POR EDUARDO LIGIO GANEAU *
Este 20 de noviembre celebramos el Día de la Soberanía Nacional, recordando la resistencia argentina frente a la invasión anglo francesa de 1845 en la Vuelta de Obligado.
Soberanía nacional es la atribución de la República Argentina, como un Estado-nación más entre doscientos, de poseer la más alta autoridad en sus jurisdicciones y no admitir la existencia de otra superior.
La soberanía nacional pertenece al pueblo argentino, quien desde 1816 gobierna a través de sus representantes y le otorga a la Argentina la potestad hoy de administrar sus jurisdicciones que, en distintos status, alcanzan a once millones de kilómetros cuadrados, conforme a sus conveniencias y decisiones, sobreviviendo como nación y desarrollándose en saludable convivencia con los demás habitantes del mundo.
HITO EN LA HISTORIA
La reforma constitucional de 1994 representó un hito en la historia argentina y a tres décadas pocos argentinos pueden advertir todas sus implicancias. La incorporación de la Disposición Transitorio Primera determinó, como nunca, la legítima e imprescriptible soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, que están invadidas por la Corona Británica y su Reino Unido desde 1833 hasta el presente, con excepción de un mes y medio durante 1982 (entre el 2 de abril y el desembarco británico del 21 de mayo).
Algunos detalles son importantes, como conocer que Carlos III, como Corona Británica, es Jefe de Estado de quince Estados-nación que, además del Reino Unido y 14 territorios de ultramar, que suman 19.000.000 de km2 terrestres y 38.000.000 km2 marítimos, totalizando casi el 12 % de la superficie terrestre. Tres de ellos son los territorios que pretende quitar a la Argentina y dependen directamente del rey.
Este 20 de noviembre y a 30 años de la Disposición Constitucional estamos a tiempo de interpretar que a partir de 1994 establecimos indirectamente la condición de agresor de la Corona Británica y su Reino Unido por invadir y ocupar 2.600.000 km2 insulares y marítimos cuya soberanía intentará por siempre consolidar debido a su inconmensurable valor económico y geopolítico.
Pero no solo eso, su posesión de las islas son el medio para pretender la soberanía británica sobre otros 5.500.000 km2 de un “sector antártico británico” que comprenden a los 4.600.000 km2 del Sector Antártico Argentino. Es decir, lo que para Argentina “vale” 7.200.000 km2, para la Corona son 8.100.000 km2.
Es decir, así como la Corona Británica es un invasor y, por ende, “agresor” de Argentina según la definición de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la Disposición Constitucional Primera define implícitamente también la condición argentina de imprescriptible “amenaza” para la Corona Británica, por pretender recuperar casi otra Argentina usurpada por el Reino en las islas sudatlánticas y su mar jurisdiccional.
Es hora de comprender que, mientras tengamos la Disposición Transitoria Primera, Argentina es y será para la Corona, independientemente de su situación nacional, acción y predisposición argentina para la cooperación, una amenaza sobre los 8.100.000 km2 británicos que ocupa y pretende consolidar con todo tipo de medios que incluyen la fuerza militar.
CONTROL BRITANICO
Vale resaltar que desde Malvinas dicha Corona controla las islas, el Atlántico Sudoccidental, los tres pasos interoceánicos Atlántico-Pacífico, la Antártida, el tráfico intercontinental y todos los valiosos y multifacéticos intereses británicos en Argentina.
La Corona también cercena la zona económica exclusiva argentina continental frente a Santa Cruz y Tierra del Fuego y no permite a Argentina conformar una organización de ordenamiento pesquero más allá de las 200 millas náuticas con los países pesqueros porque admitir la presencia británica implicaría un reconocimiento de su soberanía.
En medio de una sostenida consolidación de las mencionadas y valiosas apetencias territoriales a costa de Argentina, la estrategia británica no puede ser otra que seducir y manipular por múltiples métodos a los argentinos, ocultando el temor a un pueblo que, a pesar de su cultura europea y gusto por lo británico, le provocó 7 buques hundidos y 17 averiados en la disputa armada de 1982.
Es así como, en este nuevo Día de la Soberanía nacional y a 30 años de la Reforma, podemos comprender que la Corona continúa la disputa armada con otros medios y desde entonces mantiene permanentes y múltiples acciones tendientes a consolidar su soberanía y poder en la región, incluyendo un erosionamiento encubierto, omnicomprensivo y permanente de las capacidades argentinas que pudieran poner en riesgo las apetencias británicas sobre 8.100.000 km2.
En su intento de hacer notar que la guerra terminó y la disputa de soberanía también, no es descabellado haber podido leer con certera verdad en el portal británico UK Defence Journal que “Argentina ha dejado de ser un poder militar capaz” en 2018, o recientemente, que “Argentina está aún lejos de representar una amenaza seria para las Islas Malvinas”.
Ambas manifestaciones periodísticas inducen a interpretar que, a pesar de la Disposición Transitoria Primera, Argentina ya no es amenaza para la Corona y, por lo tanto, ésta ya no necesita perjudicar más a quien lo considera su agresor, aunque en la práctica no sea así.
EL PERJUICIO
Está en nosotros, argentinos, en este nuevo Día de la Soberanía Nacional y a tres décadas de haber declarado la legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas argentinas del Atlántico Sudoccidental y de consolidar implícitamente como agresor a la Corona Británica y su Reino Unido, valorar adecuadamente el perjuicio que represente hoy y a futuro la quita de 2.600.000 km2 insulares y marítimos, así como el riesgo de una pronta disputa por la soberanía antártica sobre 4.600.000 km2 que la Ley de Antártida delimita y el Tratado Antártico reconoce.
Para recuperar el uso pleno de la soberanía nacional y la integridad territorial es indispensable que los argentinos nos aboquemos a construir poder nacional desarrollando capacidades en todas sus formas, protegiendo los recursos disponibles y construyendo capacidad de influencia. Entre muchas cosas por hacer, la defensa contra una agresión es misión principal del Sistema de Defensa Nacional y Argentina debe desarrollar su capacidad disuasiva.
En este contexto de creciente competitividad por la hegemonía global y convulsión internacional, a pesar de la segura interferencia extranjera debemos desarrollar todas las herramientas humanas y materiales, para apoyar y favorecer las decisiones y acciones gubernamentales con socios y competidores, pero especialmente con el agresor que cercena la integridad territorial y perjudica la soberanía nacional y el futuro de los argentinos.
* Comodoro de Marina VGM (RE).