Estoy seguro que muchos desconocen que una pieza folklórica argentina, denominada “Estilo Pampeano” –compuesta para guitarra- figura como composición obligatoria en numerosos conservatorios de Música de países europeos. Y así la ejecutan alumnos holandeses, belgas, rusos y noruegos.
El autor fue un hombre modesto -“La modestia de los grandes confirma su grandeza”- fue también cálido, introvertido, de los que prefieren la última fila antes que el escenario. Se llamó Abel Fleury.
Había nacido en Dolores, Provincia de Buenos Aires, suelo de poetas y payadores. Una circunstancia le dio a Abel Fleury en un momento dado una gran popularidad.
Hace unos 60 años, quizá más, cuando no existía en nuestro país la TV, Freury fue contratado para actuar los domingos al mediodía en la audición más escuchada del momento, auspiciada por un famoso jabón de lavar. Jabón Federal, que ya no existe.
Le tocó compartir el micrófono –y la fama- con Angelillo, –gran cantante español- con Berta Singerman, con Fernando Ochoa. Primero como solista y luego dirigiendo el conjunto “Cien Guitarras Argentinas”, llevó su música desde la onda de Radio Belgrano, a todos los rincones de la patria.
Su expresión musical, nostalgiosa y profunda, mostraba la magia del sentir pampeano como pocos podían hacerlo. Porque Fleury traducía con justeza la belleza, el color y el misterio de nuestra pampa húmeda, donde el amanecer parece más amanecer.
Tuvo además el mérito de ser un pionero en el uso de la guitarra criolla instrumental. Porque anteriormente se la conocía a esta, solamente como acompañante de la voz humana. Fleury fue también compositor. Sus canciones folclóricas son, -salvo algunas pocas excepciones una tonada, un chamamé, una cueca- de contenido plenamente sureño.
Y algo curioso. Fleury compuso también un tango. Un solo tango: “Brindis de Sangre” y lo llevaron al disco, nada menos que Ignacio Corsini, Azucena Maizani, Libertad Lamarque y posteriormente Julio Sosa.
Tenía casi 50 años cuando parte para Europa. Durante un año deslumbra con su guitarra, especialmente en España, donde llega a comparárselo con Tárrega, el famoso compositor y guitarrista español.
Y una anécdota que jugó un papel decisivo en la vida de este artista argentino.
Corría el año 1928. Abel Fleury tenía 23 años y una circunstancia hizo que se radicara en Tres Arroyos, donde para ganarse la vida daba clase de guitarra.
Una noche llega contratado para dar un concierto en Tres Arroyos, Andrés Segovia, la figura mundial de la guitarra. Abel Fleury asiste al concierto. Queda deslumbrado por la magia del sonido que el insigne músico español arranca a su instrumento.
Segovia debía regresar al día siguiente a Buenos Aires en el tren de la tarde. Y aprovecha la mañana primaveral para caminar por las calles arboladas de Tres Arroyos, mientras aspira el perfume de los jazmines en flor. Y el aforismo final: “La modestia de los grandes confirma su grandeza”.
El autor fue un hombre modesto -“La modestia de los grandes confirma su grandeza”- fue también cálido, introvertido, de los que prefieren la última fila antes que el escenario. Se llamó Abel Fleury.
Había nacido en Dolores, Provincia de Buenos Aires, suelo de poetas y payadores. Una circunstancia le dio a Abel Fleury en un momento dado una gran popularidad.
Hace unos 60 años, quizá más, cuando no existía en nuestro país la TV, Freury fue contratado para actuar los domingos al mediodía en la audición más escuchada del momento, auspiciada por un famoso jabón de lavar. Jabón Federal, que ya no existe.
Le tocó compartir el micrófono –y la fama- con Angelillo, –gran cantante español- con Berta Singerman, con Fernando Ochoa. Primero como solista y luego dirigiendo el conjunto “Cien Guitarras Argentinas”, llevó su música desde la onda de Radio Belgrano, a todos los rincones de la patria.
Su expresión musical, nostalgiosa y profunda, mostraba la magia del sentir pampeano como pocos podían hacerlo. Porque Fleury traducía con justeza la belleza, el color y el misterio de nuestra pampa húmeda, donde el amanecer parece más amanecer.
Tuvo además el mérito de ser un pionero en el uso de la guitarra criolla instrumental. Porque anteriormente se la conocía a esta, solamente como acompañante de la voz humana. Fleury fue también compositor. Sus canciones folclóricas son, -salvo algunas pocas excepciones una tonada, un chamamé, una cueca- de contenido plenamente sureño.
Y algo curioso. Fleury compuso también un tango. Un solo tango: “Brindis de Sangre” y lo llevaron al disco, nada menos que Ignacio Corsini, Azucena Maizani, Libertad Lamarque y posteriormente Julio Sosa.
Tenía casi 50 años cuando parte para Europa. Durante un año deslumbra con su guitarra, especialmente en España, donde llega a comparárselo con Tárrega, el famoso compositor y guitarrista español.
Y una anécdota que jugó un papel decisivo en la vida de este artista argentino.
Corría el año 1928. Abel Fleury tenía 23 años y una circunstancia hizo que se radicara en Tres Arroyos, donde para ganarse la vida daba clase de guitarra.
Una noche llega contratado para dar un concierto en Tres Arroyos, Andrés Segovia, la figura mundial de la guitarra. Abel Fleury asiste al concierto. Queda deslumbrado por la magia del sonido que el insigne músico español arranca a su instrumento.
Segovia debía regresar al día siguiente a Buenos Aires en el tren de la tarde. Y aprovecha la mañana primaveral para caminar por las calles arboladas de Tres Arroyos, mientras aspira el perfume de los jazmines en flor. Y el aforismo final: “La modestia de los grandes confirma su grandeza”.