Requeni se despide del arte
Ultimo viaje
Por Antonio Requeni
Vinciguerra. 83 páginas
La neumonía de Wuhan, maldición de dimensiones bíblicas, no sólo ha traído a la Humanidad muerte, confusión y miseria. También permitió que brotaran algunas flores en las antípodas de China. El enclaustramiento en Buenos Aires hizo que Antonio Requeni, a los noventa años, volviera a tomar la pluma, "después de un largo período de sequía creativa", según la propia confesión de uno de los poetas más finos de la Argentina. En efecto, entre agosto y octubre de 2020 redactó dieciseis poemas delicados que aquí venimos a recomendar.
El volumen que reúne las dieciseis gemas se titula Ultimo viaje. "Tratar de ser felices a pesar/ de los días nublados, las pandemias/ los políticos y sindicalistas/...", nos sugiere el vate en "Felicidad". "...flotar con los violines de Vivaldi/ o en los mágicos versos de un poema./ Tratar de ser felices pese a todo/ para siempre o sólo un rato." Es justamente lo que transmite su última colección de versos (¿última?, ya volveremos sobre el asunto), un instante de felicidad.
"...Siempre nos salva la literatura", canta Requeni en "Pandemia 2020": "Hoy es lunes, mañana será martes,/ vendrán luego los miércoles y jueves, /después los viernes, sábados, domingos;/ días iguales a los otros días, / pero con miedo y olor a muerte...", describe la cruel cuarentena. "...¿Quién podrá venir a liberarnos/ de ese lento y tedioso cautiverio?...", se pregunta un literato que además fue periodista y compuso algunas de los mejores textos que han publicado La Prensa y La Nación. Requeni propone los ejemplos de Cervantes en Argel y de Bocaccio urdiendo cuentos lejos de la peste. Nos salvan escribir y leer libros.
A unas pocas cuadras del lugar donde quiere que esparzan sus cenizas ("Parque Rivadavia"), Requeni asegura -café de por medio- que no tiene ánimos para seguir escribiendo. El cuerpo está fatigado. Ha recibido un premio en España pero no piensa ir a buscarlo cuando termine la pesadilla. Le duele el alma por los que partieron a la Casa del Señor. "...Conmigo ahora el eco de sus nombres. /Fueron poetas, fueron mis amigos" ("Amigos"). Otras líneas ("Cuando un hermano se va") lloran la "cera de tus párpados dormidos" del querido Julio.
Pero quién sabe. La cabeza privilegiada de Requeni está intacta. Caminamos por la Avenida Rivadavia y tras doblar en la calle República de Indonesia surge a mitad de cuadra un imponente edificio que es copia de un palacio florentino. El poeta cuenta su historia y la de los empedrados de madera que ennoblecían estos lindes de Caballito. Sugiere al autor de esta nota un libro: Buenos Aires, museo al aire libre de León Tenembaum, otra gloria de La Prensa. Si el neopobrismo vuelve a encerrarnos un año más, quizás la indignación del poeta estalle en otros versos afortunados.
Escribimos al principio que Requeni había vuelto a tomar la pluma. En "Computadora" deja en claro que prefiere las antiguas herramientas de redacción, como la Lexicon 80: "Adios pianito de escribir, amigo/ de tantas horas, dócil a mis dedos,/ obediente, capaz de escribir frases / burocráticas, simples o pedestres / ("Le hago saber que el 5 del corriente...")/ o unos versos perfectos e inmortales ("Con el número dos nace la pena"/".
La inspiración lo asalta a cualquier hora. Así lo revela en "insomnio", quizás el mejor de todos los poemas, decisión difícil pues hay muchos excelentes: "La cabeza en la almohada, como un pájaro muerto/ en el oscuro centro de la noche. De pronto/ todavía imprecisa, una palabra irrumpe/ se desprende del sueño, hace señas, insiste, /se desliza en los labios del duermiente poeta/".
Dos escritores reciben un justo homenaje en este librito sublime: Juan Filloy y Julio Verne. Del cordobés (cien años de vida y pico), Requeni recoge consejos existenciales: "Comer la mitad, masticar el doble,/ caminar el triple y reírse más/". Y los desestima no sin dolor: "¿Y de qué reírme cuando el mundo llora?/ ¿Y de qué reirme si todo va mal?". Del inventor del Nautilus, explica: "Me descubrió el placer de la lectura...". Concluye acongojado el poema: "Hoy siento que me invade la nostalgia/ el recuerdo feliz de aquellos días/ de viajero curioso por museos,/ ruinas, mercados, plazas, catedrales./ Ahora, inmóvil en mi cuarto espero/ la aventura del último viaje".
Ultimo viaje fue entregado a la imprenta setenta años después de que Requeni publicara su primer libro. Lo cierra un romance tristón (""Despues"") que conversa con la nada. "Como antes de haber nacido".