Un almuerzo descarnadamente real

Bernardo Cappa escribió y dirige un grotesco sobre las diferencias políticas.

 

"Un almuerzo argentino". Dramaturgia y dirección: Bernardo Cappa. Vestuario: Maricel Aguirre. Asistente de dirección: Maia Lancioni. Actores: Trinidad Asensio, Josefina Balmaseda, Juan Manuel Charadía, Gabriela Dey, Amilcar Nahuel Ferrero, Pablo Fetis, Nicole Kaplan, Federico Lozano, Melisa Omill, Guillermo Osuna, Horacio Pucheta, Lucila Rosende. En teatro Hasta Trilce.


Una empanada y una copita de vino tinto esperan al espectador. Cada domingo a la una de la tarde, en la sala pequeña de Hasta Trilce, el espacio está montado como si fuera un restaurante. Y el público accede a lo que pasa en una mesa enorme con once personas. Enseguida nos damos cuenta de que son una familia, que discutirán por política y que se odian y se aman, aunque se odian un poco más.
Brutalmente real, "Un almuerzo argentino" parece sacado, trasplantado, de cualquier familia de clase media argentina. Si bien la acción se sitúa a principios de los años cincuenta, cuando el peronismo y el antiperonismo monopolizaban las mesas, todo suena peligrosamente actual, tanto que golpea, emociona y dispara pensamientos a cada momento.

Lo que se cuenta es básicamente un encuentro que involucra a dos hermanos, uno rico y antiperonista y otro trabajador y endeudado. Un compromiso matrimonial será la excusa de la reunión. Todo entre fideos y tuco.

EL GENERO
Difícil encasillar la obra en un género. Sí podría pensarse que se trata de un grotesco, mezclado con bastante de costumbrismo, pero va más allá. Es descarnadamente argentina. Y si bien queda definido dónde está el "pueblo", dónde los ricos, e invita a posicionarse, en ningún momento el texto resulta complaciente ni con los personajes ni con, en principio, el peronismo.
Sin ser "gorila" -ni mucho menos, claro- se deja explicitado que hubo excesos, persecuciones y prohibiciones. Quedará en cada uno definir si se aceptan o no.
En tiempos de grietas, la obra tampoco se contenta con mostrarlas. Hacia el final, toma un cierto rumbo surreal. De alguna manera, ese giro es necesario. Suponemos y sabemos que, en la realidad, no ocurre ni ocurrió pero es lindo pensarlo y en cierta manera reconvierte el espectáculo y lo discute.

LOS MERITOS
Gran parte del mérito de todo lo que ocurre en "Un almuerzo argentino" se debe a Bernardo Cappa, multifacético y premiado director argentino -actualmente con cinco obras en cartel-, quien escribió el texto y lo dirige. Nada de lo que Cappa pone en escena está demás, todo ayuda a contar el cuento: desde los diálogos y el vestuario hasta la música en vivo y la ambientación.

En tanto, los actores disfrutan. Siguen el ritmo, concentrados. Comen en serio, beben en serio y juegan en serio. Como consecuencia, los espectadores se involucran e incluso algunos hacen comentarios en voz alta. Pasa que se sienten parte de lo que está sucediendo. Ese vínculo que parece fácil y que es tan difícil de lograr, sucede.

Por momentos dan ganas de que no termine nunca ese almuerzo, de seguir escuchando los comentarios, de enterarnos más sobre esa familia y sobre ese país que lastima.

Calificación: Muy buena