El 25 de mayo de 1820 el general Belgrano dictó su testamento ante el escribano Narciso de Iranzuaga, en el que dice textualmente:
“Primeramente encomiendo mi alma a Dios Nuestro Señor, que la crió de la nada, y el cuerpo mandó a la tierra de que fue formado, y cuando su Divina Majestad se digne llevar mi alma de la presente vida a la eterna, ordeno que dicho mi cuerpo, amortajado con el hábito del patriarca Santo Domingo, sea sepultado en el panteón que mi casa tiene en dicho convento, dejando la forma de entierro, sufragios y demás funerales a disposición de mi albacea”.
De este modo podemos afirmar que el 20 de junio se cumplirán los dos siglos que este histórico convento porteño custodia los restos, pero también el 3 del mismo mes, los dos siglos y medio que ese sitio de oración estuvo ligado a su solar natal ubicado a muy pocos metros, en la actual avenida que lleva su nombre al 430 de la numeración actual.
Sus padres don Domingo y su madre doña María Josefa González Casero, eran miembros de la Venerable Orden Tercera y el primero en su testamento había pedido reposar en ese templo muy cerca del altar de la Virgen del Rosario, que es la entrada del actual camarín donde una losa recuerda el sitio de la sepultura. En diciembre 1795 a pedido de la viuda los frailes del Consejo convinieron en que se le concediese un lugar “cuya sepultura deberá servir para sepultarse ella y sus hijos”. Don Domingo había integrado la Cofradía del Rosario y ejercido el Priorato de la Orden, a la que había ingresado en 1754 a poco de llegar a Buenos Aires.
El recordado y erudito fray Rubén González afirma que si bien no hay constancia alguna de donde realizara sus primeras letras el prócer, “existe la máxima probabilidad de que los haya realizado en la Escuela de Santo Domingo… a la que concurrían numerosos niños del barrio, aristocrático en aquel entonces y hasta un siglo más tarde, y donde enseñaba el ilustre hermano fray José de Zemborain”.
Cuando estudió en la Universidad de Valladolid, donde recibió el título de bachiller en leyes y de abogado en 1793, es posible que haya tenido contacto con algunos frailes de la Orden de Predicadores del convento de San Pablo y de la escuela de San Gregorio, dada la conocida devoción del Belgrano por esa comunidad. A tal extremo que al llegar a Buenos como Secretario del Real Consulado una de sus propuestas fue instalar la Escuela de Náutica que materializó en noviembre de 1799 poniéndola bajo la protección de San Pedro González Telmo religioso de la Orden de Predicadores.
Otra de las realizaciones de Belgrano fue en tiempos de la Junta de Mayo la Academia de Matemáticas que realizó su sesión inaugural el 13 de setiembre de 1810 de la que fue designado Vocal Protector. La solemne ceremonia fue presidida por don Cornelio de Saavedra, y después de los discursos de Belgrano y del director del establecimiento don Felipe Sentenach, el titular de la Junta al advertir entre los concurrentes al catalán fray José Zambrana, que aunque español peninsular había adherido a la causa patriota, le solicitó hiciera uso de la palabra.
En su marcha al Paraguay el convento de Santo Domingo de Santa Fe fue el alojamiento del prócer y después de las batalla de Tucumán envió dos estandartes tomados a los realistas a la Virgen del Rosario que se encuentran depositados en el histórico camarín del templo porteño. Una cuatro de las escuelas fundadas con los 40.000 pesos con que lo premiara el Gobierno, instalada en Santiago del Estero tuvo como regente a fray Juan Grande, de la orden dominicana.
Finalmente su cuerpo fue sepultado conforme a su voluntad en el vecino templo a la casa en la que nació y fueron religiosos de Santo Domingo los que le brindaron los sacramentos antes de morir y seguramente el viejo hábito de alguno de ellos fue con el que lo vistieron, porque una antigua tradición afirmaba que cuanto más viejo el hábito más frutos espirituales había logrado.
Día malo fue para morir ese 20 de junio de 1820, y las convulsiones políticas no permitieron se celebraran como correspondían sus funerales en esos días y menos unas solemnes exequias como lo merecía.
En setiembre de 1902 se exhumaron los restos de Belgrano ubicados en el atrio del templo, fray Modesto Becco sostenía la bandeja de plata, en la que se depositaron hasta la inauguración del mausoleo. Siempre y hasta el presente los Padres de Orden de Predicadores fueron fieles custodios de las glorias belgranianas, en ese lugar funcionó el Instituto Belgraniano de la República Argentina, hoy Instituto Nacional, y fueron miembros conspicuos algunos religiosos como fray Rubén González.