Grieta siempre hubo, acá y desde que el mundo es mundo. La Argentina no es una excepción, y desde los albores nació agrietada. Saavedra contra Moreno, Alvear contra San Martín, Pueyrredón contra Artigas, la anarquía del año 20, unitarios y federales. El vencedor imponía su cuota de revanchismo. Hubo muertes y exilios.
Lavalle abrió el capítulo de la violencia política institucional. Dorrego cayó bajo las balas del pelotón de fusilamiento sin juicio ni derecho a réplica pero antes de morir pidió que no se derramara más sangre por su causa. Deseo incumplido. Desde entonces corrieron ríos de sangre y mares de tinta trataran de explicar tanta violencia.
Con la llegada de Rosas, un grupo opositor, mezcla de unitarios y lomos negros (como le decían a los federales más componedores) creyeron que sus vidas y bienes peligraban y decidieron poner distancia al enfrentamiento estableciéndose en Montevideo.
Mariquita Sánchez de Thompson (por entonces ya esposa de Mendeville, el cónsul francés), amiga de la infancia de Rosas, lo expresó este sentimiento en forma contundente cuando éste le pregunta por qué se va al Uruguay. "Porque te tengo miedo, Juan Manuel'', fue la respuesta que quedó en los anales de la historia.
Eran muchos los que temían los excesos mazorqueros y a fin de evitarlos se refugiaron tras las murallas de Montevideo. De a poco, en la capital oriental se fue reuniendo un grupo de intelectuales temerosos de las políticas de Rosas o perseguidos por sus ideas. No es exagerado decir que la literatura argentina se desarrolla entre los muros de la ciudad sitiada, donde algunos eligieron expresarse mediante la poesía (Mitre, Juan Cruz Varela), otros por el teatro (Mitre), algunos con novelas (Echeverría y Mármol) pero todos usaron sus plumas para expresar sus opiniones políticas con vehemencia.
Alberdi y Florencio Varela (cuya actitud incisiva le costó la vida en un crimen nunca debidamente esclarecido), Miguel Cané (p), Fidel López (hijo del autor del himno que por entonces era juez bajo el gobierno de Rosas). Gutiérrez, Echeverría y Mármol (que desarrollan la literatura argentina hasta dejar obras fundacionales como La Cautiva y la truculenta Amalia) son sólo algunos de los pensadores que prestaron su pluma y su palabra para expresar su disenso con el régimen.
No siempre se puede coincidir y en materia política la discusión es la base en la que se construyen los acuerdos y desarrollos. Nadie es dueño de la verdad pero está se torna esquiva cuando se pretende imponerla por la fuerza, la coacción o la censura.
La reorganizacion de la Argentina comenzó entre los muros de Montevideo. ¿Vamos a repetir la historia?