CLASICA. Después de veintitrés años, volvió ‘Il Trovatore’ al teatro Colón
Magníficas voces para un regreso
‘Il Trovatore’. Drama en cuatro partes, con texto de Salvadore Cammarano y Leone Bardare, y música de Giuseppe Verdi. Iluminación: Rubén Conde. Concepto escénico: Gabriel Caputo. Puesta en espacio: Marina Mora. Con: Anna Netrebko, Yusif Eyvazov, Fabián Veloz, Olesya Petrova, Fernando Radó, María Belén Rivarola, Santiago Martínez. Coro (dir.: Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (dir.: Giacomo Sagripanti). El viernes 11, en el teatro Colón.
Junto con ‘Rigoletto’ y ‘La Traviata’, ‘Il Trovatore’ integra la célebre trilogía del período 1851/1853. Tres de las óperas más populares de la historia, ¡compuestas por Verdi en cerca de dos años! El Colón la repuso el viernes, después de veintitrés años (una ausencia demasiado larga), en quinta función de gran abono de la temporada lírica oficial, y lo cierto es que en lo que hace a sus contornos musicales, la velada, se lo debe decir, alcanzó un rango decididamente estelar.
NETREBKO
En el bien equilibrado cuadro vocal sobresalieron desde ya dos artistas rusas. A despecho de sus problemas políticos en Estados Unidos y algún lugar de Europa, Anna Netrebko (Leonora) volvió a presentarse en la sala de la calle Libertad y reafirmó con creces las cualidades que la colocaron en el pináculo mundial de su cuerda. Con voz muy bien cubierta, homogeneidad absoluta de emisión y color en toda su tesitura y limpieza remarcable en el abordaje de sus veloces cabalettas, la soprano de Krasnodar (51) se destacó también debido a la calidez de su canto, la exquisita maleabilidad del registro y sus diminuendi, lo neto de sus notas, sus delicados filati. Su entrega de ‘D’amor sull’ali rosee’, con línea tan tocante y refinada, fue francamente de antología.
A su lado, el debut en nuestro medio de Olesya Petrova (Azucena) causó decidido impacto. Con metal lozano, siempre parejo, envolvente, llamativamente poderoso y templado, la mezzo de San Petersburgo (40) sorprendió además debido a la sonoridad, consistencia y redondez de su sector grave, aparte de la elocuencia y esbeltez de su cantabile.
En lo que hace a nuestro compatriota Fabián Veloz (Conde de Luna), lanzado ya a una carrera internacional, es del caso señalar que cumplió en esta oportunidad una labor verdaderamente consagratoria. El canto del barítono de Ayacucho fue franco, sólido, bien timbrado, de comunicativos énfasis, y exhibió fiereza vocal y expresiva, configurando acabadamente el recio carácter de su personaje.
Desde su costado, Yusif Eyvazov (Manrico), esposo de la gran diva, mostró ciertas irregularidades técnicas (apertura de las notas en los giros descendentes, emisión apretada por momentos de las vocales ‘e’ e ‘i’, entre otras), pero en el balance global cabe afirmar que a favor de un pasaje alto y un agudo certeros y fáciles, y un slancio convincente, su faena resultó eficaz. El tenor argelino-azerbaiyano (46) atacó dos veces ‘Di quella pira’, como está escrita, fue prolijo en los stacatti de esta famosa página y la remató con intrepidez. El bajo Fernando Radó (Ferrando), a quien oímos ahora con registro más baritonal, lució finalmente alma entera, prolijidad, pureza.
CORO Y ORQUESTA
Preparado por su titular, Miguel Martínez, el coro estable desplegó un trabajo realmente descollante a lo largo de toda la jornada. En esos espléndidos trozos que son ‘Vedi! Le fosche notturne’ y ‘Or co’dadi’ la masa canora se desenvolvió de manera tan rotunda como justa y armoniosa, al tiempo que en el bellísimo ‘Miserere’ las tenues mezzavoci resonaron con hermosos ecos.
Ganador en 2016 del prestigioso International Opera Awards (Londres) para Young Conductors, Giacomo Sagripanti cuenta ya, en pocos años, con una trayectoria de primerísimo nivel que lo ha llevado a las Operas de París, Viena, Hamburgo y Munich, el Liceo, La Fenice, el Covent Garden, la Arena. En su bienvenida aparición en nuestro país, el maestro abruzzese plasmó un cometido si se quiere brillante, en función de la dinámica permanente del discurso y su agraciada compenetración con el cantábile verdiano, así como también la seguridad del estilo y de la concertación (nunca opacó a los cantantes) y el cuidado de exactas acentuaciones y matices. La orquesta de la casa tuvo a su vez un rendimiento impecable.
LA PUESTA
Se supone que por razones financieras, el Colón presentó ‘El Trovador’ en una denominada versión de concierto “semi-montada”. Como ya se sabe, segundas partes nunca fueron buenas: en ‘Anna Bolena’ la idea había resultado más o menos digerible. Lo que se vio en esta ocasión fue en cambio realmente desventurado. Gradas y una secuencia de redondeles con rayos como de bicicleta, que subían y bajaban sobre un telón de fondo, como se puede imaginar no llegaron a sugerir siquiera la teatralidad mínima de esta ópera de acción y aventuras permanentes, donde pasa de todo, duelos, raptos, pasiones, ejecuciones, episodios bélicos, todo en el contexto del ultra romanticismo trágico-grandilocuente de Antonio García Gutiérrez. Los responsables de este engendro (Marina Mora y Gabriel Caputo) fueron sonoramente abucheados al concluir la jornada.
Calificación: Muy bueno