Un estudio realizado por una consultora internacional nos posicionó terceros en un ranking mundial de ansiedad
La urgida necesidad de los argentinos
Qué ocurre cuando los mecanismos ansiosos pasan de adaptativos a crónicos. Expertos analizan el nuevo paradigma social que modifica las exigencias que nos mueven. "Salud, dinero y amor", un anhelo vuelto apremio.
Un informe realizado por la consultora internacional JWT Sonar, agencia que elabora cada año un índice global de ansiedad que proporciona a las empresas datos sobre los consumidores, reveló que el 84% de los argentinos reconoce tener una preocupación permanente sobre distintas situaciones de la vida cotidiana, mientras que el 25% dice sentirse muy ansioso por algún asunto en particular.
Además, el estudio indicó que, en el ranking global de ansiedad, Argentina ocupa el tercer puesto, detrás de Pakistán (con el 93% de ansiosos) y España (con el 90%).
Según el licenciado Rafael Kichic, jefe de la Clínica de Ansiedad y Estrés del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), el trastorno de ansiedad es un sistema de alarma que no se activa solamente por un principio adaptativo, sino que también ocurre cuando el paciente no lo desea.
"Por lo general, cuando se percibe un miedo o un peligro, uno se pone nervioso y trata de evitar el riesgo. El problema se da cuando se percibe el peligro de forma exagerada, lo cual se vuelve desmedido; se observa un riesgo donde no lo hay", indicó.
El experto de Ineco señaló que la ansiedad en sí misma no es patológica y que, como cualquier otro estado, puede ser "normal, esperable y adaptativo". El psicólogo explicó que "los síntomas de ansiedad y miedo están acompañados por la activación del sistema nervioso autonómico -es decir, hay una parte de nuestro sistema nervioso central que, cuando se activa, produce síntomas específicos-". Detalló que aparecen cambios cardiorrespiratorios y en la tensión muscular, o se dilatan las pupilas; el cuerpo se prepara de una manera rápida para -según el caso- defenderse o huir de un peligro.
"La ansiedad es el aspecto psicológico de aquello que -como somatización corporal- denominamos "angustia". Es un afecto displacentero que surge ante determinadas conflictivas que no podemos resolver; frente a disyuntivas ante las que nos sentimos encerrados o peligros que vivimos como cercanos. Por otro lado, es algo que, a nivel psicológico, llamamos ansiedad cuando se transforma en una contractura, vértigo u otro"", indicó a La Prensa el doctor José Eduardo Abadi, médico psiquiatra, psicoanalista y escritor.
Según el experto, hoy preocupa la seguridad, ligada a la solidez de los vínculos que puedan hacer crecer las relaciones más íntimas; también la salud, la garantía de un trabajo, y lo que permita brindar cuidado a los hijos.
Abadi advirtió que en Argentina vivimos varias situaciones que tienen que ver con la desprotección y el desamparo, con la urgencia por encontrar control frente a lo temido. Planteó que "lo normal -el "riesgo del vivir"- se termina experimentando como peligro. Surgen, entonces, las frustraciones, y ciertos ideales aparecen como inalcanzables; eso baja la autoestima. Se genera un malestar al que llamamos ansiedad".
Asimismo, el médico psiquiatra manifestó que estos tiempos se caracterizan por "códigos y coordenadas" plasmados en la velocidad, la urgencia del éxito, la sensación de anonimato; la preocupación por una autoestima elevada, ya que la mirada del otro pasa a ser imprescindible para sentirnos bien. "Hoy hay más registro de la ansiedad porque el bienestar, la subjetividad, el "yo", el derecho a la felicidad están en un lugar más nítido", subrayó.
YA MISMO, O ANTES
Para la licenciada en sociología Graciela Chiale, autora de "La trampa de los manipuladores", hay diversos factores que causan la ansiedad. Es la sociedad de consumo a la vista, que plantea "lo quiero ya".
Sostuvo que esto tiene que ver con un cambio social que implica un nuevo paradigma. Señaló a La Prensa que "antes, la gente se tomaba más tiempo para hacer y para disfrutar. Ahora hay mucha confusión respecto de la forma de estar bien. Es un derivado de la inmediatez; y, en esto, lo tecnológico influye bastante".
"Me llama la atención la cantidad de personas que no pueden esperar a que el semáforo se ponga en verde, y esperan debajo del cordón como un metro y medio sobre la calle por donde pasan los autos. A veces, los vehículos doblan y la gente corre riesgo. Son actitudes que tienen, inclusive, personas con capacidad disminuida o mujeres con bebés", mencionó Chiale.
La experta advirtió también que se puede observar cómo los automovilistas no esperan a que avance el tránsito, por lo que empiezan a tocar bocina a quien está adelante. "O en un negocio, donde una vendedora atiende a sus clientes y uno de ellos no aguarda a que ésta termine con quien llegó antes, entonces interrumpe y pregunta. Lo mismo pasa en la fila para el banco o en el supermercado, o en una conversación entre pares -en particular, entre mujeres, que tenemos la costumbre de hablar todas a la vez-. Los ejemplos sobran. Pueden ser esperas lógicas, pero la gente se impacienta de todos modos", analizó.
Chiale consideró también la ansiedad relacionada a hacer rápidamente una carrera. Observó que "en esta sociedad, muchas veces, el fin justifica los medios; terminamos abriéndonos paso "a los codazos" para ascender. Y ese impulso está motivado por la ansiedad".
"Tenemos que tener la casa más linda, el auto más moderno, el dispositivo tecnológico de última generación, la ropa de moda, el reloj de lujo. Es una carrera hacia algo que no tiene fin; nunca terminamos de satisfacer las necesidades; siempre se impone otra que, sabemos, nos va a dejar de interesar cuando aparezca una nueva. Zygmunt Bauman plantea que el placer no está puesto en el consumo, sino en el descarte para volver a comprar. Todo caduca desde el momento en que surge", remarcó la socióloga.
(DE) PENDIENTES
Por otra parte, en referencia a la potenciación de ansiedad que puede derivar de la hiper conectividad tecnológica, la psicóloga Diana Sahovaler de Litvinoff, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, sugirió que se puede tener acceso a la información permanentemente, pero quien decide si lleva consigo el aparato, si se lo prende o apaga, si se revisa o no las redes sociales o el mail, es el usuario. "Cada progreso tecnológico nos da ciertos elementos y nos quita otros. En el balance, es más lo que nos da que lo que nos quita", opinó.
Sahovaler estableció que es preferible disponer del recurso -y arbitrar su uso-, a no tenerlo. "No podemos pasarnos el día en la playa sacando fotos publicables en Facebook y perdernos del paisaje, del mar y la arena. De la misma manera en que no podemos estar en una charla entre amigos y no soltar el celular. El esfuerzo debería ponerse en no perder el momento y, sobre todo, en disfrutar de los procesos, pero eso es una decisión personal", concluyó.
La socióloga Graciela Chiale señaló que "en esta sociedad, muchas veces, el fin justifica los medios, por lo que nos abrimos paso "a los codazos" para ascender. Ese impulso está motivado por la ansiedad"".