Páginas de la historia

Agustín Irusta

“Un gran artista siempre es un ciudadano del mundo”...y Agustín Irusta, fallecido hace 37 años, lo fue cabalmente, porque con sus jóvenes 26 años ya triunfaba en París cantando en la orquesta de Francisco Canaro junto a Roberto Fugazot.

También España le abrió sus puertas a un trío que integró Irusta durante ocho años con el citado Fugazot y Lucio Demare, este, un excelente pianista y gran compositor, autor de ‘Malena’ y ‘Mañana zarpa un barco’.

Agustín Irusta también filmó películas en México, en España y en la Argentina. Residió los últimos quince años de su vida en Caracas, Venezuela, donde también cantó y actuó, filmando varias películas en ese país, en el que finalmente falleció un 24 de abril de 1987.

Agustín Irusta fue, diríase, un privilegiado de la vida. Nacido en Rosario en 1902, la naturaleza lo dotó de una voz simultáneamente suave, viril y de una buena predisposición musical. Y todavía acompañaba a esos atributos un rostro de agradables facciones y una buena apostura física. Tenía incluso una aceptable aptitud actoral. Y comenzó precisamente como actor en su Rosario natal. Algo dentro de sí le indicaba que debía ampliar su camino artístico. Y “quien nació para cantar no puede vivir en jaula”.

 

RETROCEDAMOS EN EL TIEMPO

Había llegado a Buenos Aires a los 19 años y estaba actuando en la obra ‘Los muchachos de antes no usaban gomina’, nada menos que en la compañía de Muiño-Alippi, noche a noche, uniendo su privilegiada tesitura de tenor, a su apostura varonil, logró un gran suceso interpretando –dentro de la obra- el tango ‘La última copa’ de Caruso y Canaro.

Es el peldaño que le permitió acceder a la orquesta de este último. Pero nada alteraba su natural modestia. Él comprendía intuitivamente que “quien siente trascendentes sus éxitos, sentirá trágicos sus fracasos”.

En ese momento, Canaro viajó a Europa con su orquesta. Transcurría el año 1928. Irusta Tanía 26 años. Un barco lo llevó a París como cantor de la orquesta junto a Roberto Fugazot. La ciudad luz lo deslumbró.  Pero él sabía que “Las grandes ciudades suelen carecer de estrellas. Y a veces de sueños…”. Allí encontró accidentalmente a Lucio Demare y entre mate y mate, Irusta y Fugazot le pidieron a Demare que ejecutase alguna composición al piano. Demare aceptó. Irusta y Fugazot pidieron prestadas unas guitarras y acompañaron a Demare vocalmente... Interpretaron una, dos, cinco composiciones. Estaban como embriagados: “Es que el arte es como una embriague... que a veces inmortaliza al ebrio”.

Y un fuerte abrazo selló el nacimiento del trío Irusta - Fugazot - Demare, que durante ocho años les daría prestigio, dinero, honores… Tan es así que en España, pasadas ya seis o siete décadas, aun se los recuerda.

En 1936 Agustín Irusta regresó a la Argentina. Tenía sólo 34 años. Se incorporó firmemente a nuestro cine. ¿Títulos? ‘Ya tiene comisario el pueblo’ (1936), ‘Nobleza gaucha’ (1937), ‘Puerta cerrada’ (1939), en fin... ‘Tres hombres del río’ (1946), por citar las más conocidas.

Pero estoy olvidando al compositor. En ese campo, creó con Fugazot la letra del tango ‘Dandy’ (con música de Lucio Demare). Y también los famosos valses “Salud, dinero y amor” y ‘El trovero’.

Irusta confesaba, habiendo sido un prolífico creador, que la letra de ‘El trovero’, de su autoría, lo emocionaba cada vez que la oía.

Tenía realmente un tierno lirismo. ¿Recuerdan? “El trovero que llega hasta ti / para verte asomar al balcón / hoy te vuelve a ofrecer su canción / esperando le digas que sí”.

El tiempo, “ese nudo corredizo que nos oprime sin prisa pero sin pausa", va transcurriendo. Y el presente siempre va modificando al pasado. Y el galán y cantor ha cumplido 70 años.

Sigue actuando, aunque lo hace esporádicamente. A principios de 1987 le afecta una imprevista dolencia. Tres meses después, el 24 de abril, hace crisis, transformando a Agustín Irusta en un recuerdo. Tenía 84 años.

Tuvo una vida intensa con un sentido irrenunciable de la dignidad y con un alto sentido de la amistad y del honor.

Puede decirse que vivió una existencia feliz y serena.

Y un aforismo final para Agustín Irusta. Que no lo escribí por él, pero le atañe: “La riqueza espiritual no sufre bancarrotas”