Historias del conurbano

Saqueos: No es el 2001, hay otro conurbano para entender


El teléfono del intendente no paraba de sonar. Las consultas se acumulaban de manera desesperante ante las versiones de que habían empezado a darse saqueos en su distrito. En medio de las tantas imágenes que se acumulaban en la pantalla de su celular, algunas no eran ni siquiera del conurbano. Pero todo servía para extender una psicosis sobre la revuelta que se gestaba en el Gran Buenos Aires y que tiene, a esta altura, más puntos oscuros que claros.

Con el correr de las horas, las versiones se transformaron en hechos concretos. Hubo robos a los que evitaron llamar saqueos, quizá para no emparentar la situación con lo sucedido en 1989 o en 2001. Y, en efecto, hay muchas diferencias entre ese conurbano y el actual. La más notoria es el cambio de la morfología de los actores que controlan los territorios. Se atomizaron. Por eso, el caldo de cultivo para que uno o muchos puedan gestar momentos desestabilizadores siempre es propicio.

Lo concreto es que hubo episodios delictivos al margen de cómo lo termine catalogando la justicia. Y, extrañamente, sucedieron todos en distritos de la zona noroeste del Gran Buenos Aires como José C. Paz, Moreno, Pilar, Tigre, Merlo por citar sólo algunos casos ya que el miedo se expandió de tal manera que llevó a los comerciantes a cerrar sus puertas ante la expansión de las versiones acicateadas con hechos puntuales.

¿QUIEN ESTA DETRAS?

Como suele suceder en estos casos, la primera pregunta que se dispara es ¿Quién está detrás? ¿A quién le conviene? Las respuestas siempre, a priori, se orientan a la conveniencia de quien las responda.

Desde el Gobierno cometieron el desatino de mirar a Javier Milei. Es un error de magnitud basado en la peripecia que demostraron los militantes de La Libertad Avanza en el manejo de las redes sociales. Deberían ponerse de acuerdo. Si hasta las elecciones el economista no tenía la suficiente estructura para controlar las escuelas del Gran Buenos Aires y el peronismo se jactó de habérselas cuidado en demasía, de repente ahora tiene logística para armar saqueos. No es creíble en lo más mínimo.

Entre los intendentes que venían de reunirse en La Plata con Axel Kicillof para ordenar la campaña, circulaba la teoría que apuntaba a Patricia Bullrich y elementos de “Bullrich que fue la que apenas comenzó todo se paseó por varios programas de televisión pidiendo ´orden´ luego de haber estado sin rumbo tras las elecciones del 13 de agosto”. Para colmo, más tarde pidió que se declare el Estado de Sitio. La última vez que eso sucedió en la Argentina fue en las horas previas a la caída del Gobierno de Fernando De La Rúa.

DIFERENCIAS CON EL 2001

La comparación con el mes de diciembre de aquel año fue inmediata. Y es importante marcar ciertas diferencias que son muy importantes en la morfología de entonces y de ahora en el conurbano bonaerense. La primera de ellas es quien controlaba los territorios. En 2001, se agitó la idea que fue el peronismo a través de sus alcaldes los que movilizaron a la gente para saquear y acelerar la caída del gobierno radical. Aun con dudas sobre la veracidad total de aquello, lo cierto es que los intendentes controlaban la totalidad de sus tierras. Hoy eso cambió. No volaba una mosca sin que se enterara el jefe comunal porque la política pasaba sólo por él y por quien quisiera. Ahora se atomizó.

El proceso derivado de la explosión del 2001 reseteó el mapa político y social de la Argentina, alumbrando una nueva. Y el conurbano la concentró en todas sus variantes. Así como el kirchnerismo y el macrismo fueron respuestas a la crisis de representación que emanó de tamaña crisis, también cambiaron las lógicas del control territorial.

En lo político, el primer responsable de esta nueva realidad fue Néstor Kirchner. Desde el momento en que se decidió a capturar el aparato de Eduardo Duhalde para después correrlo, agitó el desgaste del poder omnipresente de los intendentes. ¿Cómo lo gestó? Dividiendo el manejo de las cajas del Estado y alimentando a los movimientos sociales que habían surgido, fuertemente, con los cortes de la Ruta 3 en La Matanza donde los protagonistas eran Luis D´Elia (FTV) y Juan Carlos Alderete (CCC). La irrupción del Movimiento Evita es posterior en el volumen que termina adquiriendo en la actualidad, donde alguna vez su máximo referente Emilio Pérsico reconoció haber sido parte del grupo Quebracho. Por estas horas, desde ciertas usinas del poder recordaban el episodio de agosto de 2004 cuando el caos ofició de recibimiento al titular del FMI de entonces Rodrigo Rato para reunirse con Néstor Kirchner. “La orden fue generar quilombo para que el tipo (Rato) viera que no se puede ajustar en la Argentina”, recuerda un protagonista muy cercano a aquellos episodios. Extrañas coincidencias con el intrincado presente.

EL NARCOTRAFICO

Este conurbano no es el del 2001. Así como Néstor Kirchner fomentó estructuras paraestatales para dividir y reinar, ahora ese esquema se profundizó con el ingreso de un actor muy complicado con manejo territorial: el narcotráfico. Pues entonces, identificar no es tarea sencilla. Pueden ser algunos o pueden ser todos. Como el hecho del contagio derivado de una marginalidad que ha crecido al compás de situaciones avaladas por el famoso slogan del “Estado Presente”.

Identificar esta mueva morfología es clave porque evita caer en análisis simplistas. La verdad es que a ningún intendente le sirve que se armen estos escenarios en sus distritos. Se sabe cómo empieza pero no cómo termina. En este tránsito para lograr el anarquismo territorial hay que sumarle dos elementos clave que suele destacar un experimentado intendente del Gran Buenos Aires: “La aversión que Cristina Kirchner siempre le tuvo a los intendentes y las reformas de la policía bonaerense”. Un ejemplo: el martes en Merlo hubo 6 robos en la modalidad piraña y se detuvieron a varias personas al margen de nuevos allanamientos. El Departamento Judicial de Morón caratuló los hechos como robo en poblado y en banda que prevé penas de entre 3 y 10 años de prisión.

El senador Joaquín De La Torre, que es jefe político en San Miguel reconoce que este conurbano “no es el del 2001, ahora tiene mil cabezas, por eso decir que hay alguien o algo atrás es una irresponsabilidad en este momento. Sí creo que hay un caldo de cultivo generado por condiciones objetivas y subjetivas donde delincuentes que están dando vueltas usan un puñado de personas para generar y beneficiarse de ese caos”.

Si hubo alguien que sumó para la teoría que circuló por estas horas fue el dirigente sindical kirchnerista de ATE Capital Daniel Catalano quien advirtió que si gana Javier Milei será una presidencia corta. Es lo mismo que decir: “Ojo, si gana Milei la calle va a ser incontrolable, como se vio por estas horas”. No habría que engañarse. Lo que parece ser una torpeza con declaraciones como las de Gabriela Cerruti quizá sea el plan del oficialismo en sus elucubraciones. El kirchnerismo debería haber aprendido la lección. Cuando Néstor Kirchner asumió con el 22 por ciento de los votos, hubo sectores que le auguraban una presidencia corta y duraron más de doce años sin contar la experiencia fallida de Alberto Fernández.

ALGO ESTA CAMBIANDO

Es posible que en el gobierno hayan observado varios trabajos posteriores a las elecciones del 13 de agosto. En uno muy interesante elaborado por la Facultad de Psicología de la UBA donde ante la pregunta de cuál fue el sentimiento que despertó el triunfo de Javier Milei en las PASO encabezaron las respuestas múltiples “esperanza” e “incertidumbre”, en tercer lugar aparece “miedo y temor”. Otro dato significativo: entre los últimos ítems surge la desilusión o la impotencia. Algo está cambiando.

Más adelante, ante la pregunta de cómo se cree que la Argentina estará los próximos cuatro años si gana Javier Milei, el 26 % dijo “mejor que ahora”. Por último, cuando se analizó la migración posible del voto entre los candidatos, Javier Milei retendría el 97,4% de los suyos, Patricia Bullrich el 81,9% de los obtenidos y Sergio Massa el 97,7% de los que lo votaron en agosto. En tanto, de los votantes de Horacio Rodríguez Larreta, el 60% viajaría a Bullrich, el 20,1% a Javier Milei y el 8,2% podría elegir a Sergio Massa.

La campaña hacia las generales recién se largó. En este clima extraño y complejo, Sergio Massa anunció desde EE.UU. que el FMI desembolsará los 7.500 millones de dólares previstos. Como suele suceder hace tiempo, a los dirigentes argentinos suele irles mejor afuera que en su propio país. La elección de agosto mostró que muy pocos son “profetas en su tierra”.