UNA MIRADA DIFERENTE
Sola, fané y descangallada
Como si todos los tangos de Discépolo fueran fatales profecías, Argentina paga el precio de su esfuerzo denodado y empecinado por aislarse del mundo.
Enrique Santos Discépolo, Discepolín, para los tangueros, es quien mejor ha descripto el momento social y político de su época, o de todas las épocas, descripción que -como una maldición flamenca– se pegó para siempre al alma criolla y ha seguido definiendo eternamente cada una de las selfies que en cruel serie infinita componen la triste historia de la vida nacional y su gente, no importa cuándo se mire. Es posible que cada uno se autoexcluya de esas definiciones, pero no debe haber un argentino que no haya repetido como un credo aquello de “vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos”, o haya pontificado que “da lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata o el que cura o está fuera de la ley”, sin olvidar que “nada es mejor” y que da igual “un burro que un gran profesor”.
Es también profético que este tango Cambalache de 1934, y algunos similares, hayan sido escritos para cantarse en los teatros de revistas donde el escenario estaba poblado de vedettes, bataclanas, bailarinas, bufos, monologuistas que se ganaban la vida bromeando con la política y vivían de ello, como si el genial trágico hubiera imaginado que estaba describiendo otro futuro teatro de revistas gigantesco, para nada alegre, digno ni decente. Pero donde también se podrían encontrar los mismos personajes, aunque mucho menos respetables y emulables.
El título de la columna, sin embargo, copia el comienzo de otra gran pieza del maestro: Esta noche me emborracho, que compusiera en 1928, y que Carlos Gardel, el primer emprendedor argentino, interpretara en unos modestos cortos cinematográficos, antecesores del video clip, tras una fugaz charla con el autor, que todavía pueden verse por Internet. La diferencia es que el compositor se refiere al desengaño de un hombre, y esta nota se refiere a la Argentina, hoy por iguales razones tristemente sola, fané y descangallada. Los más venerables lectores argumentarán que el Zorzal también grabó Chorra del maestro, pero no es posible elaborar sobre ello en razón de la veda.
Y aquí es oportuno recurrir brevemente a la RAE, sobre todo para quienes han preferido perfeccionarse en otros idiomas, no en el lunfardo, que como dijera el ineludible Borges, es un idioma inexistente inventado por los autores de tangos.
fané
Del lunfardo fané y este del fr. Fané “marchito, demacrado”
1.adj. coloq. Dicho de una persona: cansada o desmejorada.
descangallar
Del gall. y port. escangalhar
1.tr. Descoyuntar, descomponer, desmadejar. U.t.c. prnl.
La decadencia
Ahora se puede continuar con la nota. Argentina, que alguna vez fuera la nación joven, optimista, exitosa, con un enorme porvenir, envidia de todos los países y hasta un poco soberbia y altanera por su riqueza, fue, lentamente primero, y aceleradamente después, tratando de diferenciarse del mundo del peor modo posible. Más que diferenciarse, de aislarse. Primero, con un hábito de golpes de estado que culminó cuando en la Segunda Guerra Mundial se puso del lado del dictador más repudiado de la historia, mientras imitaba en su accionar sociopolítico y económico a otro dictador payasesco y operístico. Y de paso, cultivó la amistad con Franco, como una rúbrica en su firma estampada al lado de los peores.
Muy poco de lo que ocurrió en el país desde ese momento en adelante, quienesquiera estuvieran a cargo de la conducción de sus destinos, ayudó a pertenecer al resto de las naciones que progresaban, crecían, evolucionaban. Revoluciones, guerrillas asesinas, represiones legales e ilegales, defaults internos y externos, corrupción, estafas a los ahorristas y al pueblo, hiperinflaciones, confiscaciones, devaluaciones con formatos surtidos, destrucción de mercados internos y externos, pérdida de respeto del planeta. Hasta lo que al mundo exterior la pareció que sería una inflexión en esa eterna rutina, el mandato de 2015-2019, terminó, otra vez por la razón que fuera, en una desilusión que no se limita a ciertos sectores, a ciertas ideas o a ciertas ideologías. Tampoco al enfoque meramente local. Argentina siguió defraudando. Con el significado que se le quiera dar al término. Un 2001 eterno y repetitivo.
Como un diabólico espejo que fuera capaz de deformar lo ya deforme, lo que se ha dado en llamar el período kirchnerista del peronismo, o la franquicia kirchnerista, aceleró, potenció y hasta se dedicó casi con exclusividad a acentuar el aislacionismo y la credibilidad institucional y la inserción argentina en el mundo. Y dentro de ese lapso, se destacan con luz propia los gobiernos entre 2007 y 2015, y el actual, que lleva casi dos años de mandato, aunque el presidente designado crea otra cosa.
Sainete potenciado
En ese período de apenas 10 años, la nación tomó todo su repertorio de sainete conventillesco de Vacarezza y lo potenció, lo exhibió sin pudor y sin concesiones, y lo estampó en la cara global, y mientras para algunos todo ese vodevil era una demostración de gran habilidad estratégica política, para el resto de la sociedad y para casi toda la humanidad el proceso fue percibido como el de un chico perverso que goza con romper el juguete de su hermanito y hacerlo llorar. Por supuesto, con efectos y consecuencias un poco más graves y demoledoras. Empezando por dos conceptos nuevos, que los jueces más serios del mundo se ocuparon en resaltar: la cualidad de tramposo deliberado y de falseador de datos, dos nuevos baldones que el país no tenía, y que, además de haberle costado muy caro a la ciudadanía, le seguirá costando mucho más en cada uno de los juicios que se perdieron y se seguirán perdiendo. Bastaría solamente con cargar ese mochuelo para desaparecer del escenario por largo rato. Pero evidentemente, no debe haber resultado suficiente para las personalidades patológicas que afloraron en ese período y para el aguante y la lealtad de sus favorecedores.
Entonces, se profundizó una metodología que necesariamente conduciría al leprosario. Comenzando por la ofensa de la diplomacia del alicate, con la que se creyó que se defendía la soberanía, cuando sólo era la más pura ignorancia en acción. Más el ataque grosero a Israel, cuando la entonces presidente salió acusar a las organizaciones judías internacionales del atentado a la embajada, lo que además de ser una tilinguería, implicaba distanciarse de lo que podría haber sido un gran apoyo para el país, de una comunidad entroncada desde siempre en la vida nacional, y de una nación respetada e influyente en el mundo civilizado. Y como si eso no fuera suficiente, aparece el innecesario y rentado pacto con Iran, que equipara al país con un barco de piratas. Lo que se corona con la muerte del Fiscal Nisman, que, como si el simple asesinato no fuera ya oprobioso, se agrava con oscuras maniobras de película barata para disfrazarlo de suicidio, que luego se ata con las operaciones para desprestigiar al fiscal con investigaciones inaceptables y crueles sobre su vida privada. Difícil encontrar otro paradigma que aleje más de la consideración internacional a un estado.
Pero esto es sólo un punto. La adhesión a los pactos, acuerdos, documentos y tratados de Puebla, Sao Paulo, y otros no mencionables, que sólo pueden terminar de sepultar a la democracia nacional, hizo que se apoyaran situaciones como la de Venezuela, en nombre de la autodeterminación, insostenible a todas luces, que, más allá de las frases de circunstancias de algunos gobiernos como el de Biden, que aún no saben dónde pararse, sacan del circuito a Argentina, ahora apenas colgada de la bendición Papal y de Georgieva, que en ambos casos se limitarán a silenciar la opinión o a demorar la acción, pero no van a jugarse el prestigio o la supervivencia por cualquier despropósito, como se está viendo y se verá con el FMI, cuando los países y funcionarios que se descuentan amigos tengan que votar para subsidiar a una nación que ha decidido que no se le da la gana de bajar su gasto pero que la tienen que ayudar.
Del mismo modo que no basta la supuesta ideología compartida para lograr la impunidad o la protección, ni para conseguir inversión o compradores. Mucho menos para que alguien crea en las promesas de los tramposos seriales, se asocie con ellos o se radique en las naciones que amenazan, con la impunidad del desconocimiento, con seguir combatiendo al capital. No existe hace rato el tabique que creaba la incomunicación entre lo interno y lo externo, a lo que se dice en privado o en público. Para que tomen nota los diputados que proponen seguirle sacando al ahorrista o al inversor.
El Mercosur agoniza
Al contrario. La puja con Paraguay en su momento, el ninguneo a Uruguay, antes con el sabotaje consentido de la toma de puentes, inaceptable en el mundo moderno sin una declaración de guerra, ahora poniéndole obstáculos para dragar un miserable metro más su puerto, el confuso y poco confiable manejo de la Hidrovía, con consecuencias gravísimas para todo el comercio regional, las críticas y desprecios a Bolsonaro, no se compensan con el apoyo a Evo Morales, en un Mercosur en el que Bolivia no es protagonista y su ex presidente no tiene demasiada influencia. Tampoco la renuencia obtusa a bajar aranceles como propone Brasil o a permitir algún tratado casi ineludible que plantea Uruguay. La refutación patotera, poco inteligente y poco diplomática a Uruguay, poco ante su planteo de que la actual configuración del mercado común proteccionista es un lastre para la región, sonó como una bravata improcedente.
¿Es entonces de extrañar que Brasil anuncie que se retira del tratado marítimo? ¿Es una sorpresa? ¿No es, además, procedente frente al costo portuario, de transporte y de logística argentinos? La ignorancia y la falta de profesionalismo en la conducción de las relaciones exteriores tiene efectos muy graves, que exceden las bravatas de living. ¿Es una sorpresa que Uruguay decida negociar por su cuenta un tratado con China o con quien le convenga?
Cuba y la tolerancia, complacencia, apoyo y subordinación que despliega Argentina en su caso es otra muestra del daño que puede causar a los países este tipo de alineación, sea por la razón que fuere: ideología, negocios, protección, pactos regionales o cualquier otra. Eso llevó hasta a traer médicos que no están homologados en el país, y que no lo estarán nunca, porque la denominación misma de lo que se conoce como médicos en Cuba es incompatible entre ambos países. Y justamente un tema sanitario, como la pandemia, mostró al país en que se ha convertido la república en su más descarnado y escandaloso esplendor. Eligiendo al peor proveedor de vacunas, como fue Rusia, por alguna razón que nadie podrá jamás explicar en serio sin ir preso. (Una forma de decir, a esta altura) Descartando al proveedor de las vacunas más aceptadas, casi vedándolo, y mintiendo sobre las razones para hacerlo. Saliendo a compararse con el resto del mundo con datos falsos que fueron desmentidos al instante por los “comparados” y que aumentaron el disgusto casi digestivo que produce el accionar estatal local sobre el mundo externo. Los retornos producen negocios. Pero nunca respeto, ni aún de los socios circunstanciales. Al contrario.
A eso hay que sumar los varios defaults en que se sigue incurriendo, el latente default sobre la deuda interna en pesos del Estado que el mundo entero está esperando que se desate, salvo el ministro Guzmán que sueña con la desinflación espontánea (El raro término quiere decir que no piensa bajar el gasto). También los incumplimientos de contratos que crea el cepo, que no sólo se manifiesta en el negocio de la carne, sino en miles de exportadores que no están en condiciones de afrontar las pérdidas de cumplir sus contratos y que pierden sus clientes de muchos años con un dólar que se aleja de sus costos. Todo lo que se percibe internamente como un manoseo sobre el contribuyente y el productor, es percibido en el resto del mundo como inseguridad jurídica, peligro de default, incapacidad de salir del déficit, disminución de PBI y capacidad de producción y de la capacidad de pagos del sector privado. Hasta los abusos impositivos tienen una lectura de debilidad en el resto del mundo. Argentina es hoy un no-país.
Es la teoría de esta columna que muchos de estos puntos tienen que ver con la ignorancia, la falta de profundización, profesionalismo y formación en los funcionarios y funcionarias multitasking que son una característica bastante privativa del kirchnerismo. Y con la obediencia ciega debida a quien conduce, que tan bien resumiera el inolvidable Gianni Lunadei con su frase: “le pertenezco”, que suele ser veneno puro cuando se lidia con delirantes a cargo.
La tentación de la debilidad
Simétricamente, lo que aquí se ejemplifica también a ocurrido en muchas otras áreas, pero muy especialmente en las de Defensa. Habrá que ver si solamente por impericia y superficialidad. Bajo el concepto también de café de que como no hay hipótesis de conflicto no hace falta preocuparse ni ocuparse de la defensa nacional, las fuerzas armadas fueron emasculadas, reducidas a la nada tanto en armamento, como en entrenamiento, como en su moral y aún en su misma misión. O mejor, ya no tienen misión. Esa debilidad es de gravísimo efecto en política internacional. Tanto cuando se discuten derechos como cuando se discuten abusos. El vulgar, oportunista y virtual intento de apoderamiento de Chile de parte del territorio nacional es la consecuencia esperable de haberse entregado desarmado al oponente. Para no usar otro término, recordando el colaboracionismo chileno, que ningún argentino de bien olvidará jamás, y los muertos del General Belgrano.
Como será también vandálico e irresponsable el accionar de los seudooriginarios que escudados en la falsa piel de los invasores mapuches pululan por el sur de la patria en complicidad con los sátrapas que han ganado la licitación para reinar en esas provincias. El sueño terrorista de la desmembración, desde adentro y desde afuera. ¿De casualidad?
Por la combinación de esta suma de factores, Argentina está hoy sola, fané y descangallada. Es decir, demacrada, marchita, descompuesta, cansada, desarticulada y apretando timbres cuyas pilas están agotadas (secas diría Discépolo en Yira, yira).
Que nos había dejado antes, en el final de su primer tango, Qué Vachaché, también de vodevil, un mensaje que cualquier argentino repite hoy casi a diario, con peligrosa y esclava resignación: “vale Jesús, lo mismo que el ladrón”. Se refería a la metáfora bíblica de Barrabás, sin alusión alguna a personas reales. Dicho esto por lo de la veda. Ríndase ante el mayor politólogo argentino