A 50 años del boom de "Love Story"
La película romántica que hizo llorar a medio mundo, fue una suerte de parteaguas en la cultura popular. De repente quedó atrás la revolución sexual motorizada por el rock pesado; su lugar fue ocupado por amor trágico y ternura.
Ali MacGraw estuvo casada con dos leyendas de la Meca del Cine, el productor Robert Evans y el actor Steve McQueen, su coestrella en `La fuga'. Luego se eclipsó de Hollywood casi tan abruptamente como lo había conquistado. Cincuenta años después del éxito descomunal de `Love Story', a los 81, ha mostrado en un par de publicidades que su belleza sigue presente.
Pero en el amor no le fue demasiado bien. El matrimonio con su noviecito del secundario duró apenas un año y medio. En 1971, a caballo del éxito de `Love Story', se casó con el legendario productor de Hollywood Robert Evans (`El Padrino', `Chinatown', `El bebe de Rosemary'), con quien tuvo a su único hijo. Dos años más tarde, ella y Evans se divorciaron luego de que Ali comenzara un tórrido affaire público con la mega estrella del celuloide Steve McQueen. Y también se divorció de él, en el '78, después de un tumultuoso lustro de convivencia.
Tuve la oportunidad de entrevistar a Ali MacGraw en la Ciudad de México, al año siguiente de esa ruptura, para el programa `Mónica presenta' de Canal 13. La ocasión tenía que ver con el estreno de `Players' (`Pasiones en juego'). Una cinta infumable -nominada por los críticos como Peor Película de 1979- cuyo desastre ni la belleza de Ali Mac Graw pudo paliar. Estaba coprotagonizada por el hijo de Dean Martin, y contaba en su reparto con...nuestro Guillermo Vilas, interpretándose a sí mismo como tenista.
ESA MUJER
La actriz apareció, etérea, en el jardín del Hotel Camino Real asignado para la entrevista. Con su imagen adolescente de siempre, sensuales labios finos, la nariz respingada perfecta y la dentadura cegadoramente blanca. Estilizada, de piel canela, grandes ojos de un marrón oscuro brillante, coronados por espesas cejas. Pelo negro azabache, cintura cimbreante, sonrisa pícara, con un gracioso mohín cuando movía la boca. Espontánea, natural, de buen humor y refinada. Alta, con piernas que parecían no terminarse nunca.
Tras las preguntas de rigor sobre el bodrio de marras, traté de abordar temas más entretenidos.
-¿Le molesta que ahora hablemos un poco del amor en su vida? ¿Cómo considera que le fue en ese rubro?
-Cada experiencia vital nos va moldeando en lo que actualmente somos. Yo no me arrepiento de nada.
-Algo parecido a su famosa frase final en `Love Story': ``Amar significa no decir nunca lo siento''.
-Pues no. Lo dije siempre y lo mantengo, tal frase no me parece acertada.
-¿Entonces?
-En mis relaciones nunca fui, de ninguna manera, una víctima. Pero mi mayor pecado es no haber sido auténtica desde el principio. Nunca planteaba mis preferencias. Por ejemplo, no me animaba a decir `aunque te dije que me gustaría ir con vos en moto a tomar cerveza, lo cierto es que hubiera preferido viajar a París'. Si no dices quien eres de frente y de entrada, dos años más tarde terminas gritando `¡oh, man, estoy harta de hacer esto!'
La propia inseguridad la hacía disimular quien era realmente ``para hacerme más deseable, porque estaba con el hombre más deseable del planeta y eso me hacia pensar que yo no podía ser suficientemente deseable para ese ser humano -todas las mujeres en el restaurante lo estaban devorando con los ojos''.
-Intuyo que tanto el hombre de la motocicleta, como el del restaurant, eran Steve McQueen.
-Sí, por eso siempre pensé que Steve me iba a dejar -confiesa cándidamente.
-¡No puede ser! ¡Quien se iba a querer bajar de un Concorde! -sobreactué yo, en referencia a la elegante máquina, ícono de la aviación y maravilla de la ingeniería, que hacía furor por aquellos tiempos. El piropo claramente le gustó. Se rió y percibí que se distendía...
-Fue una relación muy pasional, dramática, perjudicial y al mismo tiempo estática. Pero igualmente hubiera sido imposible no enamorarse de Steve.
Paranoicamente posesivo y celoso -aunque él seguía haciendo de las suyas-, McQueen la obligó a que abandonara su carrera, la sometió a un trato abusivo, en una convivencia donde la droga y el alcohol eran de uso corriente, y cuando Ali logró rebelarse, al decidir retornar a la pantalla con la película `Convoy' de Sam Peckinpah, el atormentado actor directamente la echó de la casa.
"O teníamos días grandiosos o días horrendos, nada intermedio'', me dice MacGraw.
Según ella, McQueen estaba "muy dañado, y no lo digo de una manera despreciativa; él era una combinación de oscuridad, ira, misterio y al mismo tiempo de una vulnerabilidad cuasi infantil. Sus cambios de estado anímico eran increíbles''.
Pocos meses después de haber echado a Ali, McQueen (homenajeado en el último film de Tarantino `Erase una vez en Hollywood') fue diagnosticado con cáncer de pulmón. Murió en 1980 a los cincuenta años.
PERFECTA CON MAYUSCULA
Nacida en Nueva York, de padre alcohólico, y determinada a arreglar el caos familiar, la joven Ali se había propuesto ser "perfecta con P mayúscula''. Se ganó una beca universitaria, trabajó brevemente en el mundo de la publicidad y luego ascendió meteóricamente en Hollywood.
Cuando `Love Story' se estrenó en los cines -en verdad no se estrenó sino que estalló-, en la Navidad de 1970, Ali MacGraw se convirtió en una sensación mundial.
-¿Cómo vivió esa explosión de fama?
-Fue como un dragón que escupía fuego, listo para comerme viva. El asedio de los paparazzi era infernal. `Love Story' es un auténtico culebrón que los críticos trataron con desdén, pero que el gran público convirtió en enorme éxito de taquilla. Costó unos dos millones de dólares y recaudó más de 250. La gente salía de los cines llorando a moco tendido, como yo mismo pude constatar.
La primera en caer bajo el influjo de la historia fue la propia actriz, al leer el guión. "El texto tenía la mezcla exacta de inocencia y trampa'', me dijo MacGraw. ``Ese guión tan simple me noqueó''. La película romántica que hizo llorar a medio mundo fue además una suerte de parteaguas en la cultura popular. De repente quedó atrás la revolución sexual motorizada por el rock pesado; su lugar fue ocupado por ideales elevados, amor trágico y ternura. Los personajes de MacGraw y su partenaire Ryan O'Neal caían enamorados en la nieve, el cortejo tenía lugar en bibliotecas y hacían el amor mientras terminaban los deberes. La frase que Ali pronuncia en su lecho de muerte, ``amar es nunca tener que pedir perdón'', era repetida por las adolescentes de la época como un mantra.
-¿Fue difícil definir el casting de su coprotagonista?
-Sí. Jon Voight, Michael Douglas, Peter Fonda, Michael York, Jeff y Beau Bridges; todos ellos rechazaron el rol que luego interpretó Ryan O'Neal. Y muchos otros no pasaron el casting, comenzando por Christopher Walken. ``Pero debí besarlos a todos los postulantes'', dice sonriendo.
-Pero evitó besar a Salvador Dalí.
(Ríe) -¿Cómo supo eso? Es verdad, de jovencita estuve en un coctel con Richard Nixon y Dalí. Y tuve la mala idea de elogiar el increíble bastón tabicado del pintor. Enseguida me invitó a su hotel. No fui, pero lejos de ofenderse me envió la escultura de una iguana con incrustaciones de perlas.
Me despido de esta mujer romántica, disciplinada, con veleidades intelectuales, que probablemente haya tenido más personalidad que talento para la actuación. Y quizá esa desconexión haya sido lo que vibraba a través del celuloide y fuera una de las enigmáticas razones por las cuales, cincuenta años atrás, todo el mundo amó `Love Story'.