UNA MIRADA DIFERENTE
La lucha es aquí y ahora
No hay que engañarse, ésta es la última chance para oponerse al socialismo exprés y a la demagogia de tirar plata sobre la sociedad como hacían los reyes más groseros
Seguramente los lectores recordarán que hace un año, nada más que un año, el discurso que pregonaban los profetas del globalismo SS (socialista seudosolidario), Stiglitz, Piketty, Sachs, Gates, Soros y otros rentables y rentados, incluyendo las orgas burocráticas con sueldo subsidiados por las naciones, era que debido a que la tecnología, la robótica y la Inteligencia Artificial eliminarían muchísimos puestos de trabajo, la solución ideal era establecer una renta universal, que se abonaría a todos los seres humanos de la tierra. Para eso, nada mejor que crear un impuesto universal a los ahorros de todos, y distribuirlos equitativamente. La distribución, obviamente, estaría a cargo de un ente infalible burocrático mundial, que se ocuparía de la recaudación y el reparto equitativo, mediante un enjambre de vividores – perdón- de burócratas, con sueldos garantizados y salvoconducto diplomático.
Para quienes alguna vez habían leído un par de capítulos de cualquier manual de economía serio, la idea, entre otras deficiencias, se oponía al concepto elemental tantas veces probado en la historia, la evidencia empírica que mostraba cómo los puestos que hacía desaparecer el avance de la innovación eran substituidos por empleos mejores y que excedían en cantidad a los trabajos eliminados. El viejo ejemplo del conductor de diligencias. La destrucción creativa de Schumpeter. (Quien, de paso, en algún punto predijo este desastre de hoy por sobreactuación de los intelectuales capitalistas)
Como es sabido, la deliberada simplificación socialista con cualquier formato, disfraz o excusa ha decidido ignorar la evidencia empírica, a la que descalifica sólo con relato o posverdad simplemente porque no le conviene. (Más o menos como falsificar o escamotear las pruebas de las vacunas). En este caso, se planteaba una realidad nueva. Mientras la electricidad, el ferrocarril, el auto o el acero y otras ideas y patentes creaban un desempleo temporal, que se reemplazaba en seguida y en la misma región, la globalización del comercio internacional hacía ahora que el desempleo de un cosechero paraguayo se reemplazara por un empleo para un programador taiwanés, por caso, lo que hacía y hace más difícil ese reemplazo local, aunque siga teniendo plena vigencia globalmente.
La solución era y es la educación y la capacitación de la población, junto con el estímulo a los emprendedores y a la inversión y el comercio, que pasan por la puerta excluyente de la libertad cambiaria, y de la libertad sin aditamentos, algo insultante para los criterios socialistas-demagógicos de hoy. Y en esa tarea, también se produciría un elevamiento, un aumento en la calidad intelectual y hasta espiritual de las sociedades. También una propuesta algo insultante para los socialistas demagógicos de hoy y para los políticos profesionales, a quienes les convienen las masas ignorantes. A los capitalistas Gates y Soros probablemente también. Por eso financian a algunos intelectuales.
LA IGNORANCIA HA TRIUNFADO
Como es evidente, y se ve tan claro en Argentina, pero también en Uruguay o Brasil, y aún en EEUU, ese proceso liberador en todo sentido de la educación y la capacitación no se ha encarado, o se ha delegado o resignado en el trotskismo gremial docente, que justamente intenta todo lo contrario: la ignorancia e incapacidad de rebaño.
Para ponerlo en términos más técnicos, en la combinación entre los factores de producción, capital y trabajo, la tecnología, o sea el capital aplicado, o el conocimiento, como diría Toffler, redujo casi a la nada la plusvalía laboral marxista. Por supuesto que esa ecuación se reestablece en cuanto el trabajador se reorienta y recapacita, porque se termina muniendo de las armas suficientes como para participar de la nueva oferta.
Pero era y es más cómodo proponer ideas tan estólidas como la de gravar el uso de robótica o tecnología en las empresas, prohibirlo, limitarlo o sabotearlo, en nombre de distintas épicas, trampa en la que cayó hasta EEUU, o poner trabas aduaneras para evitar al trabajador el esfuerzo y la incertidumbre de tener que reciclarse o reformularse, algo que de todos modos ocurre con todas las personas todo el tiempo, como la inmunología lo demuestra.
En esa solución de extrema precariedad, se dejaron de lado todos los principios del Capitalismo, y, lo que es más importante, principios centrales de la Ciencia Económica, que no son teorías u opiniones, sino que reflejan el comportamiento humano. Pero como es sabido, los principios de la acción humana son molestos, porque requiere que el individuo se esfuerce, tome riesgos, apueste, y, sobre todo, requiere libertad y confianza en uno mismo, algo que molesta a la virtual autarquía universal que rige a los pueblos, más allá del formato aparente. Por eso se manoteó la rápida, frágil y fugaz solución de la dádiva y el impuesto.
Como se trataba de un proceso que se suponía que ocurriría gradualmente y a distinta velocidad en cada país o actividad, lo que daría tiempo a reacomodarse, (tanto la muerte de las actividades obsoletas como la de su empleo inherente, y la aplicación de soluciones socialistas tipo el Big Brother estereotipado en el tan nombrado y mal aprendido 1984) todo el paquete pasó a ser tema de libros, profecías y discusiones, sin carácter de urgencia. Obviamente que el concepto venía como anillo al dedo a los que nunca dejaron de intentar volver a aplicar los sueños de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, esta vez usando otras armas, como sostenía Gramsci y había anticipado el propio Marx.
CISNE NEGRO
Y de pronto, la pandemia. O mejor, de pronto, las cuarentenas y aislamientos de la pandemia. Los métodos de lucha contra la pandemia. El criterio de meter en el leprosario a los sanos. No es el propósito de la columna desbrozar ahora la procedencia de semejante criterio, pero es evidente que tal mecanismo – provocado, buscado o no – ha tenido un efecto fatídico en el accionar económico o al menos en la discusión económica.
Y entonces, los que ayer predicaban la idea de la renta universal como modo de paliar el cruel avance de la tecnología que supuestamente azotaría a los pueblos, ahora usan el mismo remedio para paliar el desempleo que han provocado con las medidas vendidas como salvadoras. En algún punto, así como el covid-19 se intenta combatir con remedios que eran originalmente para la caída del pelo, la impotencia o la parasitosis, ahora se intenta aplicar la renta universal como remedio del remedio antipandemia. O sea, se cambió de excusa, simplemente. Se ha encontrado una mucho más sacrosanta, que además se defiende con todas las falacias conque se han defendido todas las pócimas económicas que se usaron para dar soluciones instantáneas y bienestar urgente a los votantes -perdón, a las sociedades, sin pasar por el esfuerzo previo.
Entonces ahora el argumento es: “si el problema es el ingreso, resolvamos el problema del ingreso repartiendo plata en helicóptero" – como ironizaba el gran Milton, y eliminemos de cuajo el problema. Como prácticamente todos los países del mundo están gobernados por incapaces -recordando al Dr. Laurence J. Peter y el primer corolario de su famoso Peter’s Principle- o por políticos profesionales, que es algo equivalente en cuanto paraliza la vocación de estadista, tienden a apresurarse a santificar la idea. Partiendo por Estados Unidos, cuya voluntad irrefrenable inflacionaria, licuatoria y devaluatoria es hoy bipartidaria, inexorable y final, seguido de cerca por la burocracia europea, que necesita financiar y restaurar de algún modo rápido su merecidamente perdido bienestar. Toda burocracia es, por definición y remuneración, socialista, aunque declame una fingida seriedad económica.
LA MODA DEL ESTATISMO
Como necesaria complementación, también se ha trocado en verdad algo que es una ensoñación imposible, la convicción de que la solución pasa por aumentar la intervención y el gasto del Estado, ahora responsable de “reactivar” las economías, algo que todos saben que es incapaz de hacer a ningún costo.
Y ahí empieza el problema. Si se aplicase tal solución, o las dos soluciones, no habría marcha atrás posible. En primer lugar, porque sería un peso insostenible agregado, irracional y desproporcionado en muchos países donde ya se están haciendo ambas cosas: abusando del subsidio estatal y/o aumentando el déficit, el endeudamiento, la inflación y los impuestos a niveles paralizantes. (Argentina es un ejemplo tan extremo y obvio que casi no cuenta).
En segundo lugar, porque este recurso anula todo incentivo a reconvertirse, a estudiar, a intentar otros caminos, la esencia misma de la economía y acaso de la existencia del ser humano. Esto también se puede verificar en Argentina, un venero de ejemplos negativos, donde los empleados piden al empleador no figurar legalmente porque se pierden los subsidios del estado, que suelen ser más altos que lo que obtienen trabajando regularmente. Y, en tercer lugar, porque cuando una sociedad comienza a recorrer el camino de la marginalidad y la mendicidad, no lo abandona nunca más. Y de eso se trata. Porque la decisión implícita en el voto es la resultante de esos sumandos.
Es posible que la idea precaria de cobrar más impuestos a los supuestos ricos, (que son los que trabajan) para gastarlos en repartir un sueldo mensual sin trabajar o en la burocracia del estado, o en obras públicas que no son inversiones sino también gasto, haga ganar una elección o dos. Pero como los recursos para semejante sistema se agotan pronto, usarlos es acumular pólvora en un galpón donde en breve caerá un rayo. Claro, cuando no estén los políticos dentro de él.
Aún cuando algunas administraciones prometen que el carnaval de emisión y gasto será temporario, como la FED, por ejemplo, eso no ha sido cierto en las últimas dos décadas, ni hay ninguna razón para que lo sea en el futuro. Ni nadie lo cree así. Este criterio ahora casi universal es el fin del capitalismo, y más grave, es el fin de la sociedad moderna, basada en el esfuerzo, la creatividad, la inteligencia y la competencia. Finalmente, el orden económico gira sobre de la asignación de recursos escasos, no del supuesto de la abundancia, una polución intelectual idealista e irrealizable.
EL ENEMIGO CONFISCADOR
Y por eso la pelea y la resistencia, en el formato que cada uno elija, en el lugar que cada uno pueda, y en todo el mundo, es hoy, es ahora. Aunque parezca imposible, aunque parezca que el enemigo confiscador es muy poderoso, si la lucha no se libra ya mismo no habrá otra oportunidad ni habrá vuelta atrás. Con la prostitución de la moneda y con la renuncia deliberada a la seriedad fiscal no hay atenuantes. Aquí se acaba.
Y otra vez, para los que, con teorías nunca probadas, ecuaciones que intentan reemplazar a la lógica o fórmulas mágicas monetarias que jamás funcionaron, habrá que recurrir a la evidencia empírica que con tanta generosidad ofrece Argentina, que ya ha pasado por mil recetas con idénticos concepto siempre repitiendo lo mismo, con igual excusa e igual esperanza: “nosotros sabemos hacerlo mejor”.
Vale la pena recordar el análisis del profesor Charles Rowley, economista y director del Locke Institute de Virginia: “No es imposible que Estados Unidos experimente el mismo tipo de caída económica desde el primer mundo al tercer mundo, como le ocurrió a Argentina con el modelo nacional socialista de Perón”.
Aunque ocultas u ocultadas, detrás de estas propuestas se esconde la incapacidad de competir, que hace imposible seguir viviendo en el capitalismo. Es el reconocimiento implícito de la derrota, de haber resignado el liderazgo. Por eso es factible que aquellos países que elijan no caer en el simplismo terminal de repartir y gastar soñando con un bailout global generalizado, cualquiera fuere su tamaño o importancia, terminen en poco tiempo en mejor posición que quienes hayan elegido la demagogia facilista de salir a tirar plata desde un carruaje a la multitud, como los antiguos reyes.
Porque hay una posibilidad de que el capitalismo no muera, sino que simplemente cambie de domicilio.