Las autoridades argentinas no sólo procedieron a extender la cuarentena en la zona más poblada del país, sino que resolvieron endurecerla con un pretendido regreso a la fase inicial. Su argumento es que el confinamiento es el único “remedio” existente para detener la expansión del virus Sars-CoV-2, causante de la enfermedad denominada covid-19.
En el hemisferio norte, que superó meses atrás lo peor de la pandemia pese a ciertos rebrotes localizados, no escasean los expertos que piensan lo contrario, ya sea que cuestionen la eficacia de los encierros o relativicen la real peligrosidad del patógeno. Aquí presentamos una nueva selección de ocho de esas voces.
-Matteo Bassetti. Es director de enfermedades infecciosas del policlínico San Martino, de Génova, Italia. Semanas atrás firmó junto a nueve colegas una carta pública en la que llamaban la atención sobre la menor peligrosidad que presenta hoy el virus en Italia. “El recurso a la hospitalización por síntomas causados por la infección viral es un fenómeno ya raro –apuntaron-. Las evidencias de virus, en total
paralelismo, han mostrado un constante incremento de casos con baja o muy baja carga viral”. En una entrevista televisiva reciente, Bassetti, quien cree que el virus mutó y podría desaparecer sin necesidad de una vacuna, criticó a los que “hacen terrorismo con la enfermedad” diciendo que el “contagiado es un problema” o que quien tiene coronavirus “va a morir con seguridad”. Hacer eso, alertó, causará “odio social”.
-John Lee. Este profesor retirado de patología en la Escuela de Medicina Hull York y ex consultor del Servicio Nacional de Salud (NHS, en inglés) de Inglaterra elude las medias tintas. En un artículo periodístico a mediados de mayo afirmó que el famoso índice R, que calcula cuántas personas más podría contagiar un infectado, “posiblemente sea menos confiable que el pronóstico del tiempo”. “El R es un número misterioso, que se calcula con métodos que no conocemos, que el gobierno puede mostrar a voluntad para justificar una política que ya no es sostenible- escribió-. Un mismo R para un país es, en el mejor de los casos, engañoso; en el peor, una abstracción sin sentido”.
-Carlo Caduff. Profesor adjunto en el Departamento de Salud Global y Medicina Social en el King’s College de Londres. Con ideas que podrían ubicarse a la izquierda, es un duro crítico de las cuarentenas generalizadas, según puede leerse en un extenso documento titulado “What went wrong: Corona and
the World after the full stop”, disponible en Internet. Entre muchas otras cosas, allí cuestiona la “ilusión numérica” que rodeó desde un comienzo a la letalidad del Sars-CoV-2 y destaca que las decisiones adoptadas, que no tienen precedentes históricos, se tomaron sin un real conocimiento de lo que sucedía con el virus. “No obstante –denuncia-, muchos actores e instituciones procedieron como si supieran, imponiendo medidas extremas que afectaron a miles de millones de personas y que empujaron a las sociedades al borde del colapso creando pobreza, hambre, miseria, deuda y desempleo”. Luego agrega: “La destrucción de vidas y formas de sustento en nombre de la supervivencia nos perseguirá por decenios”.
-Sir David Spiegelhalter. Este experto en estadísticas de la Universidad de Cambridge y asesor del gobierno británico viene insistiendo en el riesgo exiguo que presenta el virus para los menores de 14 años (es más probable que les caiga un rayo a que mueran de coronavirus, dijo). Por eso ha sugerido que los más jóvenes reanuden sus vidas cotidianas con normalidad, incluso ante la posibilidad de contagiarse, que es lo que se hizo en otras pandemias. “Recuerdo que en la época anterior a las vacunas, me mandaban a jugar con amigos con sarampión, paperas o varicela –señaló en una ponencia pública de principios de junio-. No digo que esa sea la solución, pero podríamos pensarla si no hay vacunas”.
-Scott W. Atlas. Ex jefe de neuroradiología del centro médico de la Universidad de Stanford e investigador de la Hoover Institution. Un influyente artículo aparecido a fines de abril en la publicación The Hill lo convirtió en uno de los principales críticos estadounidenses de los confinamientos. En aquel texto cuestionaba el uso de modelos hipotéticos por encima de datos empíricos para definir las decisiones políticas. “Los gobernantes –propuso- tienen que examinar los datos acumulados para ver lo que sucedió en realidad, en vez de seguir recalcando proyecciones hipotéticas; combinar esa evidencia empírica con los principios básicos de la biología establecidos durante décadas, y luego, con cuidado, volver a hacer funcionar el país”. Dos meses más tarde, Atlas sigue bregando por la completa vuelta a la normalidad en Estados Unidos. Alerta también sobre el surgimiento de una cultura de la clandestinidad fomentada por la extensión de las prohibiciones.
-Sucharit Bhakdi. Tailandés de origen y profesor emérito de microbiología médica en la Universidad Johannes Guttenberg, de Mainz, Alemania, Bhakdi fue de los primeros en objetar, ya a fines de marzo, las cuarentenas (“son grotescas, absurdas y muy peligrosas”) con una impactante carta pública enviada a la canciller Angela Merkel. “Las medidas contra el virus llevan a la autodestrucción y a un suicidio colectivo”, señaló en aquella ocasión. Más tarde planteó dudas sobre la necesidad de una
vacuna. “Una vacuna solo es sensata cuando se enfrenta algo realmente peligroso, como la difteria, la polio o el tétanos –distinguió-. No estoy en contra de las vacunas, me opongo a las inoculaciones que no tienen sentido”. Sus críticas no fueron escuchadas. No sólo eso: a pesar de sus pergaminos científicos buscaron silenciarlo acusándolo de “teórico de conspiración”.
-Hendrik Streeck. Epidemiólogo y director del Instituto de Virología e Investigación del VIH de la Universidad de Bonn. Este experto encabezó –en marzo y abril- el más completo estudio de campo sobre la propagación del Sars-Cov-2 en Alemania. Su conclusión, equivalente a las extraídas de otros países, fue que la cantidad de contagios sería al menos diez veces mayor a la de los casos detectados, mientras que la letalidad podría ser diez veces menor que los alarmantes porcentajes iniciales. A principios de junio fue más lejos: declaró al diario inglés The Telegraph que las cuarentenas dispuestas por casi todos los gobiernos europeos fueron “innecesarias”.
-Karl Friston. Neurocientífico del University College de Londres. Aplicando métodos estadísticos de su especialidad, en la que es una eminencia mundial, llegó a la conclusión de que hasta el 80% de la población podría no ser siquiera susceptible de contagiarse la covid-19. Una idea barajada ya por otros expertos prominentes, como Michael Levitt o
Sunetra Gupta, y avalada por investigaciones divulgadas en las últimas semanas acerca de la protección natural que ofrecerían los linfocitos T a partir de contagios previos de otros virus corona. Y una idea que, opinó el periodista Freddie Sayers, que lo entrevisto en el ciclo Lockdown TV (accesible en YouTube), “refutaría la noción de que fueron la acciones estatales las que explican las diferencias en las tasas de mortalidad” entre los países