Por Roberto Chiti
Con la campaña lanzada y un contexto de hartazgo generalizado, la única expectativa de torcer el rumbo está dada por la confirmación de alternativas de centroderecha.
Con diferentes grados de responsabilidad (el peronismo gobernó 26 años, el radicalismo 8 y el PRO 4), y evidentes diferencias de forma y de fondo (no es lo mismo la impericia e incapacidad que mostraron los gobiernos de Fernando de la Rúa o Mauricio Macri, por ejemplo, que la impericia e incapacidad sumadas a corrupción estructural, promoción del delito y populismo autoritario propios del kirchnerismo en todas sus etapas, incluida la actual),
Sin embargo, como ocurre ante cada instancia electoral en los últimos años, el negocio planteado desde los dos sectores mayoritarios de la política argentina es
Lo cierto es que estas dicotomías, si bien es incuestionable que reflejan el pensamiento político-ideológico de amplios sectores de la sociedad, no expresan de manera fiel la dinámica política que ha caracterizado el accionar de las dos principales fuerzas. A tal punto es así, que en los últimos dos años abundan los casos de leyes votadas en conjunto por Frente de Todos y Juntos por el Cambio: desde la ley de alquileres, ley de góndolas, ley de teletrabajo, ley ambiental y ley de cupo trans, hasta la reciente postergación de las PASO. Más allá de la valoración sobre cada una de esas iniciativas, la sintonía en temas de alta relevancia no pareció dar cuenta de modelos antagónicos como los declamados entre oficialismo y oposición.
Tampoco pareció estar "en juego la República'' cuando numerosos representantes de Juntos por el Cambio fueron determinantes con su voto para la inconstitucional legalización del aborto irrestricto y gratuito, proyecto insignia de Alberto Fernández para el que el mandatario no dudó en extorsionar y comprar públicamente a legisladores propios para torcerles la voluntad.
EL HILO CONDUCTOR
En los hechos, hay un evidente hilo conductor común los últimos años: lineamientos políticos basados en seguir aumentando los impuestos y el tamaño del Estado, cada vez más asistencialismo, y una alta dosis de corrección política para contentar a minorías intensas (con la agenda de género como punta de lanza). Todo combinado con eslóganes electorales vacíos (Juntos, Todos, Vamos, etc.).
Así, desde un enfoque ideológico, también carece de sustento el proclamado antagonismo. La Argentina de los últimos años oscila entre la izquierda populista kirchnerista y la centro izquierda más moderada de JxC. Y aunque esto suene contradictorio con algunas políticas puntuales del anterior gobierno -como el respaldo a fuerzas de seguridad-, la tendencia general descripta en los párrafos precedentes sitúa al principal frente de oposición muy lejos de una centro derecha. Esto, por otro lado, fue corroborado de forma explícita por sus principales exponentes: Horacio Rodríguez Larreta incorporó a su frente al Partido Socialista y al GEN, y en su momento el ex jefe de gabinete, Marcos Peña, no dudó en afirmar que Cambiemos era ``socialista y popular''.
Ciertamente, la presencia de Cristina Kirchner en el poder alimenta -con razón- los peores fantasmas, y evitar que prospere su proyecto hegemónico y de impunidad es de interés vital. Pero justamente a tal efecto, ante una elección legislativa como la próxima, l