Ciclos vitales y Navidad
Los ciclos humanos se corresponden con los de toda la naturaleza, entrar en armonía con ellos quizás sea el inicio de una buena salud.
Hoy los cristianos celebramos la navidad, el nacimiento del niño Jesús, del Mesías, a 6 días del final de otro año, el mismo ritual, el mismo ciclo que se repite por siglos, desde ya en toda nuestra existencia individual.
La fecha sagrada, litúrgica, fue establecida por autoridades de la Iglesia, ya que por supuesto no hay forma de saber con certeza absoluta cuál había sido la real, aun considerando la existencia del personaje histórico. Aparentemente, Dionisio El exiguo (por su estatura), quien estableció fechas litúrgicas (Pascuas; Anno Domini, etcétera), habría sido quien la consideró en este día y el papa Gregorio alrededor del 350 quien la celebró por vez primera.
A partir del establecimiento de un día preciso, varios reyes históricos como Carlomagno, Balduino en Jerusalén, o Guillermo el Conquistador en Inglaterra, fueron coronados en ese día, mostrando sin duda el valor de una fecha demarcatoria, sagrada, de importancia. Varias culturas, cultos y creencias también tienen esta fecha o una muy cercana a la cual le da un valor cargado de simbolismo. Sin adentrarnos en ellas, en general han tenido que ver con días posteriores al solsticio de invierno en el hemisferio norte, en el cual lo que renace es el sol. El culto a los ciclos en particular el solar lo encontraremos de una u otra forma en todas las culturas. La idea de la luz que renace la tenemos en nuestro arbolito, en las velas de adviento, o las de Hannukah, que van alumbrándose progresivamente.
La oportunidad del ritual nos lleva, sin pensarlo de manera consciente, a la experiencia, la vivencia de los ciclos y su importancia única en la existencia de todo, ya que se trata de todo lo que compone el mundo el universo, ciclos que se repiten una y otra vez. Las culturas aprendieron de la manera más simple, quizás con el símbolo que nos es más presente, el sol, el día y la noche. Abordar el tema de los ciclos, su historia y su implicancia, es imposible. Podemos, sin embargo, usar estas fiestas para pensar que significan estos rituales para la vida humana y si queremos aún más precisamente para nuestro bienestar psicofísico.
Estamos muy acostumbrados a pensar en el bienestar o el malestar psíquico en función de nuestros pensamientos y emociones, pero al estar de alguna manera desconectados de nuestra propia pertenencia al resto de la existencia y de alguna manera sintiéndonos seres diferentes y aislados del resto por ser pensantes. Creemos por un lado que somos los únicos con inteligencia y lógica, y a diferencia de nuestros antepasados que vivían los ciclos naturales de manera directa, se sentían superados por aquello que no entendían racionalmente y así adoptaban una postura de sumisión y respeto, expresando este bajo la forma de rituales sagrados y místicos.
Nosotros, quizás a partir de nuestro progresivo endiosamiento de la conciencia, hemos entregado nuestro ser a este, como el factor determinante de nuestra existencia sin ver que siendo desde esa perspectiva, ya hay cada vez más culto a un nuevo Dios, nosotros mismo, ya no algo externo como el sol, o un Dios. En este sentido hemos seguido en esa senda hoy con el culto a la Inteligencia artificial, hasta llegar siguiendo a Raymond Kurzweil ¿? que nos imagina como nuevos Dioses (o quizás solo a algunos), atemporales, incorpóreos, al fantasear con la posibilidad de descargar nuestra conciencia o nuestro ser quizás, a sistemas informáticos y ser así eternos.
En realidad esto obedece al paradigma de la informática, en la cual el cerebro (ya ni siquiera la totalidad del ser cuenta) actúa procesando información. Ese paradigma, al igual que otros del pasado, sirvió como metáfora pero hoy ya no sirve para explicar a la conciencia o entender la profundidad del ser. Quizás ese sea otro tema a tratar en breve.
Nosotros, al igual que todo lo perteneciente a la naturaleza, en nuestra propia existencia tenemos procesos de inicio y de fin de mayor o menor duración y frecuencia por ende. El primero, nuestro nacimiento y muerte. A veces recordar esta última serviría para adoptar otra postura frente a cosas que nos angustian. Los ritmos circadianos, los más inmediatos fisiológicos, respiración, cardiovascular, hormonal, de la corteza cerebral, en realidad todo, no hay algo que no sea un ritmo, es decir ciclos que se repiten rítmicamente. La salud consiste en general en poder sostener esos ritmos, con las menores alteraciones posibles. En algunos tenemos alguna posibilidad de participación, como la exposición a la luz solar (otra vez el sol) y su importancia capital a nuestra estabilidad psicológica y física, el tema de la vitamina D en tiempos de pandemia quizás sirva de recordatorio. En otros casos los ritmos de actividad y descanso, donde un exceso o disminución de uno u otro, pueden llevar a un malestar y luego a patologías que cursen con apatía, abulia, adinamia, llegando a diversos grados de malestar psíquico. O los ritmos de sueño a los cuales les damos cada vez más importancia, no solo a la duración de los mismos, sino también a la alteración de los ritmos de sueño en las diferentes etapas (REM, Profundo).
Los ayunos establecidos en diversos, sino todos los cultos, hoy parecen medicina de vanguardia. La cronobiología en un momento de avanzada hoy es la concepción plenamente aceptada, a tal punto que inclusive los estudios de laboratorio habitual, se sabe, deben ser realizados en algunos casos en ciertos horarios específicos.
Recuperar el nexo entre la idea de ciclos y salud, del equilibrio entre ellos en sus múltiples expresiones y duraciones, es empezar el camino para recuperar el control de la propia salud que solemos dejar delegada en otros, pensando solo en términos de patología y no de estado de equilibrio y bienestar.
Usar la experiencia sensible de un ciclo, cualquiera fuera, evidente que nos excede en lo personal y en nuestra propia historicidad, sirve para trasladarlo a cada uno de nosotros y así adquiere un significado, viendo cómo la observancia de ellos redunda en nuestro bienestar.
El símbolo es el nacimiento del nuevo ser señalado por otra estrella/sol, la de Belén.
Feliz Navidad, feliz renacimiento personal para todos.