Siete días de política
Vicentín: fallo en contra, banderazo y visita suspendida
El presidente da marchas y contramarchas, posterga decisiones y repite su discurso de campaña. Parece seguir en 2019. Convirtió su principal desafío, el del Covid, en una cadena de desaciertos
El viernes había preocupación en el gobierno por el banderazo en Rosario, consecuencia inmediata del fracasado intento de expropiar la cerealera Vicentin. Esa preocupación quedó justificada 24 horas después por el repudio masivo y espontáneo a la medida registrado en decenas de ciudades de todo el país.
También quedó justificada la decisión de Fernández de no viajar a Rosario. Sin embargo, que un presidente tema el contacto con la gente a apenas seis meses de haber asumido es inédito. Peligroso, además, por tratarse de un mandatario que ha hecho de la exposición pública su principal herramienta, porque no tiene liderazgo, ni estructura territorial y llegó al cargo por decisión ajena. En otras palabras, que dispone de un poder prestado y coparticipable. Ese poder prestado lo enredó en una saga de marchas y contramarchas, 50% porque improvisa y 50% porque está cada vez más escaso de autonomía política.
Fernández no resolvió, ni comenzó a resolver uno solo de los problemas heredados (inflación, recesión, pobreza), creó algunos propios (haberes de los jubilados) y utiliza como coartada un superproblema que lo tomó por sorpresa y sin libreto: el coronavirus. Para mitigarlo dispuso un “cepo” económico/social inacabable que empuja al colapso al aparato productivo. Fueron tan erróneas y al voleo las medidas tomadas que el área más poblada del país recién está ingresando en la peor etapa de contagios después de un encierro récord.
El despiste es histórico. Ginés González García dijo al iniciarse el proceso que el coronavirus era un síndrome gripal y que “no debía pensarse que era una enfermedad tremenda”, que no tenía “un alto mecanismo de trasmisión”, que en tres meses “no iba a existir demasiado problema”, que estaba “mucho más preocupado por el dengue” y que el “pico” de la enfermedad se produciría “en la segunda quincena de abril”. No aprobaba “de ninguna manera” el uso generalizado de barbijos.
Su gabinete de científicos le hizo decir al presidente que el pico estaría en la primera quincena de mayo. Desde entonces se ha ido corriendo semana a semana. A pesar de tanto dislate, Fernández declaró que “lo mejor que le pasó a la Argentina es tener a Ginés como ministro de Salud”. A fines de marzo ese ministerio manejaba para principio de junios dos hipótesis: una favorable como consecuencia de una cuarentena estricta con 253 mil contagiados y una desfavorable con 2,2 millones de contagiados y 20.000 muertos. Hoy hay 40 mil contagiados y mil muertos.
Esa desmoralizante capacidad predictiva sirvió de excusa para una devastación económica que durante la semana que acaba de concluir produjo el cierre de Latam y la pérdida de 18 mil puestos de trabajo. El desastre tuvo dos causas: la parálisis de la actividad y el proyecto de eliminar cualquier competencia para Aerolíneas Argentina, bastión de la Cámpora.
Por el negocio político/sindical de la aerolínea de bandera no sólo miles de trabajadores quedan en la calle, sino que una empresa que pagaba 600 millones de dólares anuales de impuestos será desplazada por otra que es un barril sin fondo de subsidios. Entre 2008 y 2020 Aerolíneas Argentinas consumió, según IDESA, 28 mil millones de pesos de fondos del estado. En el mismo lapso el estado gastó 18 mil millones en el plan alimentario nacional. Justicia distributiva.
La eliminación de la competencia a Aerolíneas Argentina tiene lógica política, no económica. No importa el déficit de AA, ni los pasajeros perjudicados por la pérdida de vuelos internos, ni el despilfarro de los recursos públicos en beneficio de políticos y sindicalistas. El objetivo es fortalecer a los gremialistas que manejan la política aerocomercial discrecionalmente y hasta piden expropiar los aviones de Latam.
Igual trama es la que envuelve el caso Vicentin con una diferencia importante: no es extranjera como Latam. De allí la reacción masiva de empleados, productores, proveedores y opositores en general que frenó la expropiación e hizo posible el fallo de un juez contrario a la expropiación y a la intervención.
En este caso el error original no fue de Fernández, sino de su vicepresidenta. Fernández se limitó a decir amén, poner la cara con el auxilio del gobernador Omar Perotti. Ayer volvió a amenazar con la expropiación y lo dejó en “off side” por segunda vez. El “establishment” mira atónito la cadena de errores. Lo apoyó como mal menor ante CFK, pero ahora comprueba con inquietud la garrafal equivocación cometida.
Las marchas y contramarcha se repitieron en la negociación de la deuda (ver Visto y Oído). Ya parece una comedia de enredos, pero lo que no va a ser cómico es el resultado. Derivará en falta de financiamiento, éxodo de empresas y clima tóxico para las inversiones. Un contexto adverso para la rápida recuperación de la actividad que sería deseable después de la pandemia.