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¿Conductas "ordálicas" en las llamadas "fiestas privadas o públicas"?


“… hay un lazo estrecho entre aceleración y una humanidad cada vez más pobre interiormente “.  G. Marcel. Filósofo francés. Diario Metafísico.


Los diciembres son difíciles. Todos los años aparecen hechos que muestran la unión de la transgresión con el riesgo. A veces esto culmina en una tragedia. Es tiempo en adicciones de recaídas en muchos casos. Balances que no se pueden realizar. Tiempos de premura en lugar de tiempos de elaboración.

Diciembre parece ser otro tiempo. Todo tiempo es mensajero de algo. Los tiempos anuncian algo y en los “Diciembres negros” aumentan las conductas de riesgo y las voracidades sin límites. Surge así un verdadero cementerio de inocentes en el reino del goce sin límites que propone el consumismo desenfrenado.

Los Tiempos de Diciembre anuncian a los impulsos con las huidas como compañeras. Los tiempos de celebración y contemplación parecen quedar para una minoría. La centralidad cultural pasa por otro lado en las industrias del goce sin límites y forman parte de la llamada “argentinidad al palo”.

FIESTAS Y PANDEMIA

Mucho se habla hoy de Fiestas en época no de post-pandemia sino de pandemia. Son épocas de un trauma colectivo. La vida después de Marzo de 2020 es diferente y esto configura un trauma colectivo, una herida todavía difícil de sanar y que nos va a seguir quizás por muchos años.
No todos actúan igual, pero hay un grupo que funciona con pautas parecidas en donde la transgresión adquiere ciertas características todo
rociado con alcoholes de distintas graduaciones y con otras sustancias. El papel del grupo con sus masividades fomenta conductas ordàlicas (de desafío y competencia con el riesgo e incluso con la muerte).

Las drogas y el alcohol sazonan esto y le agregan las dosis de omnipotencia necesarias. Si se triunfa de la ordalía y las pruebas se superan (lucha entre grupos, peleas, horas enteras de baile, competencia entre compañeros por quien toma más, etc.) entonces sube aún más la omnipotencia.
Libertad en épocas posmodernas es símil, para muchos de anarquía; todo se desliga de la libertad como responsabilidad, solidaridad y Bien Común. El más alto grado de libertad es el respeto a las normas, pero esto implica una posición ética comunitaria de la cual parecemos estar muy lejos.

El cuidado es visto como un “enclaustramiento” cuando en realidad es el máximo valor de cuidado de la vida en tiempos de máxima crisis. La quema o no uso de barbijos, no respetar distancias mínimas en el contacto y desafiar normas de cuidado parecen ser una realidad.

Es el EGO lo que parece mandar en estas épocas y máxime cuando los vectores educativos fallan globalmente. Para muchos la libertad es puro arbitrio en donde lo normativo no existe. La lección de este virus es que esta noción de libertad es una impostura. Nadie se salva solo; e incluso en momentos extremos el “quédate en casa” es la expresión más alta de la libertad y del cuidado a la vida.

No niego los perjuicios económicos en la comunidad, sino que me refiero a que este hecho pandémico hace saltar a la vista un “agujero” de nuestra comunidad en el respeto sagrado al Otro, a nosotros mismos (somos los guardianes de la vida) y a la noción de comunidad. Nos salvamos como grupo.
El cuidado a la vida que como valor sagrado ha sido despreciado variadamente en estos tiempos desde las políticas antinatalistas hasta el desprecio que se nota en los femicidios. El Ego manda. la ley del Otro no existe.

El trauma colectivo que muestra esta epidemia después de la llamada” “primera ola” nos hizo pensar que el trauma estaba vencido. No es asi ya que el retorno implicará máximos cuidados.

El verano destapó este descuido no solo a la libertad con responsabilidad y al reinado del Ego, sino que hay una Naturaleza negada en tiempos en donde todo se deconstruye como un hecho cultural y se olvida que somos cuerpo con Leyes, sistemas de inmunidad, complejos sistemas de defensa.
No se puede seguir ultrajando la Naturaleza asi como se ultrajan los mares. La primera naturaleza dañada es la nuestra como complejo sistema de órganos y sistemas químicos y eléctricos.

El término de la primera ola no es la liberación del trauma; no es lo malo y tenebroso superado. El problema sigue porque el cuidado a la Naturaleza es fundamental en la llamada “segunda ola”.

¿Quién recomendaría ahora el fumar marihuana sabiendo el daño pulmonar y cerebral y al sistema inmune? Sin embargo, es un tema clave en la propaganda que durante el 2020 soportamos.

¿Quién recomendaría usar cocaína con los daños que genera en estos tiempos de epidemia? Sin embargo, durante estos años se transformó en la vedette de las sustancias e incluso recomendada por círculos “progre” como señal de libertad (anárquica en nuestros conceptos).

LA FIESTA Y EL “TEMOR MELANCOLICO” AL FUTURO

Hay miedo al futuro en los jóvenes y en la comunidad en general. La “huida” hacia adelante y la aceleración en muchos parece ser una salida o una huida que es en, sí misma, una “encerrona”. Pensemos que Gabriel Marcel llegó a decir después de la Guerra Mundial (2da.) que la inflación del 2% era en si misma una amputación al futuro y en realidad siguiendo a Ortega y Gasset somos (usando un neologismo) “futurizo”, proyecto.
La fiesta es casi un placer en exceso que culmina en muchos casos en la muerte no en la celebración de la vida. Así lo marca el estudio del Observatorio de psicología social de la Universidad de Buenos Aires.

El estudio marca a la reducción de ingresos, la escasez de trabajo o la pérdida del trabajo actual. En el segundo trimestre del 2020 la tasa de desocupación aumentó entre las mujeres entre 14 y 29 años y subió más de 5 puntos porcentuales en relación al mismo periodo del año anterior (23, 4% al 28,5 %). Lo siguen los varones de la misma edad para quienes subió más de 4 puntos porcentuales (18,6 % al 22.7%). La tasa de desocupación aumentó 2,5% (13.8%).

En este mismo contexto el mismo estudio habla del aumento de los trastornos del sueño, así como el consumo de sustancias. El estudio marca que frente a la pandemia los jóvenes tuvieron niveles de ansiedad y depresión mayores que otras edades. El impacto frente a la economía personal, el futuro y la salud mental son fuente de las mayores preocupaciones de los jóvenes.