El latido de la cultura

Una película vuelve a casa

Hernán Lucas es escritor y librero en Aquilea, sobre Corrientes y Ayacucho. Durante un tiempo Lucas vivió en Villa Crespo, en el edificio donde se filmó `Ultimos días de la víctima', la adaptación cinematográfica que Adolfo Aristarain hizo del policial de José Pablo Feinman. El filme fue estrenado en 1982 y cuenta con las actuaciones de Julio de Grazia, Federico Luppi, Arturo Maly y Soledad Silveyra. A Lucas se le ocurrió homenajear a la película proyectándola contra la medianera del edificio e invitar al director, a los protagonistas y a los vecinos. La gestión fracasó, en gran parte debido al desaliento que produce esta clase de burocracias. Y como aquella gesta no pudo consumarse, Lucas resolvió convertirla en ficción. Así surgió `Una película vuelve a casa' (2017, Paisanita Editora), suerte de crónica ficticia de aquella proyección fallida. A veces la literatura termina de escribir lo que la realidad no pudo.
Después de la publicación del libro, Lucas decidió vender el departamento para comprar algo más grande. Sacó fotos del inmueble y publicó el aviso en un sitio de internet. El primer interesado fue un tal Chuck Porris. Como iniciar una posible transacción inmobiliaria bajo un seudónimo puede ser complicado, Lucas le pidió a la otra parte que revelara su verdadera identidad. Para su sorpresa, Porris le confesó que su nombre era Bruno Aristarain. El primer interesado por el departamento era nada menos que el hijo del director, quien no tenía idea de que allí se había filmado la película y mucho menos que Lucas había escrito un libro al respecto. A veces, a través de su sintaxis misteriosa, el azar le pone los puntos, le da sentido a algunas realidades que habían quedado incompletas.
 
DE ACCION
 
Hace poco escuché una entrevista al cineasta Mariano Llinás donde decía que su generación, aquella que comenzó a hacer cine en los noventa, en parte quería cargarse la estética de las generaciones anteriores porque hacer películas en aquella época era tener plena conciencia de estar filmando "en el país con el peor cine del mundo''. Sin embargo, misteriosamente aquella generación rebelde le perdonaba la vida a Aristarain, que según ellos hacía películas "de acción''.
Antes de esa tanda de producciones en las que el guion traducía alevosamente las ideas del director, Aristarain hizo películas notables como `Tiempo de revancha'. En muchas de ellas se reconoce la influencia del cine negro pero están habladas en argentino y cuentan con excelentes bandas sonoras. De todas ellas, mi preferida es `La parte del león', su primer largometraje, estrenado en 1978. Cuenta la historia de Bruno Di Toro (Julio de Grazia en su mejor papel), un hombre vencido por la rutina y los vicios que, de casualidad o por instinto, encuentra el dinero robado de un banco por una dupla de criminales (Ulises Dumont y un jovencísimo Julio Chávez). En ese punto, en lugar de terminar, sus problemas comienzan, porque el inestable e irascible Di Toro debe poner a prueba su moral y sus valores.
`La parte del león' es la película que más veces he visto en mi vida. Tengo el DVD original del filme, al que vuelvo como si se tratara de una medicina. La historia es buena, pero entiendo que no es allí donde radica su magnetismo, sino en la estética derrotista y oscura de fines de los setenta, generada por Aristarain. De Grazia ha perdido toda clase de fe y vaga por terminales semidesiertas, fuma y bebe en su cuarto de pensión, se calienta un café en un anafe eléctrico. Vive una existencia deslucida. Y si bien no es detective, encarna en un héroe de novelas negras. Esas con las que todos, alguna vez, fantaseamos con protagonizar.