¿Ha cambiado el concepto de liderazgo? La respuesta es sí, dado que las nuevas tecnologías han reformulado el concepto tradicional, como así también el cambio en el orden internacional.
Hasta el siglo XX, los lideres tradicionales -como Churchill, De Gaulle- eran estadistas. Sus estudios los cursaban en prestigiosas universidades -tales como Eaton. Diplomáticos, militaban dentro de un partido, pertenecían a un grupo familiar de elite, y llegaban como consecuencia de heredar el poder, por costumbre o por un cargo importante.
Hoy días asistimos a un nuevo liderazgo, que denominaría liderazgo disruptivo.
El origen fue la llegada de Trump a la presidencia el 20 de enero de 2017, pero ya desde su anterior nominación, podemos ver su impronta.
Luego irrumpen figuras como Milei, Bolsonaro, Elon Musk, Bukele, que son una clara manifestación de este cambio de estilo. Comparten características comunes.
Analicemos.
Son personas que no vienen de la política, son auténticos outsiders, que encarnan la antipolítica, después de años de lidiar con políticos mentirosos, falsos, corruptos. Es la hora de los políticos auténticos, que dicen lo que piensan, por más que no sea lo políticamente correcto.
Su discurso político responde a una sociedad, descontenta, hastiada, con el sistema político tradicional y que busca un cambio radical.
Son lideres que desafían el status quo, con temas que importan a la sociedad, tales como la inmigración, la corrupción, la inseguridad, la inflación, el empleo, y lo polarizan al extremo.
Son personas muy orientadas al resultado y que priorizan el resultado más que cualquier otra cosa. Recuerden la frase característica de Trump en su programa El Aprendiz: ¡Estás despedido!. En el caso de Milei, la economía.
Son lideres confrontativos, su estilo es frontal, directo, agresivo, estableciendo una conexión emocional y una lealtad fuerte con sus seguidores; tienen una agenda propia, y también la voluntad, muchas veces cercanas al autoritarismo, para imponerlas.
No se trata solo de lo que dicen, sino que convencen de que su decisión es la mejor.
Es fácil darse cuenta de esta realidad, haciendo una comparación entre dos lideres como Obama y Trump en la retórica y en el tono; el de Obama es pausado, reflexivo, conciliador. Trump recurre al ruido, al agravio, a la mofa y a la estridencia. Esta es una de las claves para entender la diferencia entre los dos presidentes: Obama fue un líder sin necesidad de alzar la voz: por el contrario, Trump subió el volumen, el nivel de las amenazas y la disrupción institucional.
Su estilo de ejercer el liderazgo requiere menospreciar al contrario, tratándole de enemigo en vez de un legítimo rival, así los medios de comunicación, lideres de otros países, sus adversarios políticos, periodistas, son algunas de sus blancos (recordar el affaire Milei–Pedro Sánchez en España).
La comunicación es otro aspecto crucial del liderazgo disruptivo.
La comunicación es directa.
En un mundo digital, Trump proclama sus decisiones de gobierno a través de una red personal: X (no llama la atención la actual cercanía con Elon Musk, dueño de la antigua Twitter), rompiendo con los canales ordinarios, institucionales y mediáticos.
Su discurso desparrama energía y toda ella irradia hacia su público, su postura es segura, abierta, casi teatral. Fíjense en los discursos de Trump el característico movimiento de apertura de manos (en el caso de Milei su agenda)
No solo mantiene el contacto visual, sino que también lo busca, y su rostro está lleno de carácter. En primer lugar, habla con frases cortas y divide sus pensamientos en unidades más pequeñas, como resultado, es fácil de entender (a menudo un anatema para los políticos) y fácil de seguir.
El liderazgo de Trump también se caracteriza, por su mano de hierro con sus colaboradores. La elevada rotación en el equipo de asesores ha sido un elemento característico desde sus inicios como presidente. Fíjense en el caso de Milei: Diana Mondino, Nicolas Posse, Osvaldo Giordano, Guillermo Ferraro y la lista sigue.
Diría que, dentro de ese caos, hay un orden preestablecido, una estrategia, para consolidar poder y romper esquemas tradicionales, qué han funcionado hasta ahora.
Sin duda, el liderazgo, ha sido reformulado.