Mirador político

Mala señal

La elección santafesina ha sido una mala señal para el proyecto presidencial de Macri, por una simple razón: demostró que el 60 por ciento del electorado de la provincia apoya invariablemente recetas populistas. Las tradicionales que cocina desde hace 70 años el peronismo o las más o menos "light" del socialismo y la UCR.

Cualquiera sea el resultado del escrutinio definitivo, la elección santafesina ha sido una mala señal para el proyecto presidencial de Mauricio Macri, por una simple razón: demostró que el 60 por ciento del electorado de la provincia apoya invariablemente recetas populistas. Las tradicionales que cocina desde hace 70 años el peronismo o las más o menos "light" del socialismo y la UCR.

El jefe de gobierno porteño se ha ilusionado con una polarización que obligue al electorado a elegir entre él y Daniel Scioli. Pretende hacerlo optar por la continuidad de políticas que llevaron a la presente decadencia o por el cambio.

Esa estrategia, sin embargo, presenta algunos problemas, porque en realidad, ¿quién quiere un cambio? Claramente no los santafesinos, que padecen la terrible violencia narco en Rosario o la ineptitud socialista desde hace años. Tampoco los que votan al peronismo, instalado en la Casa Rosada desde hace más de una década. Ambos sumaron el domingo 60%. ¿Cuántos de sus votantes se inclinarían por Macri en las presidenciales? Cero.

Es además significativo que el macrismo haya tenido su mejor elección en el interior de la provincia -donde se produce el grueso de la riqueza exportable- y los socialistas, radicales y peronistas en las ciudades -donde los aparatos clientelares distribuyen subsidios y empleo público en una escala cada vez mayor-. La brecha en este punto parece insalvable y se ahondó en los últimos años en que los recursos de la bonanza agrícola fueron utilizados para estimular un consumo artificial en lugar de volcarlo al proceso productivo.

Los macristas pueden alegar que el escrutinio provisorio fue una estafa. También, que Macri tiene muchos más votos que Miguel del Sel, pero ambos razonamientos no ocultan lo central: una mayoría muy superior al 50% se inclina por el estatismo y el asistencialismo masivo, rechaza la economía de competencia y espera que los funcionarios le resuelvan sus problemas.

Esto pone a los funcionarios en el lugar ideal: administran los recursos estatales de la Nación, la provincia o el municipio, en beneficio electoral propio. Por eso los oficialismos suelen resultar imbatibles como demostró el gobernador de Río Negro al derrotar nada menos que al jefe del bloque de senadores nacionales kirchneristas, Miguel Pichetto.

En esa provincia el kirchnerismo volcó recursos de la Nación, pero no le alcanzó. Quedó a la vista una vez más que el que dispone del presupuesto público corre con enorme ventaja. Por eso se eternizan las administraciones provinciales y municipales que no enfrentan un impedimento legal para hacerlo. No importa lo inoperantes y corruptas que resulten. Prevalecen los factores que tienden a preservar el "statu quo".

Se ha generado así una especie de círculo casi imposible de romper y más peligroso que el "círculo rojo": la clase política cuenta con recursos económicos para perpetuarse y los usa sin miramientos, aunque terminen por generar una crisis. Esto último es considerado un mal menor por la dirigencia, a la que nada aterroriza más que bajar al llano de donde nunca se vuelve. También lo considera un mal menor la sociedad, que se acostumbró a sobrevivir y cree un lujo inaccesible el progreso verdadero.