UNA MIRADA DIFERENTE
El virus Putin-22
La previsible y planeada nueva pandemia no es sanitaria, pero facilita la excusa para lograr el mismo efecto: pulverizar el ahorro, la inversión, el comercio y el capitalismo.
Importa comenzar con un doble disclaimer: leer y escuchar a los ucranianos de a pie que no se pueden explicar esta tremenda agresión que sufren, que además son obligados a disfrazarse de soldados heroicos y suicidas, que ven desaparecer su seguridad, sus sueños y su futuro en un instante, pone a todos los individuos del mundo en el mismo bando. Una agresión a ellos, como en todos los otros casos de atropellos, persecuciones, invasiones o dictaduras de cualquier tipo, es una agresión a la humanidad sin aditamentos, a la libertad y a la civilización. Así lo entiende la columna, cualesquiera fueran los orígenes, las razones o las explicaciones que se esgrimiesen para intentar justificar o racionalizar los atropellos. Se entiende entonces el grito de “nos dejaron solos” conque los ucranianos responden a los reportajes de la radio y la televisión mundial cada vez que un osado reportero con chaleco de camuflaje arrima un micrófono a estas víctimas.
Por otro lado, hay que puntualizar un hecho irrefutable que nadie está dispuesto a verbalizar ni sostener: ni la sociedad americana, ni ninguna otra sociedad democrática del mundo, están dispuestas a aceptar que muera uno sólo de sus soldados para liberar a Ucrania. Tampoco a iniciar una tercera guerra mundial, y mucho menos con armas de destrucción masiva. La imagen de los cadáveres volviendo a casa por la que los pueblos que suelen acusar y castigar a los vividores públicos de turno por esos ataúdes queridos. De nuevo, se vuelve a comprender el tremendo grito-reclamo de “nos dejaron solos”, aunque haya una marea de justificaciones.
Por eso la respuesta de Estados Unidos y Europa, de sanciones económicas, luce tan poco efectiva y ridícula como el tradicional reglazo en los dedos que los viejos maestros ingleses le propinaban a los alumnos díscolos. Para colmo, la represalia parece una escopeta de dos caños. Claro que una de las bocas del arma castigará a Rusia y la otra a Occidente, en especial a Europa. Una suerte de tiro en el pie de Occidente. La dura oposición alemana que forzó a la exclusión del petróleo de la aún no consensuada prohibición de utilizar el sistema de comunicación para seguir las transferencias de dinero, el SWIFT, (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication) muestra la poca potencia de las armas que le restan al mundo libre, y de algún modo entra en el juego del patético czar ruso. Parece en cambio algo más fuerte la prohibición de exportar tecnología a Rusia, sugerida por el Financial Times, si bien no instantánea, y que, de paso, profundiza y convalida el submundo de transacciones turbias y de delito en que se mueve la economía imperial, incluidas las cybermonedas. (¿)
Es que se ha producido un salto abrupto, tal vez al vacío, entre el mundo de integración y mutua complementación que comenzó hace 40 años y culminó en la globalización, que puso en competencia a la sociedad universal, aumentó exponencialmente las oportunidades y sacó de la pobreza a mil millones de personas, y este mundo cerrado de un portazo, por decisión proteccionista de Estados Unidos primero, luego por el sueño imperialista de Xi, que lo lanzó de nuevo a los peligrosos brazos de un obsoleto comunismo, y ahora esta otra aventura psicopática del megalómano Superman ruso, con master en la KGB.
PEOR PARA EL CAPITALISMO
Este nuevo bloqueo, (que suelen tener poco efecto disuasivo para los excesos de las dictaduras, como se ha visto en Cuba y Venezuela) tiene algunas consecuencias riesgosas para Occidente, y peor para el capitalismo, o lo que hasta ahora se conocía como economía capitalista seria. La economía que hizo grande a Estados Unidos y que ahora se intenta metamorfosear en nombre de la solidaridad o la equidad para hacerlo pequeño, casi intrascendente. Una de esas consecuencias o fragilidades se interrelaciona con la al menos inoportuna y algo soberbia decisión de salvar al planeta, empezando ya, con impuestos y prohibiciones de todo tipo, que no sólo encarecen el combustible, en especial en Europa, sino que somete a ese continente a una dependencia que le impide las bravatas y sanciones, salvo que sean de cortísimo plazo. Por eso no es absurda la propuesta de Boris Johnson, que sostuvo en la semana que esta dependencia del gas ruso motivó a Putin a dar el enloquecido paso, ya que tiene en sus manos a algunos de sus enemigos potenciales más importantes. Boris está proponiendo, entrelíneas, al menos suspender ese tratado suicida climático de instantaneidad salvífica, para quitarle así parte de las ventajas estratégicas al invasor. La idea tiene una cuota de sensatez no habitual en el Primer Ministro británico, debe aceptarse. Por eso Estados Unidos, que empuja a la UE a este tipo de medidas, seguramente buscará mecanismos para compensar a sus forzados aliados por este costo paralizante que el bloqueo les genera, lo que será pagado por media humanidad, aproximadamente, incluyendo los consumidores americanos.
Otra ventaja estratégica que está pesando, es el debilitamiento residual de la OTAN, vapuleada por Trump y por su propia burocracia y acaso su falta de razón de ser de las últimas décadas, tras la caída de la URSS y la pax vía intercambio comercial que ahora están demoliendo tanto la nueva concepción socialista americana, como la nueva concepción comunista china, como el viejo zarismo ruso. Por otra parte, la OTAN debería forzar mucho el razonamiento y su carta fundacional para intervenir en un conflicto que no la agrede ni la afecta, en teoría. Y siempre tendría que cuidarse, como se estableció en el disclaimer del comienzo, de que no muriera ningún soldado, salvo que fuera un dron. Su resurrección de hoy es forzada y no es demasiado creíble entre los aliados. Tampoco los presupuestos, que, como en toda burocracia, están destinados en una parte importante a la autosustentación de su propio organigrama. Se puede decir que ya Putin ha logrado su objetivo de mínima: no hay en el corto o mediano plazo probabilidades ni posibilidades de que Ucrania pase a ser miembro de la OTAN. ¿Y querrán Suecia y Finlandia entrar justo ahora al Tratado del Atlántico Norte y pasar a ser el frente de combate directamente y sin escalas? Y, por otra parte, la amenaza de Rusia de que si se adhieren al tratado sufrirán consecuencias –otro inaceptable y descarado desprecio incivilizado a la soberanía de los nórdicos- ¿los impulsará a entrar al Tratado? Y, por último, ¿los defendería de un ataque de represalia rusa la OTAN, con todo su poderío o se aplicarían sanciones financieras solamente? Esta brutalidad rusa, de amenazar a países que en ejercicio de su soberanía deciden adherirse a la OTAN, ¿preanuncia más acciones tipo blitzkrieg? Se estaría en tal instancia ante un conflicto bélico mayor, ya que no dejaría otro camino que una respuesta armada contundente.
En muchos aspectos, la agresión y prepotencia rusa, que han creado esta situación bélica inmerecida e intolerable, tiene similitudes con la reciente pandemia. Desde sus orígenes sorpresivos y difusos y sus posibles remedios, a los efectos negativos causados por la solución que se decidió aplicar. Así, la pandemia creyó resolverse entre otros intentos, con el aislamiento, la reclusión y el encierro, lo que creó un desastre económico en los PBI’s, que se intentó paliar, por la ignorancia y la ideología del socialismo barato de las orgas internacionales, con una emisión descontrolada y de alto poder destructivo, que aún no ha terminado su tarea inflacionaria, licuadora y reseteadora global. Esto que se llama hoy guerra -en rigor un vulgar y patotero ataque bélico alevoso y desproporcionado contra un país casi inerme, que va a la muerte o la esclavitud, da igual- recorre el mismo camino. Amenaza convertirse en una gran excusa para no parar la inflación, al contrario, para aumentarla. (febrero ya amenaza con un 9% anualizado de aumento de precios en EEUU) La Fed, que desde Greenspan en su versión negocios tolera burbujas y exuberancias irracionales, ya empieza a retroceder en su modesta idea de subir 6 ó 7 veces las tasas un cuarto de punto, un nivel ya ridículamente bajo. Mucho menos retirará aunque sea una mínima parte de su emisión enloquecida.
Lo que lleva a un razonamiento técnico: si se arguye que el mundo no crece debido a la guerra rusa, pongámosle, mucho peor será todavía si a tal proscenio se deja avanzar una inflación creciente, fruto de los desaguisados de la guerra pandémica. No hay ninguna base sólida y aceptada para sostener la preciaría convicción del Banco Central americano de que una inflación generalizada va a crear más empleo ni más actividad de mediano plazo, al menos. Con lo que se da una situación digna de análisis: sin ser una guerra, ni una conflagración con pérdida de millones de vidas, salvo la de los pobres ucranianos, finalmente la barbaridad rusa tendrá el mismo efecto: la pobreza generalizada, la destrucción de una generación al menos. Por supuesto que esta “guerra” que el presidente Biden y sus aliadas amazónicass burócratas estadounidense y europeas creen que están librando, tiene el mismo efecto que si fuera en serio: gasto, proteccionismo, desempleo, igual que los antiguos reyes que se endeudaban y saqueaban con impuestos y/o inflación, en definitiva la misma cosa, y por supuesto terminaba en estanflación. Claro que también sirve de relato-explicación-posverdad para ocultar algo que esos propios gobiernos provocaron con su emisión descontrolada. La estanflación ya no será consecuencia de semejante irresponsabilidad ignorante, sino que será consecuencia de una guerra. Un meteorito, en otras palabras. Algo que llegó del cielo, o de Rusia, con amor. Y se espera que usted lo crea, y los diarios especializados y de gran circulación mundial lo repitan. Wall Street resucitaba y subía de nuevo ayer, en esta calesita loca de volatilidad, en la esperanza de que seguirá la exuberancia irracional, o sea que se continúa en la creencia de que una cuota de inflación - ahora no temporaria- viene bien, tal como cabe que piense (o no piense) cualquier financista o inversor que se precie. Nadie parece percatarse que no combatir, o demorar el combate contra la inflación, es igual a no combatir, o demorar el combate de un incendio, valga la terrible comparación con el drama correntino. De paso, la tasa cero o parecidas son la negación misma del concepto central económico capitalista. Concepto convenientemente olvidado.
PSICOPATIA VICEPRESIDENCIAL
Los países agroexportadores, que supuestamente se pueden beneficiar de la reducción de la oferta de trigo y oleaginosas de Rusia y Ucrania, saben que del lado de la importación se perjudicarán duramente con el aumento o la escasez de sus insumos, lo que pone en peligro su producción y aún la balanza comercial y de pagos. Eso explica en parte el comunicado argentino, (la otra parte está explicada en la psicopatía vicepresidencial y negocios anexos) de vergonzosa complacencia y sumisión a Rusia. Sin embargo, sin caer en las palabras hipócritas y falaces del comunicado argentino, Uruguay tampoco fue demasiado contundente en su condena, también obligado a mantener un equilibrio en un mundo en el que jugarse por EEUU tampoco garantiza conseguir demasiado, salvo tolerancia en el FMI, que no es el caso.
Hace 20 años, aún antes de la oportuna destrucción de las Torres gemelas, la principal asesora de George Bush (h) en un ataque histérico del sector republicano, pregonaba que Estados Unidos dejaría de ser el gendarme del mundo. Esto equivalía a dejar de ser el rector del orden mundial, a no estar ya dispuesto a poner recursos económicos, bélicos y vidas en esa tarea. Más allá de algunas guerritas de dudosos resultados bélicos pero de grandes resultados económicos para los beneficiarios de la nueva guerra tercerizada americana, ese concepto central se mantiene. Cada uno en su estilo, lo han defendido todos los presidentes norteamericanos. Es coherente con el miedo proteccionista que de pronto ataco a la ex indiscutida primera potencia, junto con la pérdida del predominio económico. El Orden Mundial se ha quedado sin CEO. Aún China, que parecía condenado a tomar el cargo, lo dejó vacante por ahora, porque la ambición de eternizarse de Xi Jingpi lo puso en manos del partido comunista chino, que es el paradigma de la impredecibilidad y la inseguridad jurídica. El partido tiene otras aspiraciones que casi van en contra de las aspiraciones de su propio pueblo. No quiere por ahora ser el líder del orden mundial, con las obligaciones, concesiones y condicionamientos ideológicos y éticos que eso conlleva, como sabe muy bien EEUU.
Ese mundo sin CEO, sin seguridad y sin control, también es una invitación a aventuras como las de Putin, que percibe las debilidades y claudicaciones americanas y advierte que China no está apurada a dar un paso al frente, y a ponerse sobre sus hombros el mundo, cual nuevo e indescifrable Atlas, lo que le asegura una cierta tolerancia, mientras sea funcional como lo es con relación a Taiwan, que el mundo libre ha perdido sin que nadie mueva un dedo. (De paso, debe recordarse que EEUU fue quién más empujó en la expulsión de esa isla y la simultánea entrada de China en las Naciones Unidas, un vomitivo episodio que se vio en vivo y en directo), pero que marca la diferencia de momentos.
La suma algebraica de la renuncia del CEO del Orden Mundial, la falta de un gendarme, el creciente cercenamiento de la libertad de comercio, el surtido de exuberancias irracionales condonadas y nunca penadas, la debilidad económica de la emisión sistémica muy anterior a la pandemia, coronada con una explosión emisionista e inflacionaria durante el aislamiento covidiano, la decisión de las democracias de no tolerar un solo muerto, la corrupción reiterada del sistema bancario privado y público americano, la permisividad en las maniobras empresarias en Wall Street, la ventaja aparente rusa de tener un pueblo sometido y con miedo bajo una dictadura que lo sojuzga, un sistema capitalista agotado, sobreendeudado, con tasa cero porque ningún estado puede pagar los intereses, saturado de moneda falsa, un sistema internacional burocrático, frágil, demagógico, complaciente, culposo y miedoso, el temor del ciudadano medio estadounidense a competir, los reclamos de una sociedad mundial que no tiene ningún interés de principios alguno, salvo el de ser protegida y las reivindicaciones de causas perdedoras y de autocompasión de fracasados, capaces de destrozar toda eficiencia, toda calidad y toda grandeza, también sirvieron como alicientes para que Rusia hiciera esta jugada trágica, que intuye que no tendrá sanción contundente. ¿Por qué no la haría? Nada es casualidad.
OPTIMISMO INGENUO
La idea de causar daño a la economía rusa, y así predisponer al pueblo a presionar contra el gobierno, puede funcionar contra Macrón, contra Piñera, o contra Trump. Es demasiado optimista suponer una reacción similar en Rusia, y menos suponer que será tolerada. Dos millones de civiles murieron defendiendo Leningrado, la cuna de Putin. 10 veces esa cifra murió en toda Rusia en la segunda guerra. Primero luchando a favor de un bando y luego a favor de otro, sin explicaciones. Cuarenta años después el pueblo seguía defendiendo la Guerra de la Madre Patria, como era llamada, sin importar con quién o por qué habían muerto. El gobierno ruso es una dictadura asesina. Difícilmente permita marchas. Seguirá afirmando que la lucha es contra los nazis de Ucrania, o seguirá sosteniendo que como Occidente rompió varios pactos (en lo que tiene razón) tiene derecho a usar la fuerza contra terceras naciones para resolver tal incumplimiento. O responderá, como respondió ayer al temible Xi, que está dispuesta a negociar siempre que Ucrania se rinda, o que su gobierno se rinda, para colocar allí títeres de Moscú, con los que después negociará. Una burla.
Toda conflagración tiene varios orígenes y cientos de teorías conspirativas y leyendas, de modo que se puede elaborar y especular hasta el infinito. Pero este accionar de hoy está fríamente calculado y sopesado. Sobre todo, las debilidades del enemigo. Un Churchill suponía alguien capaz de dejar que un bombardeo diezmara la ciudad de Coventry para no dejar trascender que se conocían los códigos alemanes. Y una sociedad que lo aceptase. Un Keynes suponía alguien capaz de dejar como herencia el default británico, con una teoría casi idéntica a la pasividad criminal de la Fed de hoy, antes y después de la agresión Rusa a Ucrania . Un pueblo al que se le podía pedir sangre, sudor, sacrificio y lágrimas. Kissinger, Nixon y Deng habían sorteado todo ello apostando al comercio libre y global. Habrá que coincidir que no es Putin el culpable de que se hayan abandonado esos principios tan exitosos y se haya entrado en un oscurantismo final. Putin es apenas una resultante barata, un virus contrahecho, un aborto de la decadencia burocrática y socialista norteamericana y occidental, un Golem de barro putrefacto.
Pero al obligar a un contrapunto de guiños y gestos, de amenazas y finteos, de miedos y debilidades, de burocracias y bancos centrales, de sanciones y precisiones quirúrgicas, de miedos y pequeñeces, de dialéctica y amagues, ha convertido la guerra en una monstruosa partida de ajedrez. Ya casi no es el enemigo. Apenas un rival loco y desaforado que todavía sigue teniendo el carnet del club de políticos. El sistema lo sigue considerando socio. En ese sentido, ya ganó. Occidente había perdido antes de empezar.
“También el jugador es prisionero, la sentencia es de Omar, de otro tablero, de negras noches y de blancos días. Dios mueve al jugador, y este la pieza” -dice el maestro Borges. Y aunque esta no sea una guerra, sino una invasión descarada, las consecuencias son iguales. El ahorrista, el capital, la inversión, han perdido. Como en cualquier guerra, la resultante es la miseria. La miseria que se asoma, aunque aún no sea evidente. Y como dato relevante: importantes analistas económicos de bancos internacionales sostienen que no más allá de 2030, Estados Unidos sólo tendrá recursos para pagar los gastos de defensa y los intereses de su deuda. El resto será default. El otro nombre del reseteo.
En esta cuasi guerra, que nadie puede afirmar cuándo y por qué se gestó y a quién beneficia, todos somos trebejos.
¿Qué Dios, detrás de Dios, la trama empieza?– Concluiría nuestro máximo escritor, un visionario.