Cuando el 18 de agosto de 1922 murió Guillermo Enrique Hudson, no llegaba a los noventa días una niña, que con el tiempo habría de recordarlo y ser su gran biógrafa: Alicia Jurado, asidua colaboradora de La Prensa.
Leuman recurrió rápidamente a la anfitriona: "La directora de Sur, se declaró incompetente en la materia, pero recurrió a uno de sus principales asesores, fue Jorge Luis Borges, quien lo introdujo en la vida de aquel autor''.
En 1925 nuestro escritor "se lamentó frente al inevitable ocaso de la cultura gaucha y de la identidad criolla argentina diciendo: `En el poema de Hernández y en las bucólicas narraciones de Hudson (escritas en inglés, pero más nuestras que una pena) están los actos iniciales de la tragedia criolla''.
Tagore le tenía tal respeto a Hudson, que llegó a confesar que los presentimientos "de una América creadora de civilizaciones nacieron en mí al leer a uno de mis autores favoritos, tal vez el más grande prosista de nuestra época''. Parece ser, según algunos estudios que Tagore, "fue un acontecimiento que generó una verdadera ola de entusiasmo'' por la figura de Hudson. No olvidemos que la comisión encargada de recibir al escritor la presidía Ricardo Rojas, rector de la Universidad de Buenos Aires y figura respetada en las letras.
Por esas cosas que Jorge Luis Borges llamaba "simetrías del azar'', Alicia Jurado fue quien lo recibió en el acto de su incorporación pública a la Academia Argentina de Letras, donde habló de ese amigo en común y dijo: "Yo conocía y sentí cariño por la obra de Hudson. Yo conocía parcialmente la obra de Cunninghame Graham y no sentía mayor afecto por él. Sabía de sus libros como interpolaciones en el tiempo, sabía que habían existido, yo no podía dejar de pensarlos, pero ahora después de leer los dos libros de Alicia Jurado, ocurrió algo muy curioso, y es que ahora los siento como seres reales, no sólo son seres históricos; es decir ahora puedo pensar en Cunninghame Graham, en Hudson, como puedo pesar en seres tan reales y atemporales como Alonso Quijano, Hamlet, Macbeth. Es decir, Alicia Jurado ha realizado ese curioso prodigio, el prodigio de hacer que los hombres en la mera sucesión del tiempo sean tan reales como esas grandes figuras atemporales y eternas, es decir ha conseguido que dos hombres meramente históricos sean, por lo menos para mí, tan eternos como los personajes de la ficción. En estos días, gracias a Alicia Jurado, he sido momentáneamente esos dos escritores, y seguiré siéndolo.
Como lo afirma Alicia Jurado, don Guillermo es un espectador imparcial "