Piden que la educación sea declarada como actividad esencial para que no se interrumpa la asistencia presencial

Clases ya, el reclamo de los padres

A pocos días del comienzo de clases persiste la incógnita sobre la aplicación de los protocolos dentro de las aulas. Como nunca antes visto, los padres en el país se organizaron para reclamar por los derechos de sus hijos y para que la educación sea declarada como actividad esencial en el país.

“La educación es esencial porque convengamos también que es la base para el desarrollo de ciudadanía de todas las personas. Aprendo a ser ciudadano en una escuela porque es una pequeña comunidad. Por eso, estar en la escuela presencialmente es lo mejor porque es un espacio contenedor. Es un lugar en que va a estar arreglado, que tiene una cierta estructura y con cierta forma de movilizarse. Además, los chicos entienden, mucho mejor que los adultos, cómo manejar las normas que los adultos y comprenden perfectamente cuando uno les dice y les describe el por qué de las cosas”, explicó Andrea Distel, una maestra neuquina que desde el año pasado se sumó a un grupo de padres de todo el país preocupados por la educación de los chicos.

A través de una reunión organizada por Zoom, La Prensa dialogó con 8 madres de distintas provincias, que integran la ONG federal “Padres Organizados”, sobre la realidad que les tocó vivir desde marzo del año pasado cuando las escuelas cerraron sus puertas por varios meses y, en algunos puntos del país, aún no han vuelto a abrir.

Así, la organización federal surgió como un espacio donde miles de padres y madres de toda la Argentina se fueron conectando y sumando, a través de las redes sociales, ante la desesperación que sentían y veían en sus hijos. En todos los casos reclaman que se declare como esencial la actividad educativa, ya que de no hacerlo se podrían interrumpir las clases presenciales ante el cambio epidemiológico en cada distrito. “Los chicos no contagian, sino que son los adultos que pueden estar más en riesgo. Pero cumpliendo los protocolos y con organización las clases pueden seguir”, recalcan.

El largo camino que vienen transitando para asegurar las clases presenciales a sus hijos tuvo un inicio difícil. “Cuando empezamos con el primer grupo, fue de forma impulsiva ya que estábamos en una situación de mucha incertidumbre en agosto del año pasado, cuando no había planes concretos de vuelta a la escuela. No sabíamos a dónde dirigirnos. Nosotros como padres estamos raramente presentes en la discusión pública sobre la escuela y sobre las clases. Fuimos aprendiendo sobre cómo instrumentar, visibilizar este reclamo y dirigirlo”, indicó María José Navajas, una de las cofundadoras de Padres Organizados en CABA que junto a dos madres y padres decidieron tomar el problema en las manos y no esperar más tiempo.

Con una hija, en jardín de infantes y un hijo en el secundario, el 2020 fue un año de angustia e incertidumbre para esta mamá. “En agosto no podía creer que no tuviésemos ninguna información sobre los planes de vuelta a clases presenciales. El colegio nos decía que ellos no sabían nada y en los medios de comunicación era como si hubiese desaparecido el tema. También se notaba la ausencia en los discursos presidenciales”, enfatizó Navajas.

Por eso luego de conformar el grupo y presentar una carta en septiembre en su sitio de Facebook vieron que en otras provincias se estaba replicando el movimiento de padres que buscaban ayuda en una situación de total desesperación ante la falta de información en sus respectivas localidades. Así en noviembre se armó la comunidad federal, un espacio de catarsis para miles de padres que repentinamente adoptaron un rol que nunca se había dado en forma simultánea en todo el país: elevar su voz en un espacio tradicionalmente resignado para el Poder Ejecutivo, a través de los ministerios de educación, y los gremios docentes.

DISTINTAS REALIDADES

Las distintas realidades que vivieron las provincias en cuanto al contagio no se vieron reflejadas en una gestión integral de la pandemia en cuanto a la apertura de las clases. “A nosotros lo que más nos movilizó fue que aquí no hubo casos hasta septiembre prácticamente y no hubo clases. Eso como mamá fue muy frustrante porque uno se informa por los medios nacionales y veíamos la angustia que existía en Caba o en el Gran Buenos Aires, pero nosotros todavía no teníamos casos o eran muy aislados y, aun así, los chicos no tenían escuela”, recalcó a La Prensa Lucrecia Freire de La Pampa.

Por otra parte, en Ente Ríos las escuelas estuvieron cerradas desde el 17 de marzo del año pasado cuando aún no se tenían casos en la provincia. “Mi hija va a una escuela rural y la cerraron. Pero, si hubieran habilitado que pudiera ir a clases tampoco hubiera podido llegar porque los municipios se encargaron de llenar los caminos rurales de terraplenes para que la gente no circule. Con lo cual docente de mi hija que tenía alumnos de dos ciudades distintas se tenía que ir a un terraplén y, del otro lado, la esperaba una directora de escuela que agarraba los cuadernillos y se los llevaba a la casa porque no podía circular. Estas situaciones se repiten por montones y no tenemos ningún tipo de garantías de que no se repitan en el calendario 2021 al no estar la educación catalogada como esencial”, señaló Paula Insani, mama de una nena hoy de 5 años.

Desde Tucumán, Carina Mondino, opinó: “Percibo que falta más información sobre qué los chicos no son super contagiadores, como todos piensan. Incluso acá en enero y febrero abrieron las escuelas de verano y las colonias. Mi nena va a talleres desde octubre. Estas escuelas de veranos, que se están realizando en 25 instituciones públicas y privadas en la provincia, con sistemas de burbujas de 8 a 13 con tareas recreativas y deportivas y cumpliendo todos los protocolos que aprobó nación el año pasado, tiene resultados muy exitosos”.

Agregó que “faltan datos estadísticos o, por lo menos en ese momento, creo que faltaba más voluntad política para que se volvieran a las escuelas. Creo que estaban dadas las condiciones para, aunque sea de a poco, empiecen las clases y creo que el tema se lo fue dejando en el tiempo. Pero hoy veo que toda esta presión de los padres para que abran las aulas, tuvo un buen impacto”.

CONSEJO FEDERAL DE EDUCACION

El pasado jueves los ministros del área confirmaron la vuelta al aula en todo el país, según la situación epidemiológica de cada región y bajo condiciones de seguridad sanitaria. Habrá prioridades para las poblaciones escolares que no hayan podido mantener su continuidad pedagógica en 2020 y alumnos con discapacidad que no forman parte de los grupos de riesgo.

Asimismo, se anunció que se reafirmó un esquema de presencialidad, no presencialidad y una combinación de ambos para poder cumplir los 180 días de clases.

Más allá de los lineamientos que pudieran lanzar el ministerio de la Nación sobre el tema, la realidad es que son las provincias las que implementarán los protocolos de vuelta a clases. Y es sobre este punto en que las madres de las distintas provincias tienen más incógnitas que certeza a partir de lo ocurrido el año pasado.

Y es que al estar supeditado a una situación epidemiológica dependerá de cada distrito el cerrar o no las clases aportando protocolos que puedan diferir de un punto a otro.

“Nosotros le planteamos a Matías Novoa, durante una visita a Santa Fe, que cuando él nos dice que la regla va a ser que la escuela que este ediliciamente habilitada va a tener un 100 por ciento de presencialidad, le preguntamos a quién le exigimos eso, si vamos a tener que hablar con el director de la escuela. No pueden dejar eso librado al azar, sino que ellos lo tienen que decir a través del Consejo Federal de Educación, cuál es la regla de la presencialidad a nivel país. Entonces él nos dijo que no se iban a meter en regulación provincial, que cada una tenía que decidir. Para mí, nuestro trabajo como padres organizados es que cada uno tenga que preocuparse y seguir de cerca a su provincia, porque cada una va a decidir cómo lo va a hacer y le van a patear la pelota a cada institución dentro de su región. La verdad es que nosotros lo vemos muy complicado y nos queremos a poner a trabajar en esto y empezar de abajo para arriba, porque si no la regla va a ser la no presencialidad de nuevo”, subrayó Regina Estrada desde Santa Fe sobre su encuentro con el Jefe de Gabinete del Ministerio de Educación de la Nación.

INEQUIDAD

Uno de los factores más visibles que dejó la pandemia es la inequidad existente en la educación. Sin importar las provincias, en algunos hogares contaron con más acceso a la “conectividad” y otras quedaron totalmente relegados en un marco de crisis en el sector educativo estatal. Así, cabe preguntarse cómo solucionarán para este nuevo ciclo escolar este problema las provincias que durante el año pasado no pudieron tener clases virtuales por falta de recursos.

“El año pasado hubo muchos chicos que no accedieron a la conectividad. Los padres retiraban el cuadernillo cuando iban a buscar el bolsón con alimentos, pero sabemos que muchos otros no iban o no volvían los cuadernillos con las tareas. Hubo un trabajo de seguimiento que hicieron con los docentes, que iban cuando entregaban esta mercadería y corregían los cuadernillos, pero no hay números, no hay datos de cuantos chicos perdieron conectividad. Esto se hizo en un estudio privado de una universidad, no hay datos oficiales”, destacó Carina Mondino de Tucumán.

La particularidad de La Pampa también muestra la inequidad existente. “Tenemos hijos de todos los grados y años y, acá en la provincia, hay pocas escuelas privadas y predominan las públicas. Con lo cual nuestra realidad no fue una educación por zoom, es algo que nos hace particulares por jurisdicción. Las desigualdades que se están viendo tienen que ver con eso, porque las privadas tuvieron clases a través de zoom o classroom, pero la realidad de las mayorías de las provincias fue la no escolaridad. Hubo una minoría que pudo acceder a una gestión privada, que tuvieron un poco de acceso y algunas buenas escuelas públicas hicieron algún intento. Pero la realidad de la provincia no fue ni siquiera prácticamente la educación virtual. El ministerio intenta ofrecer otro discurso, pero la realidad de la calle dice eso”, resaltó Lucrecia Freire.

Por otra parte, cabe destacar la situación de otras provincias, como Chubut, que vienen con reiteradas interrupciones en el ciclo escolar de los últimos 3 años. “Es de conocimiento público que Chubut hace tres años que no tiene clases. Por un problema de recursos económicos para pagar los salarios en tiempo y forma y las condiciones edilicias de las escuelas, que están en muy mala forma. Y eso tiene una explicación: todos los actores del sistema de educación se tienen que hacer responsables”, afirmó a La Prensa Julieta Siciliano, desde Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut.

“Yo empecé a movilizarme dentro de mi ciudad después de mandar a mi hijo a un jardín, casi de forma clandestina según la provincia porque estaba todo en orden. El problema surgió cuando alguien lo denunció y a la tercera clausura me enojé mucho y comencé a buscar padres, sobre todo los que iban con mi hijo al jardín, y te vas conectando”, concluyó.

 SEGUNDA OLA

Con respecto al impacto que podría tener la segunda ola en la decisión de los gobernadores de cerrar las escuelas, las madres se mostraron preocupadas. “Me preocupa la pregunta por una cuestión política. Padres organizados está pidiendo a todos los partidos que gobiernan el país que las políticas públicas tiene que ser de manera tal que puedan ser aplicadas, sino dejan de ser tales. Si no, nos volvemos en un país blue como es todo en nuestra Argentina. Las políticas públicas tienen que ser de manera tal que todos podamos acompañarlas. Si lo reglamentado hace que los adolescentes se junten todos en una fiesta clandestina, como pasa en nuestros pueblos chicos que todos sabemos que se juntaron en el campo de un conocido y al final hay 100 chicos ahí adentro, ¿por qué no podemos tener un aula con protocolo? Lo único que hacemos es comandar una política que excluye, genera el blue y más contagios”, se lamentó Lucrecia Freire.

Añadió. “A mí me da temor de que cómo desde lo político se use esta segunda ola de contagio. Cómo volvimos para atrás, ¿no’. Mi mama siempre nos decía que no pudo hacer la escuela secundaria porque en su pueblo no había. Y también me recalcaba su alegría porque sus hijos y nietos sí lo habían podido hacer. Y ahora volvimos para atrás, a los años 40 cuando la educación no era universal. Creo que es muy fuerte cuando lo expresamos de esta manera”.

GENERO

Si la falta de clases presenciales impactó en la educación de los chicos y aumentó la deserción escolar, también produjo una colisión contra las aspiraciones de las madres en los hogares que, en muchos casos, debieron postergar sus tareas laborales para acompañar a sus hijos.

“Esto afecta la cuestión de género que es otra cosa que aparentemente nadie visibiliza. El impacto que tiene sobre las mujeres, el cuidado del hogar, de los chicos y el acompañamiento en la escuela. La mayoría de las mamas no somos docentes y lo intentamos por nuestros chicos para poder enseñarles según el grado en que estén. Y hay algo que tampoco se pone en manifiesto con el suficiente peso: la virtualidad nos obliga a incrementar lo bueno y lo malo en que naciste. Porque si tu familia no tiene las competencias para poder acompañarte en tu proceso educativo, pero lo tenés que hacer dentro del hogar porque hay una maestra del otro lado que te manda un video por WhatsApp, no lo podés aprender. Y los papas, en general, no somos docentes y no tenemos competencias educativas para transmitirles conocimientos a nuestros hijos. Quienes mejor van a estar son los que tengan más recursos y esto no necesariamente son económicos”, expuso Paula Insani.

“El peso de la pandemia están cayendo sobre los chicos y las mujeres de una manera abrumadora porque además de obligarnos a la multitarea, nos obliga a elegir. Pareciera que retrocedimos en el tiempo 100 años en la educación y 40 años en los derechos de la mujer, que tenemos que justificar nuestra decisión de por qué salimos a trabajar y no nos quedamos con nuestros hijos. Tenemos que pensar en una gestión de la pandemia integral y si la segunda ola llega y están las escuelas abiertas, será el logro de cientos de miles de papas en todo el país que están empujando por los derechos de sus hijos”, finalizó.

IMPACTO EMOCIONAL

Al principio, a los distintos grupos de padres les costó sumar testimonios de personalidades con renombre que los apoyaran en este reclamo por los derechos de sus hijos. Pero de un día a otro todo cambió con el comunicado de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) que difundió en enero pasado un duro informe respecto de la situación actual de la educación en el país, atravesada por la pandemia del coronavirus, en el que advirtió que "cree que la vuelta a las escuelas en la modalidad presencial es imprescindible".

En el documento, que cuenta con 43 páginas, la entidad remarca que "desde hace tiempo observan con preocupación el impacto que la pandemia ha tenido en niñas, niños y adolescentes y su escolarización".

Ese impacto emocional en los chicos es lo que principalmente alertaba Padres Organizados al ver cómo sus hijos se iban apagando y, en algunos casos, terminaban con tratamientos psiquiátricos con antidepresivos. “Al principio la cuarentena fue como una novedad que afrontamos en familia, proponiendo actividades y disfrutando el tiempo juntos. Después la novedad de las clases virtuales fue bien recibida. Pero la extensión de esta situación fue impactando negativamente. Surgieron los enojos repentinos, frustración, tristeza y desgano. Mi hijo adolescente me decía que era un año perdido, que no tenía sentido el esfuerzo... que se había perdido la posibilidad de hacer amigos (empezó con grupo nuevo el año pasado). La más chiquita empezó a rechazar las clases por zoom en agosto y se hizo cada vez más difícil. Su único interés era salir a un parque o poza y hacer amigos”, recordó aún con angustia María José.

Su vivencia se suma a otras en el resto del país. “Yo veía la situación de mi hija que el año pasado comenzaba primer año en un nuevo colegio que es público mientras mi hijo menor de 8 años seguía en un establecimiento educativo privado. Eran dos realidades totalmente distintas. Era desesperante no saber qué hacer para sacarla en el pozo depresivo en que estaba Ema. Ella hacia las tareas, se conectaba cuando había que hacerlo, pero no salió de la casa en 6 u 8 meses, ya me confundo por la cantidad de tiempo que pareció eterno y acá, en Córdoba, se cerró todo”, relató a La Prensa Gabriela Pestrini, fuertemente emocionada, desde Córdoba.

Desde la provincia de Entre Ríos, Paula Insani agregó detalles del impacto que tuvo el Aislamiento social, preventivo y obligatorio decretado en marzo del año pasado en la vida de su hija Olivia, hoy de 5 años. “En abril, un día mi hija de entonces 4 años se levantó de la cama y se sentó en pijama sobre un sillón y no se quiso levantar. Ese día en que vi con angustia como mi hija se apagaba, la subí a la camioneta y la lleve al rio a tomar un helado. Allí me vio como prefectura me cachaba, me hacia un sumario y me sacaba fotos porque estaba rompiendo la cuarentena. Y ella con 4 años adentro de la camioneta llamándolo al papá porque estaba aterrada. Ese día con mi pareja dijimos se termina acá, no hay más cuarentena para Olivia”, relató a La Prensa Insani, visiblemente emocionada, mientras recordaba esos angustiantes momentos que le tocó vivir.

Añadió: “Empezamos a conectarnos con otros papas, empezamos a armar una red de “contrabando” infantil porque lo que hacíamos era llamarnos y cuando uno estaba en una esquina abríamos la puerta del auto y el chico salía corriendo para entrar a una casa y poder jugar. Y así tratamos de rescatarlos de la depresión. Y lo pudimos garantizar y hacerlo con lo que nosotros llamamos una red clandestina de juego. Es increíble, nosotros estamos tratando de resguardar la salud mental de nuestros hijos y nos volvíamos delincuentes. Los que nos junta en este grupo, aparte de las ojeras, es como la canción de los Piojos. Eso de “nunca se ve tan lejos el dolor” nosotros no sabemos cómo ahuyentar el dolor de nuestros hijos. Y una mama nos decía que ve a su hijo apagarse y no sabe qué hacer y nadie la escucha. Y a mime toco, como profesora docente en la universidad, contener a chicos de 20 años que lloraban y no entiendo cómo se pudieron vulnerar sus derechos y que a tan poca gente le importa”.