Rafael Spregelburd reinterpreta la obra de un pintor singular
En el triple rol de dramaturgo, actor y director presenta desde mañana en el Astros `Inferno', inspirada en la pintura de El Bosco. Es su primer estreno en el circuito comercial.
Si existe un artista multifacético dentro del espectáculo argentino ese es Rafael Spregelburd. Y no porque su currículum indique que es dramaturgo, director, actor y productor (y porque además reconoce profundizar en el diseño de luces y escenografía en cuanto a lo teatral), sino porque podemos encontrarlo en un mismo año como actor en una película pasatista como `El fútbol o yo' y en otra de culto como `Zama'. Dentro de esa mutación artística vale que la entrevista se realice en uno de los pasillos del teatro Astros, emblema de la revista porteña, pero para presentar su nueva propuesta `Inferno', sobre la obra del pintor holandés El Bosco. Es que Spregelburd rompe todo prejuicio para ofrecer su arte a quien sepa disfrutarlo. `Inferno' se presentará, por el momento, durante cuatro únicas funciones, los miércoles de este mes a las 20.30 en el Astros.
-¿Podríamos decir que el hilo conductor entre su nueva obra `Inferno', Austria, El Bosco y el Astros es Rafael Spregelburd?
-Aunque parezca raro podríamos decir que sí. Todo surgió en 2015 cuando el teatro austríaco Vorarlberger Landestheater, de Bregenz, me comisionó la escritura de una obra por los quinientos años del pintor El Bosco, porque en Europa se harían varias celebraciones sobre su figura. Yo tenía muchas piezas escritas sobre este particular pintor porque había hecho una heptalogía con títulos como `La terquedad', `La estupidez' y `La inapetencia', entre otros; sobre los siete pecados capitales basados en sus principios. Pero esta gente quería un texto inédito por lo que les iba a decir que no, hasta que recordé otro proyecto de hacer otra heptalogía pero ahora con las siete virtudes -fe, esperanza, caridad, templanza, justicia, prudencia y fortaleza-. Entonces les presenté `Inferno', que reacciona frente a su pintura `El jardín de las delicias'.
UNA OBRA UNICA
-¿Qué lo cautivó de El Bosco como para que sus cuadros influyeran en sus obras teatrales?
-El Bosco pinta a finales de la Edad Media, una época en la que había una crisis fenomenal porque se comenzaba a caer la figura de Dios como centro del mundo. Si bien El Bosco tenía formación religiosa porque era prácticamente un monje, se dedicó a pintar la caída de ese orden que él creía suyo. Su pintura era novedosa con respecto a los movimientos previos, pero al mismo tiempo no prosperó ante la llegada del Renacimiento, por lo que no tiene nada que ver con nada. Su obra es única. Y siempre pensé que a nosotros, los contemporáneos, nos toca vivir en un orden parecido que es la modernidad. Que rompe con lo anterior pero tenemos duda de cómo continuará.
-Siendo usted director y actor, ¿por qué solo aceptó dar su texto y no ser parte de la producción austríaca?
-A nosotros nos parece raro pero en Europa es muy común que pidan obras por encargo, porque cada teatro es una usina de producción de textualidad. Ellos no esperan que un autor les presente obras, sino que encargan su realización. No hay posibilidad de ir; de hecho, no vi ni siquiera el montaje. En el teatro germanoparlante, por ejemplo, se hace mucho esto de tener obras de repertorio y los teatros con sus elencos fijos las presentan tres o cuatro veces al mes. Sería inviable estar con mi compañía en el extranjero para hacer tan pocas funciones.
-¿Cuál fue la chispa que encendió su deseo de presentar `Inferno' en Buenos Aires?
-Me convocó la gente del Astros y cuando les hablé de `Inferno' me propusieron producirla sin cambiarle ni siquiera una coma. Para un autor y director como yo eso maravilloso. Me dijeron que querían darle un nuevo público a la sala, un fenómeno que se está viendo en toda la avenida Corrientes, de abrirle las puertas al teatro independiente. Sucedió con éxito con obras como `Petróleo', `Tarascones', y con nosotros mismos en el Metropolitan con `Pundonor'.
FLEXIBILIDAD
-El del Astros, ¿es el mismo texto que partió hacia Bregenz?
-Estoy habituado a que los materiales que escribo para afuera, tarde o temprano lo presente yo también. Sabía que este era un texto provisorio que cuando lo quisiera presentar tendría que modificar a los intereses del momento. Luego de la propuesta, lo adapté al espacio del Astros, a los cuatro actores que íbamos a estar en escena, y comenzamos los ensayos.
-Además de haberla escrito, dirige y actúa en la obra. No suele suceder eso en estrenos de esta magnitud.
-Siempre escribo obras que me gustaría actuar. Entonces, por qué censurarme. Sin embargo, mis obras son muy democráticas porque todos los actores somos protagonistas. Acá somos cuatro pero los personajes son veinte; entonces, para completar ese mapa necesitaba actores muy flexibles. Por suerte, junto a mi socia Andrea Garrote, que también actúa, encontramos a Violeta Urtizberea y Guido Losantos que son ideales por su versatilidad.
PRIMER PLANO
-¿A qué cree que se debe el furor del teatro independiente en las salas comerciales?
-Acá el teatro se piensa como algo divertido. Hay culturas muy ricas, en Europa sobre todo, que piensan al teatro como un peaje cultural y solemne a las formas puras de conocimientos. En Buenos Aires, en cambio, el 90 por ciento de las obras que se presentan son de autores vivos y solo un 10 por ciento son clásicos; exactamente al revés que en otros países. Otra cuestión es que en la Argentina hay un muy pequeño y casi barrial star-system de actores independientes que tienen sus seguidores. Si yo fuera actor en Alemania o en Austria sería empleado de un teatro y cada semana me dirían qué obra hacer. La gente no vendría a verme a mí o a cualquier otro actor sino a la obra en cartel.
-El público que sigue a Spregelburd, ¿qué verá en `Inferno'?
-En principio, se encontrará con una escenografía denominada `Horror vacui', donde todos los recovecos están llenos de información y el todo es aplastante. Actuamos saltando objetos porque está todo tirado por el piso y es parte de esta pesadilla que sufre el protagonista, un periodista que se despierta luego de una crónica turística y etílica por Santiago de Chile. Dos catequistas lo arrancan de la cama para decirle que está en el infierno y que su única salida es aprender las siete virtudes. Son siete fábulas, una dentro de otra, como cajas chinas o un sistema de descenso a los círculos del infierno, en la que cada escena presenta a la siguiente. Sinceramente, no recuerdo otra obra que haya tenido una mecánica parecida.