El martirio de Santa Lucía

Una fecha propicia para evocar los problemas de la oftalmología en la Argentina. Altos índices de prescripciones de anteojos innecesarios y de ceguera por glaucoma y diabetes son algunos de los riesgos a los que nos enfrentamos. ¿Vamos a seguir destruyendo los logros que el país ha sabido conseguir?

En las historias de los santos siempre hay algún acontecimiento de su vida que lo convierte en un símbolo redentor que lo convierte en protector de un grupo hermanado por una afección o actividad en común. En el caso de Santa Lucía ya su nombre preaunciaba la luz y protegía a aquellos que no podían percibirla.
Lucía de Siracusa (283-304) era una joven virtuosa quien abrazó al catolicismo con tanto fervor que solo pensaba en consagrar su virginidad a Dios. Su natural belleza y sus hermosos ojos crearon una sucesión de aspirantes que solo recibían desaires de la joven. Uno de estos despechados denunció ante el emperador Diocleciano a la joven cristiana y el autócrata decidió castigarla condenándola a servir en un lupanar. Sin embargo, a los soldados destinados a moverla les fue imposible movilizarla, razón por la cual fue decapitada en el sitio. Hasta acá era una historia más del martirologio católico. Otra versión refiere que esta joven de hermosos ojos, para evitar que los mismos continuasen siendo la causa del hostigamiento libidinoso de su pretendiente, se los quitó para entregárselos al joven aspirante quien, conmovido por la fe de su amada, se convirtió al catolicismo. De allí que la iconografía católica suele mostrarla con los dos ojos en las manos...
Originalmente, Santa Lucía fue patrona de los ciegos y mendigos (que en la antigüedad estaban fundamentalmente constituidos por invidentes) pero a medida que progresaba el arte de curar afecciones oftalmológicas, aquellos destinados a tratar problemas de los ojos fueron amparados por las invocaciones a esta santa a quien se encomendaban tanto pacientes como curadores.
Si bien la oftalmología nace como tal en 1863 cuando Hermann von Helmholtz (1821-1894) crea el oftalmoscopio, existían desde tiempo antes médicos con inclinación a tratar solamente problemas del ojo, como el doctor Jacques Daviel (1696-1762), cirujano que introdujo la técnica moderna de extraer el cristalino (ya que hasta ese entonces se recurría a la reclinación de la catarata, método primitivo en tiempos de los asirios y caldeos y que traía aparejados muchos problemas).
En Estados Unidos, durante los tiempos de independencia, Benjamin Franklin (1706-1790) inventó los bifocales para resolver su problema de hipermetropía y presbicia. Surgen en el país del norte una serie de recetadores de anteojos cuya actividad pasaba por la prueba y error hasta dar con un anteojo más o menos adecuado.
Estos primeros recetadores desconocían el astigmatismo (literalmente "falta de punto") que recién fue descripto por George Biddell Airy (1801-1892). De allí que para el público sajón la receta de anteojos era independiente del título de médico.
Cuando en Argentina se dicta la ley de ejercicio profesional, se establece que la prescripción de anteojos sea competente exclusiva de los médicos. Ya hacía casi un siglo que la oftalmología existía como especialidad clínica quirúrgica y se habían demostrado ampliamente las ventajas de la oftalmoscopia. Por primera vez se tenía acceso directo a los vasos y al nervio óptico como prolongación del cerebro y así se podían diagnosticar afecciones propias del ojo pero también muchas enfermedades sistémicas. A principios del siglo XX la diabetes se diagnosticaba por la observación del fondo de ojo, circunstancia que aún hoy exige la obligatoriedad en el seguimiento oftalmológico de los diabéticos.
MEDICINA PREVENTIVA
En esta posibilidad de detectar enfermedades locales y generales a través de los ojos  radica la importancia de que sea un médico quien prescriba los anteojos, no por el acto refractivo, sino porque de no hacerlo se pierde la oportunidad de practicar la medicina preventiva, la base de la medicina moderna.
Un técnico optómetra no tiene la formación médica ni biológica para analizar al ojo como el reflejo de patologías sistemáticas: no puede reconocer tumores, displasias, distrofias, ni degenerativas de la córnea, el iris, el cristalino, la retina y el nervio óptico. No es capaz de detectar lesiones neurológicas asociadas con las alteraciones de la vía óptica (tumores cerebrales, isquemias, hemorragias, etcétera). Esta intención de poner a hacer diagnósticos a técnicos sin la formación suficiente, es el típico ahorro que termina a la larga siendo carísimo. Se pierde la oportunidad de diagnosticar afecciones como el glaucoma (la patología que más ceguera evitable ocasiona en el mundo), no pueden tener acceso al fondo de ojo para detectar retinopatía diabética, otra afección que conduce a la ceguera de no ser tratada oportunamente.
Lo mismo puede decirse de las afecciones de la retina y el desprendimiento de retina regmatógeno -¿pueden detectar desgarros, melanomas, retinoblastomas o metástasis, hacer diagnósticos de uveítis, pars planitis y coriorretinitis? -.
MENOSPRECIO A LA PROFESION
Reducir el examen oftalmológico a la sola prescripción de anteojos, es un insulto a la inteligencia, un menosprecio a la profesión y una amenaza a la salud pública. 
Argentina, con su eterno juego de la oca, da un paso para adelante y otro para atrás. Creamos suficientes oftalmólogos para atender a la población nacional, tanto desde el punto de vista asistencial como la prescripción de anteojos como con la atención clínico quirúrgica. Y, ahora, cuando hemos formado médicos suficientes y hasta más de los necesarios para satisfacer las necesidades de la población, cuando tenemos un nivel académico y asistencial al nivel de los mejores del mundo, damos un paso para atrás y el gobierno pretende imponer la optometría en un país cuando los profesionales médicos ya   cubren esta tarea con creces. ¿Qué ganamos con esto? Solo crear más miseria, precarizar la profesión médica.
Este es otro ejemplo de un país sin seguridad jurídica donde se burlan las competencias, donde se avanza en un sentido y después se cambia de parecer, y sin consultar, sin atender opiniones ni otras perspectivas, se imponen normas trasnochadas, votando en gallos y medianoches.
La norma ética que ha guiado a la ley de ejercicio profesional es clara y consistente: el que prescribe no vende y el que vende no prescribe. ¿Es tan difícil de entender? En los países donde existe la optometría hay un alto índice de prescripciones de anteojos innecesarios (sobre todo en niños) y de ceguera en glaucoma y diabetes mayor al que tenemos en la Argentina. ¿Vamos a seguir destruyendo los logros que el país ha sabido conseguir? 
El martes fue el día de Santa Lucía, tan oscuro como la visión de la santa con sus ojos en la mano.