estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados, yo felicito a usted muy sinceramente, cómo igualmente a toda la Confederación Argentina. Que goce usted de salud completa, y que al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino, son los votos que hace y hará siempre en favor de usted su apasionado amigo y compatriota”, expresó José de San Martín a Rosas, el 6 de mayo de 1850.


EL CAUDILLO

Permítanme presentarlo, sin cansar al auditorio: fue criollo bonaerense y federal apostólico. Su partido fue la Patria. Sin más vueltas de hojas. Le decían el Indio Rubio. Su nombre: Juan Manuel de Rosas.

Creció en la vida rural, la campaña fue su cuna. Aprendió a domar potros, pasiones y fortunas. Lo templó la Pampa Gaucha y se hizo uno de ellos: Un caudillo, un conductor, que predicó con el ejemplo.

Su palabra era la ley: “para todos la mesmita”. Pues el orden garantiza que haya paz y justicia. Y ante el caos desatado por la guerra interior, Buenos Aires lo honró con el título de Restaurador.

EL EXTERMINADOR DE LA ANARQUÍA

Asumió el mando de una república endeudada: Un infierno en miniatura, una Patria desalmada. Mas con tesón y energía no dejó nada al azar. Se encomendó al Todopoderoso y comenzó a trabajar.

Gobernando con mano firme, cargó toda responsabilidad. Dio valor a la palabra, bregando siempre por la unidad. Restaurando las leyes y las instituciones violadas. Regresando un pueblo a la esencia de su Patria.

Y con el pacto federal que a la Argentina le dio, logró unir la Argentina en una digna Confederación.

EL HÉROE DEL DESIERTO
 

Asolada por dentro y por fuera, con admirable tesón, no aflojó la cincha y sus destinos presidió. Representando a las provincias ante el mundo exterior: Plantados como pequeña pero soberana nación. Protegió las fronteras contra el artero malón, aliados de foráneos que nuestro sur codiciaron. Con la palabra y sable en mano, a la campaña se lanzó. Y en marcial galope, el desierto su paso abrió.

Rescató muchas cautivas, llevó el orden a las tolderías. Fomentó el asentamiento de población criolla y nativa. Fundó pequeños pueblos que se volvieron urbes productivas. Abrió el surco con su sable. Consolidó soberanía.

CONSPIRACIONES AD INTRA Y AD EXTRA

Y permítanlo que deba fruncir un poco el ceño, pues ejercer la autoridad es asunto muy serio. Fue primus inter pares, sacrificado por completo. Mas odiado por los ingratos, vendepatrias con frac negro. Logistas, demagogos, día y noche conspirando, doctorcitos de escritorio al extranjero convocaron, para que esclavice esta Patria, una, libre y soberana, para que derribe al hombre de estado -que ellos llamaban “tirano”-.

Le cuestionaron no haber dictado una constitución para la república, plagiar cualquiera extranjera aunque no tenga cordura alguna: los ilustrados querían vestir el cuerpo con un traje que no le quedaba.

¡Que no le vengan con libritos ni sus chúcaras quimeras! ¡Ni con locas teorías que pergeñaron sus cabezas! Rosas tiene como escuela la arraigada tradición gauchesca y una inteligencia ordenada por la sana prudencia. Hombre respetuoso del orden natural y sobrenatural, de la realidad concreta y del pueblo, su identidad. Gobernó con estilo argentino y jamás se lo perdonaron. Optó por ser grande la Patria y no colonia extranjera. Supo apoyar su gobierno en los principios cristianos.

Comprendió que desde siempre el liberalismo es pecado. Que era posible y necesario una Cristiandad en estos pagos, una Argentina restaurada bajo la Cruz y la Espada.

LA GESTA DE LA SOBERANÍA NACIONAL

Así se mantuvo firme, con sus convicciones en cincha, enfrentando a los franceses y sus locales satélites: los unitarios impíos, salvajes, felones. En palabras de San Martín, el clamor del Gran Jefe: tamaña traición, ni en el sepulcro desaparece. Y aunque Francia humillada, regresó con los soberbios ingleses, Rosas los esperó bien plantado y con cadenas de este a oeste.

Noventa buques mercantes y veinte de guerra vinieron cual comadrejas a robar lo que no les pertenece. Navegando el Paraná, sin pedir ningún permiso, se olvidaron de tratados y de mutuos compromisos. Los maulas se traían sus mercaderías, mas nosotros los esperábamos con nuestra artillería: Y tronaron los cañones, los abuses silbaron, y las bayonetas de sus colorados, las carnes desgarraron.

Rosas era de pocas pulgas y el hocico no escondió, la independencia de la Patria con arrojo defendió. Sin aflojarles siquiera ni un tranco de pollo: ¡No han de pasar! ¡Obligado es el clamor!

La gesta del Paraná es testigo de honor y gloria: Obligado, San Lorenzo, Tonelero y el Quebracho, a las principales potencias del mundo, con coraje expulsamos y Rosas conquistó sus laureles como ‘Gran Americano’. La bandera nacional recibió su desagravio, saludándola los invasores con 21 cañonazos, congraciándose la historia, reparando la injusticia, escribiéndose una página que jamás se olvidaría.

EL LIBERTADOR

Hasta San Martín cantó la firmeza del patriota Juan Manuel, quien supo hacerle frente al francés y al inglés, defendiendo independencia y soberanía nacional, aquello que su espada supo una vez conquistar. Dijo que la acción de Obligado fue igual de trascendente que nuestra guerra contra la España, que lo sepan bien las gentes: los argentinos no somos empanadas que se comen simplemente con abrir bien la boca y hacer tronar los dientes. Que los triunfos de Rosas, fueron su aliciente, pues vio una Patria ordenada y coronada de laureles. Por ello legó su sable, el anciano Libertador como herencia y legado al ilustre Restaurador.

MÁS NO HEMOS PODIDO

Mas al Gran Americano se la tenían jurada. Y ante el plantón de Urquiza, en sus filas se enrolaron, comprados por el oro del imperio brasileño, desencadenando una nueva guerra en nuestro tan curtido suelo. Un Ejército Grande, de traidores y extranjeros, se enfrentaron al ejército de la Confederación en Caseros. Obteniendo la victoria y el derrocamiento de Don Juan Manuel de Rosas en un 3 de febrero.

Llegaba el fin de una historia coronada por laureles, una Argentina Épica que logró mantenerse, a poncho y lanza frente a los vientos inclementes, que asomaban el poniente, obscureciendo las mentes.

Rosas fue exiliado y cual gaucho matrero, le pusieron precio a su cogote, lo trataron peor que a un perro. Lo llamaron reo de ‘lesa Patria’ y ‘tirano depuesto’. Le prohibieron otra vez pisar su amado suelo. Sus propiedades se confiscaron, lo odiaron por ser patriota.

Y a sus leales seguidores los ahorcaron por mazorqueros. Y su historia falsificaron, sus enemigos la escribieron. Asegurándose que “ni sus cenizas tendrá esta tierra” como exclamó José Mármol. Mas no pudieron tapar su huella en el alma de su pueblo amado.

LEGADO

Rosas vivió en una granja de Inglaterra, su exilio forzado, pobre y sin rencores, a sus enemigos había perdonado. Su espalda se encorvaba mientras sus vacas, ordeñaba y sus manos curtidas por el campo, su propia tierra, labraron. Su rastro glorioso por los vencedores fue sepultado, mas su espíritu se mantuvo firme cual mandato sanmartiniano: “será colmado del justo reconocimiento de todo argentino honrado”. Por eso hoy lo bendigo, y le pido este favor:


¡Brigadier General!

¡Contumaz Contrarrevolucionario!

¡Enséñanos a seguir tu ejemplo,

la Patria se cae a pedazos!

La revolución mundial anticristiana

está dando sus últimos pasos

para robarnos el alma

que nos ha hecho cristianos.

Por derecha y por izquierda,

se nos vive atacando,

por adentro y por afuera,

la hidra extiende sus brazos.

Los falsos profetas pululan

con sus cantos de sirena

y están enviando al foso

lo poco que nos queda.

Danos tu brazo firme.

Danos tus pies de gallo,

para que arraigados a la tradición histórica

podamos morir peleando.

Danos tu corazón ardiente

de Patria enamorado,

danos tu prudencia aguda,

y tu consejo de hombre sabio.

Así nos mantendremos firmes,

en cada inhóspita trinchera.

Y seremos voz en el desierto,

que clama en la tormenta.

Y por las noches de vigilia

que todavía nos esperan,

nos convoque tu ejemplo,

con tus santos y señas.

Para enfrentar los vicios

con una vida virtuosa.

Para saber vivir con honor

y morir con las botas puestas.

Resistiendo el aluvión,

aunque vengan degollando.

Trabajando con fervor

por el pequeño rebaño.

* Profesor de Historia. Miembro del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas de Lomas de Zamora.