GRANDES PLUMAS DE LA PRENSA

Juan María Coria (1929-2021)

Juan María Coria, hijo de un empleado del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, por entonces administrado por ingleses, llegó al mundo en vísperas de otra crisis mundial en 1929 en la ciudad de Buenos Aires.

Su verdadera piedra de apoyo fue su mujer, quien de muy joven lo conoció en la tienda Harrod`s en la calle Florida en 1949. Ella lo impulsó a terminar sus estudios secundarios recibiéndose ya casado en 1958.

Tras pasar por varias experiencias laborales, trabajó como empleado en la zapatería de un amigo y por las noches tocaba el piano en un antiguo vodevil.

Un día de fines de 1959 supo que vendría un hijo al mundo justo cuando una de tantas crisis económicas lo dejó sin trabajo. Allí recordó que su abuelo había sido empleado en el taller gráfico del diario La Prensa a principios del siglo XX y se fue con su esperanza bajo el brazo a su entrevista de trabajo. Se mostró desesperado por la situación que atravesaba y el jefe de personal, le dijo "todo hijo viene con un pan bajo brazo". Lo contrataron de inmediato, ese acto de bondad cambiaría para siempre el destino de su vida.

SUS PRIMERAS CRONICAS

Corría 1960 y comenzó sus primeras crónicas como lo hacían los periodistas de antes en la página deportiva del fútbol, no había peor cosa para él, nunca le gustó, pero era trabajo y debía asistir los fines de semana a cubrir los partidos de la división metropolitana.

Llegaba a las cabinas de transmisión y encontraba siempre algún compañero de otros medios que lo ayudaba con la crónica escrita. Así de solidarios eran por entonces, otra época de la Argentina, más sana a pesar de las periódicas inestabilidades políticas y sociales.

Un día se plantó ante el Jefe de Redacción Ricardo Constenla, toda una institución de La Prensa pidiéndole -casi rogando- que lo cambiara de sección y lo mandó a la sección Política, pero tomándole un examen de redacción. En eso, Coria era un genio, estaba estudiando en la Facultad de Psicología, redactó una nota inventada y don Ricardo quedó convencido.

En 1966, cuando el general Onganía tomaba el poder desplazando al Dr. Illia, lo destinaron a la Sala de Periodistas de Casa de Gobierno. Su nuevo jefe Alfredo Bufano, hijo de un notable escritor argentino, lo adiestró en cómo enfrentar el lógico temor de entrevistar a las autoridades gubernamentales.

Por entonces además del Presidente, en la Casa de Gobierno estaba el Ministro del Interior, un área muy poderosa del gobierno. Estuvo allí hasta el gobierno de Fernando de la Rúa en 1999, así que conoció en vida y obra a todos los que por allí pasaron.

UNA ANECDOTA

Hay una anécdota poco difundida pero que sus compañeros no olvidaron nunca. Fue en una visita del general Videla a la Sala de Periodistas en 1980. Su personalidad lo había llevado a que lo eligieran democráticamente como Jefe de la Sala de Periodistas de Casa de Gobierno. Un lujo para pocos y en diálogo con el entonces Presidente le hizo notar que entre los presentes solo mi padre contaba con legitimidad para ejercer un cargo dentro de la Casa de Gobierno.

Ese incómodo momento no le significó ninguna represalia, por el contrario le reconocieron su acierto y fue uno más de los periodistas que acompañó la comitiva que Videla emprendió a Japón y China roja y Hong Kong que aún era colonia británica.

Al regreso de aquel viaje, el diario lo envió de regreso vía Estados Unidos porque el director de entonces, Máximo Gainza Paz le preguntó si su esposa conocía el país del norte. Ante la respuesta negativa le abonó el tíquet aéreo a Nueva York y allí se encontró con la señora. Sin embargo, no pudo con su genio y logró que lo incluyeran en nombre de La Prensa al primer acto oficial del presidente Ronald Reagan en la Casa Blanca, Washington, tras su atentado y allí fue. El no sabía mucho de inglés pero supo defenderse frente a la figura mundial que representa el Presidente de los Estados Unidos y que en esa ocasión se encontraba con el embajador de México.

Luego tuvo muchos viajes más, fue invitado a Taiwan en 1981 y a las Islas Malvinas en 1982 acompañando una fugaz visita del general Galtieri. Años más adelante acompañó a Menem a Chipre y Croacia en visita a nuestras tropas destacadas como soldados de la ONU.

Siempre apreció el rol profesional del militar, lo había aprendido en la conscripción en 1950 en el Regimiento de Patricios donde un día fue invitado por el Comandante del 1º Cuerpo de Ejército a un almuerzo en donde le mostraron su impecable legajo de servicios como AOR (Aspirante a Oficial de Reserva) una distinción para conscriptos universitarios, pero como no tenía el secundario completo salió con el grado de sargento de la reserva. Siempre recordaba sus anécdotas en servicio.

En su última colaboración publicada por La Prensa en ocasión de su edición especial de los 150 años, resaltó los valores de la libertad de prensa que el diario siempre enarboló. Esa misma libertad individual que en lo personal mantuvo hasta el último día.