Juan Martín Del Potro ha anunciado su retiro de la práctica profesional del tenis, acosado por una lesión en su rodilla. Y he sentido mucho tal decisión, inevitable por otra parte. Ya no podré ver sus partidos por TV, que revestían especial interés, desde el momento que Juan Martín estaba en condiciones de ganarle a cualquiera, en base a su derechazo formidable.
Me dirán que, en su reemplazo, bien puedo seguir la actuación de Diego Schwartzman. Pero no es lo mismo. La capacidad de Schwartzman tiene un tope. Alto si se quiere pero tope al fin. Juan Martín, en cambio, podía despacharse con un triunfo con jugadores que estában encima de él en el ranking.
Creo que no llegó a demostrar toda su valía, pese a haber ganado una medalla de plata olímpica. Pues su capacidad le permitía llegar a obtener éxitos que alguno podría suponer fuera de su alcance.
Además es un buen tipo. Noble, sincero, capaz de postergar posibilidades en aras de principios. Al respecto, puedo traer a colación aquella vez en que rechazó la invitación de Cristina a saludar desde el balcón de la Casa Rosada, solidarizándose con la gente de campo, que constituía la clientela de su padre, quien trabajaba para los campesinos en su carácter de veterinario.
Tipo humilde, con muy buena pinta, voy a echar de menos su presencia en grandes torneos de tenis.
Luchó contra sus lesiones mucho tiempo, sometiéndose a varias operaciones que no terminaron de arreglar las cosas.
No sé a qué se dedicará ahora en su Tandil natal, donde tiene un campito. Se me hace que a nada vinculado con el tenis, prefiriendo, probablemente, las tareas rurales.
Tan buena persona es Juan Martín que le perdono ser hincha de Boca.
El país necesita buenas personas. Más que personas brillantes. Propuse yo alguna vez fundar el partido de la buena gente, dejando de lado afinidades políticas, ya que no me parece bueno que los argentinos se enfrenten por divisiones tan artificiales como lo son las adhesiones a partidos políticos. Estimo, al respecto, que era mucho más natural la agrupación corporativa, que proponía Mussolini, fundada en el oficio de cada cual. Los partidos parten, separan, oponen.
Don Carlos Ibarguren propuso alguna vez una constitución corporativa para cierta provincia argentina, creo que Santa Fe.
Del Potro hubiera militado seguramente en una de esas corporaciones, no sé si como tenista o como dueño de campo. Y no en un partido político, al que nunca se afilió que yo sepa.
Gracias, Delpo, por las alegrías que nos has dado a los argentinos.