El Plan Pinedo de 1940, otra reforma que fracasó por falta de apoyo político

Como ha señalado Juan José Llach, si el Gobierno no logra organizar una coalición muy amplia no se acometerán con éxito las reformas urgentes que la Argentina requiere y en el futuro los historiadores hablarán de una nueva oportunidad perdida.

 POR Alejandro Poli Gonzalvo *

 Cualquiera sea el resultado de las elecciones legislativas de octubre, la Argentina necesita implementar un conjunto de profundas reformas económicas y sociales que permitan dejar atrás décadas de decadencia. Estas reformas de fondo son bien conocidas por políticos, empresarios, sindicalistas, intelectuales y representantes de la sociedad civil pero requieren del apoyo de una amplia coalición de todos esos sectores que hasta ahora nunca se ha logrado. El riesgo es que tampoco esta vez se concrete y el país se continúe arrastrando hacia un penoso destino de pobreza y desigualdad social crecientes.

ENTREGUERRAS

Producida la crisis mundial del 30, el modelo agroexportador, que era la base del crecimiento argentino, dejó de existir. Para hacer frente a un shock externo que trastocaba por completo la economía argentina, el Presidente Agustín Justo y su ministro de Hacienda, Federico Pinedo, llevaron adelante un profundo programa de reformas que básicamente modificaba el rol del Estado, llevándolo a un plano de regulación de la economía acorde con lo que hacían las principales potencias del mundo y que rápidamente dio frutos positivos.

El debate sobre la reformulación del sistema económico, con la idea de mantener las ventajas comparativas de la llanura pampeana pero a la luz de un nuevo rol del sector industrial, se mantuvo latente durante la década del 30 y sólo necesitaba dos requisitos para que se manifestaran con todo vigor: un nuevo shock externo y dirigentes con el poder y la lucidez suficientes para interpretarlo correctamente y aplicar medidas correctivas en consecuencia.

La Segunda Guerra Mundial abonó el primer requisito; el equipo de Pinedo aportó la comprensión intelectual de los problemas a resolver. Pero lamentablemente, la clase dirigente no supo acompañar las reformas propuestas.

Al asumir Pinedo por segunda vez como ministro de Hacienda el 2 de setiembre de 1940, los efectos de la guerra ya se hacían sentir sobre la economía argentina. Francia había sido derrotada y Alemania había iniciado la guerra submarina en el Atlántico, con el objeto de bloquear los vitales suministros que Gran Bretaña requería para sostener el esfuerzo bélico. El impacto de la guerra sobre las importaciones de maquinarias, equipos y combustibles que sostenían el desarrollo del sector industrial fue inmediato. El país le seguía vendiendo principalmente a Gran Bretaña, que no estaba en condiciones de proveer insumos industriales tal como lo hacía antes de la guerra y tampoco pagaba sus compras, quedando bloqueadas las libras adeudadas.

En su reemplazo, aparecieron los Estados Unidos como proveedor de insumos industriales, pero aquí el problema de la falta de divisas lo sufría nuestro país, que no podía disponer de las que generaban las ventas a los británicos. Este triángulo comercial anunciaba un nuevo orden internacional, que fue justamente el que se impuso en la posguerra. Pinedo y su equipo supieron comprender el escenario que se estaba gestando; para aprovechar sus oportunidades, el flamante ministro propuso en noviembre de 1940 su Plan de Reactivación Económica, que más tarde sería conocido como el Plan Pinedo.

La historiografía tardó en reconocer la importancia del Plan Pinedo y fue probablemente un trabajo que publicó Juan Llach en 1984, el que inició su revalorización al señalar que se trata del ""primer documento del Estado en el que se considera la posibilidad de modificar parcialmente la estrategia de desarrollo económico vigente"".

EL ULTIMO

Visto en perspectiva, el Plan Pinedo constituyó el último intento integral de continuar con el fomento de las exportaciones como motor económico del país. A pesar de contener medidas orientadas al fomento de la construcción de viviendas y la industria, el Plan es definido por su concepción exportadora y, en consecuencia, la adapta a los problemas del comercio exterior argentino creados por la guerra.

En sus propias palabras, Pinedo no cree "que vaya a restaurarse íntegramente el comercio exterior, piedra angular de la economía argentina" para luego reiterar: "La vida económica del país gira alrededor de una gran rueda maestra que es el comercio exportador. Nosotros no estamos en condiciones de reemplazar esa rueda maestra por otra, pero estamos en condiciones de crear al lado de ese mecanismo algunas ruedas menores que permitan cierta circulación de la riqueza, cierta actividad económica, la suma de la cual mantenga el nivel de vida de este pueblo a cierta altura".

El principal instrumento de la estrategia exportadora fue la creación de la Corporación para el Promoción del Intercambio S.A. (CPI), que tendría el virtual monopolio de las operaciones de promoción del comercio exterior. El CPI vendería las divisas provenientes de las exportaciones no tradicionales, favorecidas con un tipo de cambio más alto, a quienes deseaban comprar bienes con importación restringida por la escasez de divisas. Se promovían las exportaciones de origen industrial y se facilitaba el incremento de las compras a los Estados Unidos. A ello se sumó la financiación de proyectos industriales a 15 años de plazo con financiamiento del Banco Central. La estrategia produjo resultados muy alentadores: en 1939 las exportaciones de productos manufacturados no tradicionales alcanzaba el 2,9% de las exportaciones totales. En 1943 habían trepado al 19,4%.

El Plan de 1940 contenía otras medidas destinadas a apuntalar la demanda interna para los productos tradicionales que ahora no se podían exportar, la financiación de construcción de viviendas por el BCRA a 30 años de plazo, revisar las tarifas aduaneras, promover la adquisición por parte del gobierno de los saldos exportables agrícolas no colocados, fomentar la unión aduanera con Brasil (adelantándose más de cuarenta años al Mercosur), obtener financiación de los Estados Unidos e incluso considerar la amortización de la deuda que mantenía Gran Bretaña con el país mediante la entrega en parte de pago de los ferrocarriles de propiedad de compañías de ese origen.

EL FRACASO

La coalición de conservadores representados en la Sociedad Rural Argentina y algunas figuras políticas como el propio Pinedo, retenía mayor poder que la que se estaba gestando entre la UIA, sectores de las fuerzas armadas y grupos nacionalistas. Sin embargo, demostrando una mejor comprensión de los acontecimientos mundiales, fue esa coalición hegemónica la que impulsó el Plan Pinedo, con el apoyo explícito de la UIA. 

Paradójicamente, en la vereda opuesta se ubicaron quienes limitaban su visión estratégica a no modificar el sempiterno modelo agroexportador puro y reducir los gastos de la administración como medio idóneo para compensar la escasez de divisas. Con encendidos discursos en defensa de la libertad económica y el bolsillo de los consumidores contra la economía dirigida e inflacionista que "proponía" el Plan, radicales, demoprogresistas, socialistas, buena parte de los gremios, los sectores rurales agrupados en Carbap y buena parte de la prensa, se opusieron. El Senado logró aprobar la iniciativa pero fracasó en diputados, donde la mayoría radical se negó a tratar el proyecto.

Fue otra oportunidad perdida, como lo señaló Juan J. Llach: "El Plan fue derrotado políticamente. Este fracaso no fue el producto de las virtudes o defectos del Plan, ni de sus evidentes vacilaciones, ni de nada que le fuera intrínseco. Por el contrario, fue el elevado precio que la elite gubernamental debió pagar por su incapacidad para forjar en su momento una alianza social y política más amplia y capaz de dar respuestas más tempranas a las dificultades de tipo estructural que afrontaba el desarrollo de la economía argentina".

Por la misma época, Australia afrontaba un desafío semejante pero a diferencia de la Argentina, logró introducir cambios estructurales que forjaron su gran desarrollo posterior.

NUEVA OPORTUNIDAD

El párrafo de Llach se podría aplicar sin cambiar una coma a la situación actual: si el Gobierno no logra organizar una coalición muy amplia de sectores políticos, empresarios, sindicalistas y de las fuerzas vivas del país, no se acometerán con éxito las reformas urgentes que la Argentina requiere y en el futuro los historiadores hablarán de una nueva oportunidad perdida. Dirán que "estaban las ideas pero faltó el apoyo y el coraje para realizarlas".