Con perdón de la palabra

Libros aburridos

Acabo de leer un libro aburrido. Bueno, lo de leer es un decir nomás. Porque empecé por leerlo al bies y terminé por abandonar su lectura, harto. El libro se llama `La casa de la araña' y lo escribió un señor Paul Bowles. Que bien podría no haberlo escrito.­

La obra tiene 475 páginas. Abundantes páginas. Y a lo largo de ellas no pasa nada. Nada de nada. Trata de hechos cotidianos desprovistos de todo interés, protagonizados por personajes tan poco interesantes como el argumento. Ningún acontecimiento extraordinario. Ningún ambiente exótico. Ninguna situación inesperada.­

Y me parece que no hay derecho a escribir un libro así. ¿Para qué lo escribió el autor? ¿Para qué lo publicó el editor? ¿Y para qué lo compré yo, incurriendo en un gasto inútil?­

 

Un libro debe tener una razón de ser. Ilustrarnos sobre una materia atractiva que no conocemos. Sostener una tesis original. Relatar situaciones diferentes a las que nos ofrece la rutina. De lo contrario, si se reduce a contarnos sucesos de la vida cotidiana, aquello se convierte en una tarea ociosa. Que bien puede ser reemplazada por una charla con el vecino, con el vigilante de la esquina, con el almacenero del barrio, con quien nos trae el diario a casa todas las mañanas.­

Claro que yo soy culpable de mi aburrimiento por haber comprado el libro sin averiguar antes algo a su respecto. Me ensarté como un idiota. El nombre me pareció atractivo, el texto de la contratapa suscitaba cierta curiosidad y hasta el nombre del autor permitía alimentar expectativas favorables. Paul Bowles, norteamericano que murió en Tánger, parecía ser un aventurero que hubiera vivido una existencia movida, volcando en las páginas del libro sus interesantes experiencias.­

Pero nada de eso; la obra es una narración soporífera de un acontecer rutinario carente de todo interés.­

Para no ser tan negativo, ya criticados debidamente el autor y su obra, concluiré esta nota rindiendo homenaje a los autores que escriben cosas divertidas, entretenidas, instructivas. Proporcionándonos con la lectura de sus trabajos un buen momento. O conocimientos de los cuales carecíamos y que resultan útiles.­

En fin, que me ensarté comprando `La casa de la araña'. Que todavía ignoro por qué se llama así.­