Violación en manada
"Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio, porque yo no era comunista (...),
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí,
no había nadie más que pudiera protestar."
Martin Niemöller
En un (nuevo) episodio de la violencia que vivimos cotidianamente, una joven de veinte años es secuestrada, drogada y violada repetidamente por un grupo de seis hombres dentro de un vehículo, mientras dos del grupo, de aquí en más quizás debiéramos llamarles horda más que "manada", esperan su momento, su turno, y controlan que los otros cuatro violadores dentro del auto no sean interrumpidos. La escena si no fuera real es de un género distópico al estilo "La Naranja Mecánica".
El problema es que hemos pasado ese 1995 en que se ambientaba la película, surgida de la novela de Anthony Burgess, y la distopía se ha transformado en realidad. Vivimos una sociedad en que la medida de la violencia se ha corrido a lugares que no imaginábamos y donde todo es posible y en todo lugar. Efectivamente, el último refugio del miedo que es que no me pase a mí, que les pase a otros, que pase lejos, ya no es aplicable. La idea que la distancia o la víctima puede explicar, justificar el hecho, "algo hizo" (o dejó de hacer), carece de sustento, como explicaba el poema de Niemöller, ya que finalmente de una manera u otra será imposible no ser víctima de esa violencia. Que pase a otros o lejos no es protección alguna.
La novela de Burguess surgía en un momento en que los experimentos de psicología conductista estaban en su auge y al mismo tiempo una corriente literaria y filosófica, que dio impulso al género distópico como "1984", tan presente en estos tiempos actuales, advertía en un mundo de postguerra sobre la naturaleza humana y de los peligros de no estudiar la conduta científicamente. La advertencia no era nueva, ya que Plauto (aprox. 200 AC) decía:
Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro
Se popularizó la primera parte, que "el hombre es el lobo del hombre", pero advertía que la esencia está en la carencia en ver al otro como uno mismo, advertía sobre el egoísmo, desinterés, individualismo, lo mismo que decía Niemöller. Quizás la única forma de protegerse es proteger al otro, es ver en el otro a sí mismo, no como forma de bondad vacía sino como protección del colectivo que formamos todos. Para ratificar desde la realidad de los hechos, esto ocurre en un lugar que impide la negación que se les da a los otros casos que ocurren de una manera u otra semanalmente. Un lugar de encuentro céntrico en Buenos Aires, y a plena luz del día. Los lobos, la horda, ya no se protegieron en el lugar apartado, ocultándose o usando la noche de aliada, sino que la impunidad le dio una característica y atractivo especial. El comportamiento de horda, "gang", manada, alude a cuando el sujeto pierde su individualidad ya que la delega en el grupo, y en esa pérdida también lo hacen sus frenos inhibitorios, su humanidad y se transforma en un depredador, una parte de la masa, en la cual él no es responsable de nada, y la víctima no es otro ser humano sino un objeto para descargar la desesperada necesidad de control, de poder, de estos seres que individualmente son impotentes y necesitan la validación de la masa para dejar emerger su sombra.
La respuesta de la sociedad no es la de asumir la gravedad del problema sino proponer la justicia popular y "ajusticiarlos", o quienes deben proteger a las víctimas decir que la culpa es de la sociedad. Quizás lo sea, pero lo será por no poder elegir abordar nuestros problemas de una manera racional que nos permita comenzar el camino para encontrar alguna solución, así sea parcial.
Hay soluciones, pero pasan por aceptar la realidad de la violencia, ya no distópica sino concreta que vivimos y comenzar a estudiar para conocer y poder prevenir, ya que estos lobos no actuaron así por vez primera, sino sin duda como en todos los otros casos fueron dejando su rastro de dolor.
No fue su primera vez seguramente y de manera más preocupante, no son los únicos ni los últimos.