Disforia de género y la guerra invisible contra la patria potestad

Esta semana se dio a conocer la noticia que el Registro del Estado Civil permitía a personas desde los 16 años solicitar el trámite de cambio de género en su documentación sin ser necesario contar ahora con el permiso de sus padres. Esto se inscribe en una larga lista de acciones donde la Argentina sigue en la avanzada de una tendencia en temas que hacen a la minoridad, al género y la identidad. Quizás sea necesario preguntarse cuáles son aquellas cuestiones que ameritan estar en los primeros puestos y cuáles no, cuáles son nuestras prioridades como sociedad. 

Nuestra sociedad es particular, ya que mientras que en algunas áreas vamos cayendo inexorablemente y con constancia en indicadores como la educación, economía, salud, seguridad, calidad de vida, en otros no dejamos de estar a la avanzada a veces del mundo. En particular, son áreas ligadas a un versión particular y parcial de temas sociales en los cuales el encomio es sorprendente. Entre ellos la cuestión de "género" parece central, aunque las estadísticas no revelen que sea un tema que interese a la población o que se aproxime siquiera a los temas anteriores como seguridad, economía, salud. 
Las estadísticas de pobreza entre la población infanto juvenil actuales eran inimaginables hace unos años, pero en estas áreas no hay una acción equivalente a su importancia y especialmente las consecuencias. Los "mapas de la pobreza" en nuestro país y de "Inseguridad alimentaria", eufemismo para desnutrición infantojuvenil (Observatorio de la deuda Social-UCA), resultan incomprensibles para quien vea el estado actual en esta temática del otrora "granero del mundo". Es cierto que las medidas en estos temas de base implican políticas de acción decidida y no son tan simples como redactar un decreto que cubra cualquier reclamo fuerte y mediáticamente planteado, es decir esa necesidad que nos dicen que implica por definición un derecho. 
De lo que se trata es de cuáles temas se desea estar en la avanzada, es decir a cuáles "derechos" se les presta atención y responden a una realidad basada en datos concretos y cuáles no.
Esta novedad última sobre el DNI y cambio de género en menores, se da en el marco de la Ley 26.743 de Identidad de Género, promulgada en mayo de 2012.  El cambio se da frente a un reclamo en diciembre de 2022 de organizaciones LGBTI+ (lesbianas, gay, bisexuales, trans, intersexuales, sumado a las otras variedades), que siguiendo con su avance aclararon que continuarán pugnando por que esta medida sea extendida a menores de 16 años. Es interesante ver que los padres, en caso de que existan, deben desaparecer de la escena ya que en principio la ley lo que busca es que no sea necesaria "la tutela de sus progenitores", así como otorgar "el patrocinio jurídico obligatorio por restringir la autonomía progresiva de infancias y adolescencias". 
Está claro que los padres (padre y madre, valga la aclaración) son considerados obstáculo al normal desarrollo del niño y adolescente, y deben ser reemplazados por quienes ejerzan mejor esa función, "ayudándolos" en sus derechos.
Pero esto no termina aquí. Sin duda el avance debe continuar. Organizaciones LGBTI+ impugnaron este procedimiento administrativo y solicitan se amplíe el mismo "a las personas de 13 años el acceso a la rectificación de nombre y sexo registral por derecho propio y, en el caso de personas menores de 13 años, que accedan al trámite a su requerimiento y con el asentimiento de alguno de sus progenitores o referente afectivo. No siendo en ningún caso obligatorio el patrocinio jurídico, el que sólo deberá ser provisto por el Estado de la ciudad cuando existan conflictos de intereses con sus representantes legales". 
Esta nota, como otras ya publicadas en cuanto a esta temática, puede ser un hilo de Ariadna que al tirar de él comiencen a ser evidentes infinidad de cuestiones, pero vamos solo por algunas. El pedido de derechos conlleva consecuencias llamadas a veces obligaciones, o ¿solo se trata infantilmente de pedir, sin hacerse cargo de esas consecuencias? El asentimiento, dicen, puede ser dado por "algún referente afectivo aún en menores de 13 años". Quizás me remitiré a esas notas anteriores para ver quiénes son en muchos casos los referentes afectivos. Al reemplazar a las figuras de autoridad de los adultos, de los padres, ¿quién tomaría esos roles? y ¿Quién decide por ejemplo quién puede ser o es referente?, ¿el menor informaría, por ejemplo en el caso Lucas Benvenuto -que es el último caso mediatizado-, que uno de sus abusadores lo es?
Otro tema es que no solo han desaparecido entidades que hacen a la clínica psiquiátrica, a la psicopatología, sino directamente el concepto de etapas de maduración psicosexual, es decir de etapas vitales y de psico evolución. Suponemos que desde los clásicos Freud o Piaget, o más cercanamente Erikson, deben ser borrados de la currícula académica, y así considerar que no somos seres en evolución y crecimiento, sino ya completos al nacer en los aspectos psicológicos, emocionales, en nuestra evolución sexual y de identidad, y que eventualmente solo crecemos en tamaño y en adquisición de algún conocimiento que nos permita desempeñar alguna labor. El centro, sin embargo, quizás parece ser que el menor, inclusive con 13 años, puede decidir pero esta vez será apoyado por otros mayores, no ya sus padres. El estado de Minnesota en Estados Unidos, como mencioné anteriormente, inclusive coloca un límite de edad, no se sabe bien en razón de qué, quizás la capacidad de hablar, en cuatro años. ¿Cuál será el límite inferior solicitado por nuestros propulsores de libertades, necesidades y derechos?
SALUD MENTAL IDEOLOGIZADA
La entidad nosológica que desaparece de la escena, aun cuando ya fuera modificada anulando el anterior "Trastorno de identidad de género (en el DSM -IV)", es la "Disforia de género (DSM-V)". Es interesante ver cómo los movimientos, para politizar e ideologizar la salud mental, buscan siempre la deconstrucción de conceptos, más allá de la realidad concreta. El cambio hacia el concepto de disforia tuvo como principal objetivo no el reflejar un cambio por avances científicos, sino no estigmatizar bajo el nombre de trastorno al malestar dado por una no identificación con su sexo biológico, que constituye el parámetro nuclear de ese concepto clínico. Se repite el recurso al uso como siempre de las palabras o expresiones con impacto retórico, así no se pertenece a un sexo sino que se es "asignado al nacer", es decir lo que se cuestiona es algo que no se considera un dato, un hecho, sino la opinión de alguien. Como evitar pensar en la famosa duda bizantina y el sexo de los ángeles. ¿Superamos esa etapa o volvimos a ella? 
En la adolescencia o en la infancia pueden ser frecuentes los episodios de cuestionamiento respecto a la sexualidad (hoy confundida con género), y si bien la no profundización de ese tema o su negación no son conductas que favorezcan el crecimiento, la validación automática reforzando ésta, podría ser equivalente al sostenimiento de una fantasía infantil, o inclusive en la adolescencia un trastorno alimentario con alteración en la percepción de la imagen corporal. Eso es extraño. A través de ciertos cuestionamientos y dudas seguimos entendiendo que son seres que están expresando un malestar y solicitando una ayuda, una escucha, pero en otros no. Un trastorno alimentario, alteración de la identidad, otro que no sea el de su género, o el de una idea sobredimensionada no psicótica, es recibido y decodificado como síntoma, pero en el caso específico de estas ideas relativas a la identidad sexual, deben ser automáticamente validadas. Lo contrario es ya no solo anticientífico como en otros temas, sino retrógrado, desactualizado y tendencioso. El espejo refleja perfectamente.
En la psiquiatría transcultural vemos desde hace décadas cómo el malestar se manifiesta de manera diferente según las épocas y las culturas. Sin embargo, ahora en un mundo global, más que aceptar y ver lo que proviene de las diferentes culturas se impone una misma narrativa. Al mismo tiempo, estas reasignaciones de género ocultan un hecho concreto y el número creciente de procesos de reasignación de sexo que se están llevando en el mundo genera una industria multimillonaria. Allí sí importa la idea de sexo, pero solo en la medida que responda al relato prevalente y adjudicador de derechos.
Son varios los temas que siguen y seguirán emergiendo y trataremos, pero uno de ellos merece especial preocupación y es el caso individual de la familia, los padres a quienes de golpe se les imponga en el futuro que una asociación los reemplace y busquen con desesperación proteger a su hija/o, de alguna manera, de sí mismo. Al modo de la Rusia estalinista o la China maoísta, los niños le pertenecen al Estado: todos los movimientos totalitarios hacen foco en los infantes.
En realidad, aparentemente van armando su infantería (de allí el origen del término, los jóvenes que se enviaban como primera línea de combate). 
La pregunta es ¿qué guerra preparan estos estados o grupos supranacionales, globalistas, que necesitan una nueva infantería sumisa a su narrativa?