Por Aldo Lorenzzi Bolaños *
Durante muchos años, el Perú ha sido uno de los países de nuestra región con mayor solidez económica e institucional, y esta percepción la hemos tenido todos los de adentro y los de afuera. Muchos analistas económicos e indicadores internacionales nos daban las mejores perspectivas, a pesar de las diversas crisis políticas que se han dado en el corto plazo y a pesar del contexto actual que viene ocurriendo en el mundo por diversos conflictos. El crecimiento económico y las predicciones, que nos ponían por encima del 5 %, nos permitió soñar por muchos años con prosperidad y desarrollo, ya que como resultado de esta bonanza la pobreza disminuyó en cifras porcentuales. Sin embargo, solo fue una burbuja que estalló en nuestras narices.
La desigualdad social y las brechas económicas realmente no se acortaron. Este caldo de cultivo fue aprovechado en particular por facciones de la izquierda peruana que, con una visión radical, fueron generando odio, resentimiento y revanchismo, utilizando estos elementos posteriormente como un móvil para crear plataformas políticas regionales, caracterizadas por una visión sesgada de la realidad, con el único objetivo de polarizar el país.
En muchos casos estos grupos importaron ideologías de estados vecinos, los cuales ya tenían instalada la bandera del socialismo del siglo XXI, y ante la precariedad de los liderazgos de los partidos políticos peruanos, se fueron creando movimientos locales con una limitada capacidad para gestionar y administrar recursos del Estado para el desarrollo de sus poblaciones.
Estos sectores políticos prefirieron crear discursos clasistas para polarizar opiniones, mantener vigencia en sus electores y ganar un caudal político que les sirva para negociar con partidos políticos debilitados de la capital. El ambicioso objetivo era llegar al poder y estos movimientos podrían endosarles votos.
INCOMPETENTES
El Perú se encuentra en un estado entre anarquía y crisis por diversos factores. Además de los mencionados podemos indicar que en los últimos periodos hemos tenido autoridades elegidas por elección popular que han demostrado un nivel de eficiencia inaceptable. Tan solo en su segundo año estas autoridades ya estaban desgastadas.
En su desesperación para tener aceptación popular buscaban un actor político antagónico, que en muchos casos fue otro poder del Estado, el Legislativo, que también tiene sus raíces en el ámbito regional.
Todo lo mencionado generó un caldo de cultivo en ciudades donde el Estado ha tenido presencia nula o casi nula, sobre todo en la época de la pandemia, que desnudó la incapacidad del gobierno por hacer bien las cosas. A pesar de haber tenido los recursos para generar prosperidad nunca antes visto en nuestra historia republicana, no se pudo consolidar ese desarrollo anhelado.
Es en estas condiciones que el Perú poco a poco se fue adecuando para crear un ambiente propicio para un gobierno radical. Los actores políticos actuales estudiaron muy bien la situación y sus posibilidades. Ante una derecha débil totalmente confundida, que se iba reduciendo a nada, nacían partidos populistas temporales, muy personalizados, que se aliaron con los grupos radicales para ofrecer las agendas personalistas de sus líderes, cuyo capital político se encontraban en las regiones.
Todo lo que se vio y vivió estaba en contra del desarrollo del país. El Estado se mostró inoperante, con acceso a los servicios básicos casi inexistentes en las clases más pobres de la población. El sector de salud también inoperante y empleo informal en su máxima expresión agudizaron más la intolerancia de la población hacia la no solución sus demandas. A ello hay que sumar la lamentable cifra de 200.000 muertos como consecuencia de la pandemia.
EL FENOMENO CASTILLO
Es en este contexto que emergió el fenómeno Pedro Castillo. Bajo la figura de un humilde profesor, este hombre natural de Cajamarca llegó al poder a través de Perú Libre, un partido creado con fines regionales y cuya ideología, anacrónica y obsoleta, estaba inspirada en la revolución cubana.
Estas plataformas políticas regionales, presentadas como movimiento o partido político como Perú Libre, pactaron con otras plataformas regionales afines, además de bloques como el magisterial en sus facciones más radicales. Este último grupo durante muchos años fue copando el magisterio, esperando el gran momento que fue el que llevó a Castillo al poder. Esta facción del profesorado llevó además a muchos aventureros a ser gobernadores regionales en elecciones anteriores, por lo que podríamos decir que, si analizamos la raíz de la crisis actual, es un conflicto que viene de menor a mayor. Como desenlace, toda esta situación se creó dentro de los espacios regionales, que son tierra de nadie hasta el día de hoy. No por algo, más del 50% de gobernadores regionales, desde que empezó la administración regional y su implementación de este nivel del Estado, han sido investigados y sentenciados por diversos delitos.
Con este preámbulo podemos decir que, aunque parezca increíble, todos los candidatos a la presidencia, en los últimos tiempos han tratado de congraciarse con las regiones, convirtiendo en algunos casos en operadores políticos a los movimientos regionales para esta manera llegar a la presidencia.
Además de esto, hay que tomar en cuenta que muchos movimientos regionales que llegaron al poder son de izquierda progresista o izquierda extrema. Son muy pocos desde que empezaron los gobiernos regionales que han sido de derecha. La parte sur del Perú es su zona de mayor apogeo. Recordemos que desde ahí donde empezaron las revueltas que actualmente envuelven la inestabilidad aguda que tenemos hoy. No olvidemos que Puno es el principal foco de influencia hacia las otras ciudades sureñas.
En las últimas elecciones generales, Pedro Castillo Terrones obtuvo en Puno casi un 50 % de los votos totales. En Arequipa, más del 35 %; en Ayacucho más del 50 %; y en otras ciudades como Apurímac y Huancavelica de la misma forma. Esto no es casualidad, como vuelvo a mencionar, sino es el fruto de un trabajo de sus operadores políticos regionales, que ni siquiera estaban motivados por temas ideológicos, sino por intereses personales de poder.
GUERRA DE PODER
Una vez en el poder, el nuevo gobierno empezó a copar con sus cuadros el aparato estatal, pero a diferencia de otras gestiones trasladó la mecánica de los gobiernos regionales, colocando en puestos claves a gente inoperante, a agentes sociales que tenían competencias demostradas en impunidad y ser cómplices de ciertos actos que no beneficiaban al Estado. Este fenómeno desde luego no está generalizado, ya que en el aparato estatal peruano aún existen funcionarios probos.
Esto generó una suerte de guerra por el poder entre tecnócratas de izquierda progresistas y facciones de izquierda radical. Es en ese contexto que se dio el carrusel de ministros, para ser precisos 78 ministros en un año y medio de gestión, aproximadamente para 19 ministerios; esto quiere decir que se hicieron muchos cambios.
Por esta razón se podría decir que el gobierno de Castillo ha sido uno de los peores de la historia republicana del Perú. Ya en las postrimerías, el ocaso y final de su gobierno, al hacerse mediático de manera escandalosa todos los actos de corrupción de su gestión, el ex mandatario decidió dar un autogolpe de Estado el 07 de diciembre del 2022, evento fatídico para algunos y de victoria para otros. Fue un suceso sin precedentes que duró entre 2 a 4 horas y mantuvo en vilo a las instituciones y a la población.
Pero cuando se pensaba que el día estaba por acabar, en un acto bien planificado, el expresidente Castillo pretendía fugarse del Perú, pero su propia seguridad lo detuvo y lo llevó a la prefectura para rendir cuentas. Luego de ello asumió la vicepresidenta Dina Boluarte, quien por ahora se mantiene como actual gobernante.
Volviendo a los gobiernos regionales, estos ahora son parte de la anarquía generada en algunas ciudades del interior del país, como Puno, Madre de Dios y Huancavelica. El caos ha sido impulsado por los gobernadores regionales electos, que son de tendencia izquierdista. Ellos se vieron influenciados por el ex presidente, que, en sus viajes por el Perú, a través de los concejos de ministros descentralizados germinó también esta polarización actual.
VIOLENCIA POLITICA
Los peruanos iniciamos este 2023 bajo el sello de la violencia y los diferentes niveles de protesta contra demandas políticas, más que demandas sociales, que han dañado las actividades económicas en varios puntos clave del país.
Las actividades turísticas en gran parte de las ciudades están estancadas. Aún hay bloqueos de carreteras en diversos puntos. Esto ha perjudicado a muchos ciudadanos, ya que su economía se ha mellado y también ha traído diversas rajaduras sociales.
La izquierda sigue buscando tomar el poder de cualquier forma, apoyado en un sistema internacional de izquierda progresista, que busca tener a Perú como uno de sus bastiones. Para ellos es importante hacer creer que Pedro Castillo es un preso político, cuando su delito ha sido visto por todos los peruanos y el mundo.
Seguramente esta debacle va a pasar, aunque no acabará con la realización de las nuevas elecciones, sino con reformas políticas asertivas y con partidos políticos que puedan dejar de ser personalistas. Por ahora, el Congreso está buscando el adelanto de elecciones, pero el parlamento, fragmentado, tiene gran responsabilidad en este este caos institucional.
Para salir de la crisis, se deben dar reformas profundas, que no tienen que ver con asambleas constituyentes, sino con el manejo del Estado y la capacidad de las personas que se encuentren al mando. Sólo así el Perú podrá salir de esta anarquía y desastre actual.
* Escritor y analista político.