El adolescente abandonado
"Los adolescentes necesitan la `roca' de los adultos para crecer''. (`La causa de los adolescentes', de F. Dolto)
Es común observar dos hechos clínicos en adolescentes e incluso en púberes que, cuando los padres no pueden conducir un proceso adolescente crítico y los abandonan a su propio destino, vagan entonces en la calle. También aquellos que tienen dinero le alquilan un departamento y el 911 los llama luego de quejas de vecinos por el consumo voraz de drogas y hechos lindantes con actos autodestructivos, la violencia, etc.
La adolescencia es clave para este proceso de crecimiento emocional en donde el descubrimiento de sí mismo, la elaboración de un esquema vital y la elección de valores amplifican un mundo hacia la libertad y el futuro. Para todo esto hacen falta modelos (padres, maestros, profesores, libros, líderes, contextos culturales, etc.). Hoy surgen agujeros, vacíos de modelo identificatorios o `anti-modelos' como horizontes de vida.
Así, nos encontramos con padres frágiles, permisivos, débiles; lo que llamo `padres billetera' o `padres pares' en donde compiten con el hijo sobre quién es más adolescente. También, en este sentido, la fragilidad parental (el problema de las depresiones en los adultos, pero asimismo el de su indisponibilidad para el joven) puede inducir en el adolescente una pérdida clave. El hijo necesita del padre aun para pelearse y necesita la búsqueda de objetos sustitutos capaces de procurarle artificialmente un sentimiento de seguridad.
Están solos. Vagan por la ciudad o habitan la soledad en un departamento `mantenido' por la billetera abierta de sus padres permisivos. Están en los boliches, llegan a cualquier hora a su casa y duermen durante el día rompiendo las reglas biológicas básicas de salud mental y cerebral: dormir de noche y vivir de día. Así, abandonan todo estudio, detienen su desarrollo emocional y se van uniendo a grupos que los marginan de una vida sana.
Surgen entonces historias de adolescentes confundidos. Un adolescente me dice que en el medio de su crisis adolescente se pone en contacto con las drogas y marcha hacia las calles a escribir con otros grupos de desamparados grafitis con los lemas de `caos' y `abandonarse'. En las paredes de sus barrios surgen estos lemas que desde la voz de los adolescentes me conmueven y a la vez me indignan por el abandono que hemos hechos los adultos de los más jóvenes.
La instalación de la pandemia y la epidemia del consumo de jóvenes nos tiene a los adultos como grandes ausentes o, por lo menos, asistimos al desconcierto de todos nosotros ante este nuevo mundo.
Es un nuevo mundo con drogas como objetos inertes pero vívidos y actuantes; un mundo nuevo con la tecnología como actor clave en nuestras vidas; un mundo nuevo con la licuación de límites, con estructuras de contención y de valores sobre los que el gran filósofo y sociólogo Z. Bauman resalta de cómo se ``debe vivir la vida'' (anemia vivida por los adolescentes en relación con la falta de proyectos transmitidos). Hay crisis de deberes y crisis de transmisiones.
Mientras tanto la adolescencia asiste a dos tareas claves en el desarrollo: la identidad que es la prueba de la mismidad alcanzada y la posibilidad de trascender al `ombligo' infantil de las demandas inmediatas y encontrarse con otro de quien aprender y a la vez amar. La construcción de un cerebro adulto, tanto es así que se llama al cerebro adolescente un ``cerebro en construcción''. En esta obra en construcción que culmina en parte a los 25 años la ingesta de drogas es una alteración de la estructura química y eléctrica de consecuencias imprevisibles. Por eso, hoy se dice que la adicción es una enfermedad del desarrollo cuando entramos en contacto con las sustancias (alcohol y drogas en general) en esta edad.
El comienzo temprano entonces asegura un mayor riesgo de adicción debido a la falta de controles inhibitorios y del pensamiento (estructuras superiores corticales) y la prevalencia de sectores cerebrales más emocionales e impulsivos. El cerebro es una obra maestra de sistemas de placer-recompensa, articulados a la memoria, motivación y de control. Las drogas `hipotecan' al cerebro en sus áreas de control de impulsos y nos dejan a expensas de una memoria adictiva.
Así, el cerebro que es un hermoso equilibrio entre el llamado sistema 1 (rápido, automático, reflejo, sin esfuerzo abstracto) y el sistema 2 que (lento, consciente y reflexivo y que requiere esfuerzo y reglas) queda absolutamente desbalanceado y los jóvenes quedan sujetos a conductas violentas que surgen automáticamente.